Relato "Moebius", de Asunción Belarte

Relato "Moebius", de Asunción Belarte

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moebius

La escritora Asunción Belarte, autora de la novela “El Fabricante de nubes” que os presentamos hace unas semanas, nos obsequia con este relato titulado "Moebius" que trata sobre una conspiración extraterrestre.
Asunción Belarte ha sido ganadora del V Concurso de Mitología de LaRevelacion (2011) en la selección de relatos con ANTÍNOE DE TEBAS, y ganadora del 1º premio del 5º Concurso Juvenil de Narrativa Breve de Albal con el relato ESPERANDO TU COMPAÑÍA (2009). Buena lectura!

MOEBIUS

─ En el verano de 1975 conocí a Moebius. No sé muy bien cómo calificarle, pero estoy segura de que no era humano. Sé que estará pensando que quizá fuera fruto de mi imaginación o del LSD, pero se equivoca. Usted tiene las pruebas delante de sus narices. Es cierto que en mi adolescencia, tonteé, ya sabe a lo que me refiero. Mis amigas y yo fumábamos hierba, pero le juro que nunca supe lo que se sentía con el LSD. ¿Puedo encender un cigarrillo?
─ Sí ─ contestó la agente trajeada de gris plomo.
Miraba con indiferencia a la persona que tenía delante, una mujer de unos cincuenta y cinco años, de pelo corto y teñido de rubio. Sus ojos castaños se movían nerviosos mientras captaban toda su atención hacia el paquete de cigarrillos que había sobre la mesa. Los agarró compulsivamente y con mano temblorosa extrajo uno, se lo llevó a la boca y lo encendió tras tres intentos fallidos. Exhaló el humo hacia el techo y retomó su conversación.
─ Mi nombre es Claire Smith. Sé que está pensando que le estoy haciendo perder un tiempo hermoso, porque lo que se nos avecina es bastante gordo ─ la mujer echó una mirada discreta hacia la ventana del despacho que quedaba a espaldas de la agente ─. Le agradezco de nuevo su atención.
─ Continúe.
─ Volviendo al tema, debo confesar que aquel verano de 1975 fue el mejor de toda mi vida. Y se lo debo a él. Me gusta mirar las estrellas porque así es cómo si mi mente pudiera contactar con él. Le conocí en Miami. Mi familia se mudó por problemas familiares, ya sabe cómo son los divorcios, aunque no era muy frecuente en aquella época que el hombre tirara de casa a su mujer. Así que mi padre se quedó con nosotras dos.
“En fin, el señor Smith, mi padre, médico de primaria en el Centro médico de MT Sinaí, se llevó a sus dos hijas de Washintong por la carretera interestatal 95 justo a la semana siguiente de que Seymour, nombre de pila de mi padre, le dijera a mi madre que se largara de su casa, pues iba a ponerla en venta. Debo añadir que nosotras decidimos irnos con él, después de saber que mi madre se lo estaba montando con el mejor amigo de mi padre. El traslado que pidió mi padre, lo había solicitado muchos meses antes, cuando se enteró del lío entre esos pervertidos. Lo tenía todo planeado, pues en el momento en que le dieran la confirmación de que tenía que largarse, le vomitó a la cabrona que se quedaba en la calle. Él vendió la casa y nos llevó con él.
“El curso escolar había acabado y el siguiente sería el último que pasaría en el instituto, por lo que en Septiembre tendría la mayoría de edad. A mi hermana le quedaban dos años.
“Creo que lo más difícil de entender llegará, pero esta es mi experiencia y usted puede que lo interprete a su manera. No le culparé por ello.
─ ¿Podría ser más precisa?
─ Anne, fue la primera amiga que hice. También era mi vecina. Tenía un hermano, Moebius al que ya ha oído mencionar. Empecé a quedar con Anne a los pocos días de mudarme. Por cierto, él tenía bastante parecido físico con su hermana: cabellos morenos y rizados y ojos verdes. Recuerdo el 23 de Agosto de 1975. Era el cumpleaños de Moebius. La primera vez que le vi, sentí una punzada en el corazón de un modo que me hizo sospechar algo raro. Extendí mi mano y mientras le decía hola, él me habló en su cabeza pues pude escuchar perfectamente su voz diciéndome hola. Me miraba con sus ojos extraños, parecían que emitiesen algún tipo de luz ultravioleta.
─ Los humanos no podemos percibir esa gama de luz ─ respondió lacónicamente la agente.
─ Ya lo sé, solo intento explicarle las cosas más precisas.
─ Sea más breve por favor, no tenemos todo el tiempo del mundo.
─ Ya lo sé. Usted aceptó esta entrevista porque, si no recuerdo mal, me dijo que cualquier información sería de gran ayuda.
─ Está bien, continúe.
