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Videodrome: la profecía de Cronenberg

Escrito por gustavo Leyton el . Posteado en CINE

David Cronenberg siempre ha sido un especialista en explorar el lado más oscuro de la psique humana. Videodrome (1983), su octavo filme, no solo se sostiene visualmente, sino que también es profético. Quitando la tecnología de los años 80 y el aspecto de los artefactos de la película, esta es una historia del siglo XXI. El largometraje no se siente anticuado y la clave está en su profundo énfasis psicológico. Por eso, al igual que otros filmes clásicos de ciencia ficción, es atemporal porque su enfoque no estaba en la tecnología. La noción principal del filme es que las personas están cada vez más atraídas por la violencia y la dependencia de formas de tecnología cada vez más invasivas. Este panorama se ha intensificado enormemente en el siglo XXI, ya que nuestros dispositivos se han convertido en extensiones de nosotros mismos, y existimos en línea tal vez más vívidamente que en la vida real. En Videodrome, es sistemático del mundo que retrata y, en última instancia, es una deconstrucción satírica de esa cultura. En la historia de Videodrome, Max Renn (James Woods), es el codirector de una pequeña compañía de televisión por cable llamada Channel 83, una subsidiaria de Civic TV, que transmite programas de temática erótica y violenta. Max es responsable de ver, comprar series de televisión de pequeñas productoras y monitorear continuamente el estándar de la programación de su canal. Uno de sus ingenieros, Harlan (Peter Dvorsky), intercepta la señal de un espectáculo llamado «Videodrome», que consiste en dos hombres vestidos con túnicas negras que torturan a una mujer en una habitación roja.

Cuando examina a «Videodrome» por primera vez, Max se sorprende y horroriza, pero luego comienza a racionalizar la violencia extrema desde una perspectiva comercial: si puede ganar dinero con ello, lo hará. Videodrome no es tanto el nombre del programa de televisión de la habitación roja, sino una señal subyacente transmitida desde el programa en sí.

Nicki Brand (Deborah Harry) es una psicoterapeuta radial; una figura seductora que utiliza el potencial de su apariencia para encantar y engañar. Al principio, en Rena King Show —programa televisivo en el que debate con Max sobre los contenidos eróticos y agresivos de la televisión— la primera imagen de Nicki es a través de un monitor que oculta su presencia real. En segundo lugar, después de que ella viaja a Pittsburgh a una audición para «Videodrome», Nicki solo se aparece a Max a través de pantallas de televisión. La imagen de Nicki ejemplifica la irresistibilidad de la seducción.

El filme se desplaza como un sueño perturbador. Es imposible discernir qué está sucediendo realmente y qué hay en la cabeza de Max Renn. Parte de la brillantez de la película proviene de la audaz decisión de Cronenberg de no hacer distinción. La exposición al sexo y la violencia del tipo más transgresor no solo afecta a su protagonista a nivel emocional, también lo afecta a nivel biológico. Videodrome literalmente transforma su cuerpo. Eso es parte de lo que hace que la película sea tan fascinante y ambigua.

En Videodrome, la violencia y el sexo son fuerzas destructivas que desensibilizan y deshumanizan. Cuando la pornografía no es suficiente, naturalmente, uno recurre a la violencia extrema. La negativa de Cronenberg a juzgar es parte de lo que hace que la película sea tan efectiva. Su película es menos un cuento sobre moralidad, que un examen posmoderno de cómo percibimos la realidad y cómo esta percepción está vinculada al yo físico.

A diferencia de muchos directores que cuentan con otros realizadores como sus infuencias, Cronenberg se basa en lo literario: sus filmes exponen conceptos de William S. Burroughs y J. G. Ballard; así como de autores ciberpunk —William Gibson, Bruce Sterling—. Ante esto, no sorprende que Cronenberg haya creado largometrajes cyberpunk.

Cronenberg trabaja muy acorde con Simulacros y Simulación (1981), el tratado filosófico de Jean Baudrillard. Según Baudrillard, nunca podemos estar seguros de que nuestros sentidos no nos están engañando; sólo los experimentamos como «simulación» de la realidad. Esta simulación es una representación de la realidad, y así cada persona tiene una representación diferente de la realidad. El simulacro es algo dentro de nuestra realidad simulada que no tiene original.

Sería fácil mirar las películas de David Cronenberg y asumir que él está contando una narrativa anti-ciencia/ anti-tecnología. Pero a medida que miramos más profundamente, se hace evidente que Cronenberg expone la idea de que nuestro yo (mente) y nuestros cuerpos están íntimamente entrelazados. Asimismo, el filme es una semi-metáfora de la adicción y la publicidad subliminal. 35 años después, Videodrome fue inusualmente premonitorio.

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Comentarios (1)

  • Admin

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    Paradójicamente, ya estamos empezando a ver como la televisión está siendo desplazada por internet. Yo mismo, apenas veo ya nunca la TV. Pero suopongo que el mensaje de Cronenberg es aplicable a las nuevas tecnologías…

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