Resolviendo los misterios del cerebro (2)

Resolviendo los misterios del cerebro (2)

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A finales del 2006, según las investigaciones del profesor de psicología de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, Randall O’Reilly, la actividad intelectual del cerebro funciona como un ordenador.
Los sistemas computacionales funcionan transformando señales eléctricas en estados de encendido y apagado y manipulan de manera flexible dichos estados utilizando interruptores; y este mismo principio ha sido identificado en el cerebro.
Cerebor y ordenador

Según el estudio, las neuronas de la corteza prefrontal, al igual que los ordenadores, también son binarias, y tienen dos estados; activo(1) o inactivo(0). Y el ganglio basal funcionaría esencialmente como un gran interruptor que permite encender y apagar de forma dinámica las diversas partes de la corteza prefrontral.
La universidad de Colorado informaba en un comunicado, que esto contradice la hipótesis de muchos investigadores de que el cerebro no se parece en nada a un ordenador. La corteza prefrontral es el centro ejecutivo del cerebro y da soporte al conocimiento de “alto nivel”, que incluye la toma de decisiones y la capacidad de resolver problemas. Los investigadores creen que esta área del cerebro es esencial para las capacidades intelectuales del ser humano, y que por tanto cuanto más se conozca de él y de su relación funcional con el resto del cerebro, mejor se entenderá la inteligencia humana.

A mediados de septiembre de 2007, según un estudio realizado por investigadores del Instituto Douglas de Montreal publicado en la revista Molecular Psychiatry, se afirmaba que la tendencia a la felicidad depende del tamaño de una pequeña estructura alojada en el centro del cerebro; el núcleo caudado, pequeña zona oculta bajo el córtex, que forma parte de un conjunto llamado ganglios basales. Esta zona del cerebro que aporta felicidad, es más pequeña de lo normal en las personas que presentan un nivel elevado de anhedonia; (falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros).