─ Decía que sus ojos eran extraños como si pudieran ver como los rayos x. Luego, Anne me dejó a solas con él. Fuimos a dar un paseo fuera de su casa, próxima a la playa y me preguntó si quería ver el mar. Le respondí que claro. Allí, me explicó que era adoptado, cosa extraña por su gran parecido con su hermana. Y más tarde le pregunté a Anne si era cierto. Ella asintió con la cabeza. No le di importancia hasta años después. Porque incluso podía presentir su presencia en cualquier lugar, tanto si se encontraba al otro lado de la calle o en el cine cuando Anne y yo quedábamos. También, hacíamos fogatas por la noche en la playa. Anne invitaba a sus amigos y bebíamos cerveza y fumábamos hierba. Mi padre no se enteraba porque lo hacía cuando él tenía guardia por las noches. Mi hermana era la que más tragaba. No fumaba pero era una esponja. Luego lo vomitaba todo y se le pasaba. A mí me entraban unos mareos insoportables, pero no quería hacerme la puritana delante de mis nuevos amigos, así que siempre caía.
“Moebius siempre me llevaba hasta mi cama. También se preocupaba de mi hermana. Todas esas atenciones me extrañaban. Para una chica de 17 años, es como si saltara la alarma de que le gustas a un chico. Ahora entiendo que no.
“Una noche, que le juro a usted que estaba completamente borracha, fui a su habitación. Entré a hurtadillas y sin despertarle me acerqué a su cara y le di un beso. Y al día siguiente, me desperté en mi cama. Lo recuerdo claramente. Seguro que él me sacó de su habitación para no despertar a su familia, ni al perro, porque recuerdo unos ojos esmeralda con un brillo salvaje desde la oscuridad de mi habitación.
“Dos días después, me enteré de que se había ido de excursión con sus amigos. Me sentí muy frustrada porque no vino a despedirse. Desde aquel momento, dejé de emborracharme para esperarle.
“Un Sábado, Anne me invitó a cenar a su casa. Sus padres no estaban, habían salido a cenar con unos amigos. Mi padre no estaba de servicio esa noche, de modo que se quedó en casa y nos dijo que si necesitábamos algo podríamos llamarle desde la ventana de la habitación de Anne o por teléfono. Susan estaba con nosotras.
“Cuando terminamos de cenar, lo recogimos todo y mientras fregábamos Susan y yo charlábamos con Anne.
─ Vuelve hoy ─ le dije a mi amiga.
─ No me ha dicho nada.
─ Seguro que vuelve.
─ Da igual. ¿Vamos al cine? Echan Tiburón.
─ A Susan le dará miedo meterse en el agua.
─ ¡Qué estúpida eres! ─ me contestó.
Mientras Susan iba al teléfono para llamar a mi padre y pedirle permiso, Anne seguía en la cocina y yo oí en mi cabeza que fuera a su habitación. Subí las escaleras peldaño a peldaño, muy despacio, sintiendo una emoción indescriptible. Y allí estaba. Justo en medio del pasillo, con los brazos abiertos, Moebius se disponía a abrazarme.
─ ¡Moebius! ─ exclamé.
Y me tomó entre sus brazos apretándome con fuerza como si no quisiera soltarme. Le aparté un mechón rizado de entre sus ojos y le dije que me alegraba de volver a verle. Entonces, se lanzó a mi boca de un modo que me hubiera repugnado si hubiese visto a mi madre y al amigo de mi padre hacer eso. Su lengua recorría toda mi boca, dejándome una sustancia amarga. Era asqueroso, pero me dejé llevar, porque comencé a sentir terror. Alguien dentro de mi cabeza me decía lo que tenía que hacer. Recuerdo que antes de perder el conocimiento, justo en una fracción de segundo sentí un hormigueo por todo el cuerpo que me provocó mucho placer, más intenso que la hierba. No sé que me hizo. Creo que es como si él fuera el cazador y yo su presa. El arquero lanzando su flecha y acertando justo en el centro de la diana.
─ Tuvo relaciones sexuales con él.
─ ¡No! Le acabo de decir que solo me estaba besando. Como si con su saliva, que recuerdo que era amarga, y junto con su lengua, me hablara en su lenguaje.
─ Señora, creo que he tenido la paciencia suficiente. Muchas gracias. Puede irse.
─ No he terminado.
─ A efectos legales, sí. Gracias por su declaración. Puede irse.
─ Usted no lo entiende. Mi vida ya no es igual. Él me hizo algo. No sé si le habrán pasado mi historial médico.
─ Lo he leído y todo está correcto.
─ ¡No lo está!
─ Señora, cálmese. Ya no puede hacer nada más, gracias.
─ ¡Cómo pueden estar ciegos! ¡Quiero hablar con Moebius, sé que está aquí! ¡Quiero que me diga porqué sé tantas cosas sobre él!
─ No sirve de nada alterarse, señora ─ la mujer se levantó lentamente y fue a cogerla por el brazo.
─ ¡No me toque! ─ se soltó bruscamente ─. Él está aquí. Les ha hecho algo a ustedes. ¡Estamos en peligro!
─ Le aseguro que no hay amenaza alguna.
─ ¡Miente! Le ha hecho algo a usted.
─ Por favor señora, si no se marcha por su propia voluntad, me veré en la obligación de llamar a seguridad.
─ ¡Está bien! Si quieren seguir ciegos, allá ustedes. Prefiero morir que ser una marioneta.
─ Buenos días ─ y la agente le cerró la puerta de su despacho en sus narices.

