Las farmacéuticas condenadas en los tribunales

Las farmacéuticas condenadas en los tribunales

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Casi la totalidad de las grandes compañías farmacéuticas fueron procesadas y condenadas por los tribunales de Estados Unidos entre 2000 y 2003, explica Teresa Forcades, médico y monja especializada en el estudio de la industria farmacéutica. Esta industria además campa a sus anchas, pues financia investigaciones sobre medicamentos e incluso paga los sueldos de los trabajadores de las instituciones que deberían controlarla. La solución a esta situación, afirma la investigadora, pasa por buscar fuentes de financiación libres de intereses comerciales, evitar la privatización de la salud; y que los propios médicos resistan a la manipulación de las compañías.

Teresa Forcades i Vila es monja en el monasterio de Sant Benet de Montserrat. Nació en Barcelona (1966) y estudió Medicina en esta ciudad. En 1992 se marchó a Estados Unidos, donde realizó la especialidad de Medicina Interna en la Universidad de Nueva York, en Búfalo, y cursó el Master of Divinity en la Universidad de Harvard. Entró en el monasterio en 1997, y se doctoró en Salud Pública en 2004 y en Teología Fundamental en 2008.

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Forcades explica como los laboratorios Merck lanzaron al mercado un antiinflamatorio llamado Vioxx. Mientras elaboraban un estudio de seguridad, detectaron un exceso de infartos de miocardio entre los pacientes que lo tomaban. Había una relación directa entre el uso del medicamento y la aparición de efectos secundarios, incluso mortales. Entonces, rediseñaron el estudio para ocultar estos datos (ya que de asumirlos hubiera implicado la retirada del medicamento en el mercado con la consecuente pérdida de ingresos).

“El juicio demostró que Merck ocultaba datos descaradamente. La investigación del caso concluyó que Vioxx podía haber sido responsable de más de 27.000 muertes por ataque al corazón entre 1999 y 2003. Por lo tanto, queda claro que cuando me refiero a los crímenes de las compañías farmacéuticas, lo hago en un sentido literal y es evidente que la administración pública también es responsable”, explica Forcades.

“Tuvieron que pagar una suma importante de dinero pero, claro, nada comparado con lo que ganaron comercializando Vioxx. Si nos ponemos cínicos, diríamos que a la empresa le han resultado rentables las casi 30.000 muertes que han provocado. Y si seguimos con este ejercicio de cinismo, añadiré que Merck se resistió a retirar el producto del mercado mientras duró el juicio, haciendo uso de malabarismos legales para que el producto se pudiera seguir vendiendo, a pesar de la cifra de muertos. Además, los testigos estaban sobornados por Merck. Si no se llega a descubrir, el juez habría podido pronunciar una resolución muy diferente. Fíjate que hablamos de empresas que tienen beneficios superiores al presupuesto del Gobierno de un país importante. El desequilibrio, la capacidad de presionar, el control de los medios de comunicación, de la opinión pública…, tenemos que ser conscientes. Como ves, nos situamos en un nivel en el que la vida humana no tiene ningún valor”, añade.

“Cuando se han demostrado todos estos crímenes ante el juez, las empresas han tenido que pagar multas inferiores al beneficio que han obtenido con la comercialización del producto. Nadie ha pisado la cárcel por estos crímenes que han costado la vida a muchas personas que confiaban en el sistema sanitario. No deberíamos hablar de los crímenes de las compañías farmacéuticas, sino de los crímenes de las personas concretas, con nombres y apellidos, que están al frente de estas compañías”.

“Cuando te planteas una hipótesis, puede que ésta parta de las necesidades reales de las personas enfermas, o bien de las necesidades de una empresa que pretende lucrarse. Son los científicos quienes deben formular la hipótesis de trabajo (unos científicos que pueden ser dependientes o independientes). Como puedes imaginar, la mayoría de los científicos son dependientes, porque trabajan para las mismas compañías farmacéuticas que les hacen investigar exclusivamente sobre hipótesis favorables a sus intereses económicos. Y esto no es todo: se han dado casos en que han inventado enfermedades”.

