Crítica de la película Oxígeno de Netflix

Crítica de la película Oxígeno de Netflix

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Una mujer despierta encerrada en el interior de una sofisticada cámara criogénica, llena de cables, tubos y monitores de tecnología avanzada. No recuerda quién es ni cómo ha terminado encerrada allí, pero un fallo técnico indica que se le acaba el oxígeno. Esto convierte su estancia allí en una lucha a contrarreloj por la supervivencia en la que deberá descubrir quién es y, sobre todo, encontrar una manera de salir de ese ataúd tecnológico.

Mélanie Laurent es una actriz, cantante, directora y escritora francesa de 38 años, cuya actuación en 2009 en la película Malditos bastardos le valió excelentes críticas y reconocimiento a nivel mundial.
Como podéis suponer, es la protagonista absoluta de la película por lo que si no os agrada como actúa, la cinta os parecerá eterna.
Por su parte, el director de este thriller de ciencia-ficción es Alexandre Aja, con trabajos a sus espaldas como Las colinas tienen ojos o Piraña 3D. No es un mal punto de partida para una película de la siempre discutida Netflix.
El director parisino se marca una angustiosa y competente película no apta para gente que padezca claustrofobia al estilo de Buried o Zulo, por lo que si os gustaron estas dos películas estáis de enhorabuena y si no, no perdáis vuestro tiempo viéndola.

La propuesta tiene un reducidísimo campo de acción, obviamente, pero la asociamos rápidamente con la ciencia ficción y eso la aleja de propuestas parecidas anteriores.
Porque disponer de un ordenador de última generación a tu alcance, por ejemplo, ofrece futuristas alternativas a la mujer encapsulada para consultar internet y manejar todo tipo de datos y archivos de vídeo. Esto permite un mayor dinamismo en la planificación de la puesta en escena que evita que la película se vuelva repetitiva y monótona.

No es una propuesta con un punto de partida y enfoque que personalmente me entusiasme, os soy sincero, pero me parece que la cinta es más que correcta y claramente tiene su público. Además, el film ofrece algún interesante giro de guion que te conduce por derroteros inesperados.

La relación con M.I.L.O, la inteligencia artificial de la cápsula, es esencial. Es el medio por el que la protagonista podrá comunicarse con el exterior para pedir auxilio y recabar información. Pero la amnesia limita sus movimientos y el personaje de Mélanie tendrá que tirar de ingenio para manejar la máquina a su favor.

El Oxígeno, gas que da nombre a la película, se va agotando paulatinamente y te mantiene en tensión durante toda la película. Sin embargo, llega un punto en que los descubrimientos que ella hace sobre sí misma y sobre cómo ha llegado a esta situación, toman auténtico protagonismo y es cuando la película se pone más interesante.

Evidentemente, una película de estas características no da para un despliegue técnico relevante. Pero el director se las ingenia para que la cinta tenga atmósfera y sofisticación. También la fotografía -aunque modesta en este caso- está cuidada y recurre a varios recursos para no llegar al hastío visual.
Por cierto, y como es de suponer, en la cinta abundan los primeros planos de la actriz para reflejar la tensión de su personaje y como recurso para potenciar lo asfixiante de su situación.

En conclusión: estamos ante una obra que por razones obvias no va a gustar a todo el mundo, pero que para el público al que va dirigida puede entretener.

Bueno, pues no sé si después de mi opinión os interesará ver la película o no pero a mi entender, y dentro de su argumento y limitaciones intrínsecas, me parece una obra competente y digna para ser de Netflix.

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