El hombre la vio atravesar las puertas de control. Una mujer de cabellos largos y morenos la abrazaba. Comenzaron a hablar y de pronto ella sintió que su corazón le fallaba. Pocos minutos después, se desplomó delante de todos. La mujer de largos cabellos, en lugar de arrodillarse y llorar la muerte de su hermana, buscó con su mirada ansiosa, entre la multitud, y le encontró. Parecía muerta de terror. El hombre le dedicó una sonrisa superficial y pasó por las puertas de control de seguridad. Subió al ascensor hacia la planta 41. Iba con traje chaqueta azul marino, una camisa blanca y mocasines negros. En la solapa izquierda de su chaqueta lucía un carnet identificativo que le reconocía como agente del FBI. Abrió la puerta y ella lo regañó:
─ ¿Dónde estabas?
─ Ya sabes que me gusta tomarme el café en la cafetería. Los de máquina saben a vómito.
─ ¡Qué exagerado! Por cierto, he terminado con la entrevista de Claire Smith. Dice haber conocido a un extraterrestre.
─ ¿En serio?
─ Me ha explicado que tiene un contacto aquí en la agencia. Aunque lo más desconcertante es que ese contacto se llama igual que tú. ¿Qué coincidencia, no crees?
─ Sí ─ sus ojos color esmeralda se clavaron en los de la agente.
─ ¿Qué-me-estás-ha-ha-ciendo? ─ dijo la mujer sintiendo una sensación indescriptible entre su frente, mientras veía horrorizada cómo con su propia mano derecha extraía su pistola y la situaba en la sien.
Los ojos de aquella mujer parecían emanar una energía orgásmica que pronto se disipó tras el disparo. El agente del FBI, no mostró arrepentimiento alguno sobre lo sucedido. No tenía nada que temer.
Moebius se acercó a la ventana de aquel despacho y, mientras se llevaba las manos a los bolsillos de su pantalón, fue testigo de la sensacional nave de su padre. Además, se sentía realmente satisfecho, puesto que su hermana Anne, congresista del senado, le había comunicado que se encontraba reunida con el presidente de los EEUU.

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