“La idea es no perder ventas una vez acabe la patente del medicamento, ya que a partir de ese momento se podrá comercializar como genérico a un precio más razonable. Modifican una o dos moléculas de un medicamento que funciona y lo lanzan de nuevo al mercado. El problema es que este mínimo cambio hecho con la única intención de enriquecer a la compañía farmacéutica puede ser, para los pacientes, fuente de efectos secundarios invalidantes o incluso mortales. Lo que pretendían los laboratorios Merck con el Vioxx, era lanzar al mercado un nuevo producto que sustituyera su antiinflamatorio estrella, porque la patente estaba a punto de terminar”.

Según Forcades,  la gente no es consciente de lo que supone participar en estudios de medicamentos nuevos. A menudo las farmacéuticas hacen estudios en países pobres, en los que cometen grandes injusticias. En primer lugar, porque a los voluntarios que participan solo les dan tratamiento mientras dura el estudio; estas personas que han servido de conejillos de Indias, se quedan sin recibir el tratamiento de un día para otro. La empresa se ha aprovechado de estas personas, a veces niños o bebés, porque gracias a su colaboración, lanza un nuevo medicamento que le reportará grandes beneficios (pero no les asegura que puedan beneficiarse de este medicamento). Además, la compañía puede decidir no comercializar el medicamento en un país pobre porque no le sale rentable, aunque hayan sido los ciudadanos de ese país los que han hecho posible el lanzamiento del medicamento. Todo esto son casos reales.

Existen los comités de ética encargados de velar por la consistencia ética de los estudios, pero los miembros de estos comités, cada vez más, reciben su sueldo de la industria farmacéutica. Una vez hecho el estudio, los resultados deben enviarse a la agencia reguladora. En el caso de Europa, es la Agencia Europea del Medicamento; en Estados Unidos, la FDA. Pero estas agencias son corruptas.
The Big Pharma (el lobby que representa los intereses de toda la industria farmacéutica norteamericana), presionaron a la agencia del medicamento porque creían que tardaba demasiado en aprobar los nuevos productos. Las grandes compañías no querían esperar los diez meses que tardaba esta agencia en pronunciarse sobre un medicamento (porque les retrasaba el lanzamiento del producto y, claro, no ganaban dinero). De modo que dotaron a la agencia con más personal para que pudieran tramitar los permisos con más rapidez. Así, los sueldos de las personas que deben certificar la validez de un medicamento, están financiados por la misma industria que produce ese medicamento.

“La EMEA está financiada en más de un 75 % por la industria farmacéutica. Cuando estudié el caso de la gripe A, descubrí que el grupo de expertos que aconsejaban a la EMEA sobre esta cuestión estaba financiado al 100 % por la industria farmacéutica. Lo mismo ocurre con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recibe más del 50 % de su financiación de compañías privadas y no directamente de los gobiernos, como debería ser. Esta situación es producto de las políticas neoliberales de los últimos diez o veinte años. Hasta entonces los países hacían las contribuciones más significativas a la OMS, pero ahora, son las empresas las que la financian y, ya se sabe, quien paga manda.”, lamenta Forcades.

“Hay presiones y prácticas fraudulentas. Una empresa vendía medicamentos para la anemia y  se dieron cuenta de que las ventas en un hospital en concreto habían bajado. ¿Qué hicieron? Decidieron promocionar una nueva línea de quimioterapia que causaba anemia en los pacientes. Resultado: las ventas de su medicamento se recuperaron. Todo esto no es ninguna hipótesis, es el modo de funcionamiento de esta industria”.

Para Forcades, los tentáculos de la industria farmacéutica cada vez van más lejos, llegan incluso a las facultades de Medicina (sobre todo en los másteres y posgrados); “Cuando denuncié todo el tema de la gripe A, me invitaron a las Jornadas Nacionales de Medicina Preventiva del Estado español, en mayo de 2009 en Cartagena. Al llegar, el presidente de la Sociedad Nacional de Médicos de Medicina Preventiva me dijo que al año siguiente no me podrían volver a invitar, porque dos laboratorios habían retirado su financiación al saber que yo participaría”.

Aunque pueda parecer bien que en tiempos de crisis haya un capital privado que ayude a la iniciativa pública, el problema está en cómo se implementan y quién manda en la investigación (y la empresa privada es la que domina). De este modo, si la investigación toma unos derroteros que no interesan al capital privado, la empresa puede abortarla. Es otro escándalo que se debe denunciar; se regala dinero público a la industria privada, para que promocione sus intereses.

Forcades concluye que la solución pasa por la reivindicación del espacio público. Durante los últimos años se ha desprestigiado la medicina pública y la seguridad social (y está claro que la privatización de la salud no aumenta en modo alguno su eficacia).

“No tiene sentido desmantelar un sistema que funciona. Evidentemente, siempre se pueden mejorar cosas, pero no olvidemos que nuestro sistema sanitario estaba situado entre los mejores del mundo. Hace veinte años, las revistas científicas más importantes no estaban controladas por esta industria. Hace veinte años, las facultades de Medicina eran más libres. Esto quiere decir que la alternativa es posible, y que debemos tomar conciencia de la peligrosidad y de la criminalidad del orden actual de las cosas”.

“Creo que uno de los problemas es que hemos pasado del multipartidismo al bipartidismo, siguiendo el modelo norteamericano de demócratas y republicanos. Pero la cuestión es que negocian entre ellos y hay temas que jamás se abordan. Fingen ser dos polos opuestos, pero todos tienen claro lo que no se debe tocar. Cuando realicé el estudio de las compañías farmacéuticas, me di cuenta de que la industria disponía en Estados Unidos de un número de lobbystas profesionales superior al número de congresistas. La tarea de estos lobbystas era influenciar a los congresistas para que votaran de acuerdo con los intereses de la industria. Además, debemos añadir que en ese mismo país, el 90 % de los congresistas son millonarios. ¿Cómo nos puede representar un millonario o una persona que no está en nuestra misma escala social?”

Forcades alerta también sobre los efectos secundarios de los medicamentos; “Hoy estamos ante una situación en la que cuanto más progresa la ciencia médica, más enfermos estamos. ¿Cómo puede ser que el 90 % de los niños de una clase estén tomando medicamentos?” [Con las vacunas...] Estamos introduciendo virus vivos en los cuerpos de un niños que tienen un sistema inmunitario que aún se está formando. La industria goza del derecho a no dar a conocer la fórmula entera, por lo que no conocemos todos los componentes. Se han dado casos de personas con enfermedades derivadas de los contaminantes de estas vacunas. La vacuna de la gripe también se desarrolla a partir de células cancerosas de riñón de perro. La cuestión es que introducimos el material genético de células cancerosas en el cuerpo de los niños, sin tener estudios a largo plazo sobre sus efectos”.
“Durante mucho tiempo, las vacunas contenían aluminio, un componente asociado a las afectaciones neurológicas. Por lo tanto, si te han estado inyectando esta vacuna durante diez años, puede ser que tu cerebro empiece a estar intoxicado con aluminio”.

“Nos hacemos visitar más, nos sometemos a más pruebas, y estamos más enfermos según las etiquetas oficiales. Otra cosa sería preguntarnos si estas etiquetas son excesivas. Por ejemplo, un poco de depresión en un adolescente, es lo propio de la edad (pero hoy nos dirían que el adolescente padece depresión juvenil y le recetarían un medicamento). La idea de la vacuna, acostumbrar la población a ponerse una inyección de forma sistemática, no me convence. Los padres deben saber que las vacunas infantiles no son obligatorias y que existe el derecho a ser selectivos”.

“No creamos que todo lo que consideramos medicina alternativa escapa de este negocio, porque a menudo está diseñada por una industria que tiene unos intereses muy claros. Además, que se llame alternativa no significa que detrás no tenga a los grandes laboratorios, aunque dibujen florecitas en las cajas. Tanto en la medicina oficial como en las alternativas, hay personas serias y responsables a la vez que personas que solo se preocupan por sus intereses. ¿Qué hacer? Asumir que hay un riesgo y seguir la propia intuición a la hora de decidir. Es importante vivir la relación terapéutica desde la confianza en el profesional, pero sobre todo como un diálogo en el que el enfermo tiene la última palabra”.

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