Estimulación artificial

Un año antes, una empresa israelí desarrolladó una técnica basa en la Estimulación Magnética Transcraneal Profunda, para combatir enfermedades mentales como la depresión, el Alzheimer, el Parkinson, las adicciones, los ataques cerebrales, el abuso de drogas, los daños postraumáticos y la esquizofrenia. Penetrando 6 centímetros por debajo del córtex, tonificaba el sistema de gratificación del cerebro. El sistema fue probado por 35 pacientes, y los resultados fueron alentadores. Nunca hasta ese momento, se había conseguido una estimulación cerebral tan profunda sin provocar efectos secundarios. Hasta ahora, los criterios generales para diagnosticar la anhedonia, era ver como con insatisfacción respecto a sus capacidades y logros, y sus relaciones interpersonales, una persona afronta los acontecimientos de la vida. Con el nuevo descubrimiento se hacía posible un diagnóstico más certero de ciertos tipos de depresión e incluso de detectarla precozmente.
“Creemos que las medidas de actividad y del volumen cerebral son marcadores biológicos fiables para la anhedonia, y para el diagnóstico precoz de otras enfermedades mentales”, explicaba Martin Lepage, profesor adjunto del Departamento de Psiquiatría de la Universidad McGill de Canadá. El estudio identificó con éxito un volumen cerebral subcortical reducido, como señal medible del potencial desarrollo de la depresión o la esquizofrenia.
La conclusión del estudio es taxativa: Regiones subcorticales reducidas, engendran una disminución de las habilidades de experimentar placer. La experimentación con ratas en este campo, ya ha dado resultados sorprendentes. Las ratas teledirigidas o robo-ratas, son ratas normales y corrientes que llevan unos electrodos implantados en el cerebro. Desde el ordenador, el investigador les envía señales para indicarles hacia donde deben moverse. Nada impide a las ratas ignorar las señales que les llegan, pero entonces, las descargas que reciben como recompensa en el centro de placer de su cerebro, también se acabarían. Este experimento demuestra la viabilidad de “estimular artificialmente” el cerebro, lo que plantea un nuevo dilema; ¿Se acabarán aplicando estos avances en humanos (aunque estén sanos), o quedarán relegados a diagnósticos precoces y tratamientos para enfermos con anhedonia.
En Junio de 2008 se anunciaba; “La religión parece responder a patrones neuronales”. Si el comportamiento humano responde siempre a patrones neuronales, también el comportamiento religioso debiera tener sus estructuras neurales propias. Lo que hubiera podido ser una expectativa científica, ha sido comprobado en los estudios de neurología empírica. Cuando el hombre piensa en lo filosófico, en lo metafísico, en lo religioso (y se ve embarcado en emociones que lo conectan místicamente con la Unidad del Universo), se activan en su cerebro ciertas áreas y estructuras recibidas por herencia de la especie. Estas funciones han sido construidas poco a poco desde la evolución del hombre primitivo y pueden estar activadas o inhibidas: pero están siempre ahí, y pueden dispararse en cualquier momento debido a las circunstancias de la vida.
Pero, ¿Responden estas estructuras neurales a la verdad? ¿Muestran que efectivamente Dios existe? Evidentemente no. Podrían ser un error (mutación evolutiva aleatoria) que por necesidad adaptativa se ha extendido. Lo que los hechos neurológicos, e incluso genéticos, muestran, es que lo religioso ha sido y sigue siendo un importante factor que inevitablemente se plantea siempre en la vida. El profesor Dean Hamer, es director de la Unidad de Regulación de la estructura genética en el National Cancer Institute de Bethseda, y a firma que la espiritualidad responde a un mecanismo biológico, comparable al mecanismo que rige el canto de los pájaros (aunque más complejo). Existe una predisposición genética a la autotranscendencia, a través de una proteína llamada VMAT2, que está involucrada en la rotura, a través del MAO (enzima que rompe las monoaminas después de su liberación sináptica), y en el transporte de monoaminas vesiculares. Éstas son neurotransmisores que contribuyen a la sensibilidad emocional. Según Hamer, la VMAT2 está relacionada, primero, con el olvido se si mismo y por tanto de la transcendencia del espacio-tiempo. Segundo, con la identificación transpersonal, Y tercero, con el misticismo o el sentido de lo sagrado y la cap-
Chiste-dios
tación de realidades inefables. Algunos teólogos como John Polkinghome, rechazan la tesis de Hamer aludiendo un reduccionismo genético darwinista que va “en contra de mis convicciones teológicas personales”, según testimonió públicamente. Pero muchos piensan que ha de ser el método científico, el que ofrezca respuesta interpretativa a la actividad cerebral que permite las experiencias místicas. Para algunas personas, existe un conflicto inherente en la relación entre ciencia y fe religiosa. De hecho, algunos científicos, entre ellos el célebre biólogo evolucionista Richard Dawkins, señalan que el conocimiento del mundo natural conduce, de manera lógica, al ateísmo. Hamer también alude a la experiencia personal y al influjo cultural para la experiencia mística. Esto lo corrobora un estudio del McGovern Institute for Brain Research del Massachussets Institute of Technology (MIT) que ha realizado un equipo de investigadores de la Stony Brook University de NY, del MIT y de la Standford University de California. Resumiendo, el nivel de identificación que tenemos con la cultura que hemos vivido no sólo condiciona nuestros pensamientos, sino que también rige los patrones de actividad neuronal.
karma
Los experimentos realizados con personas de ámbitos culturales opuestos (occidental americano versus extremo oriental) han determinado que la construcción social de la realidad que compartimos de forma memética (injertada y ajena a nuestro ser) a lo largo de nuestra vida, produce la actividad de nuestro cerebro. Los occidentales, por ejemplo, no estamos tan acostumbrados a las actividades interdependientes como los orientales, y los orientales, no tienen tan desarrollada su capacidad de actuar autónomamente (con independencia).
La exploración realizada a través de FRMI en sujetos experimentados con tareas visuoespaciales registró actividad en las regiones frontal y parietal del cerebro (zonas directamente asociadas al control de la atención). Dicha actividad era mayor durante la emisión de juicios no-preferidos culturalmente, que durante la emisión de juicios preferidos culturalmente. Pero, como señala Francisco J. Rubia, de la Universidad Complutense de Madrid, si la cultura es un subproducto del cerebro, y estamos de acuerdo en que el cerebro está hecho para la supervivencia, y si el cerebro genera un “yo social” para sobrevivir, entonces, ¿cómo sobrevive el individuo si lo despojas de este “yo”?
En su libro Why God won't go away. Brain Sciene and Biology of Belief, Newberg y D'Aquili, de la Universidad de Pennsylvania, señalaban en primer lugar una zona cerebral (sección posterior del lóbulo parietal) a la que nombran “Área de Orientación y Asociación” (OAA), que es fundamental en la orientación física del espacio y en la consideración de ángulos y distancias; siendo de suma importancia en su desarrollo para los pilotos de aviones y aeroplanos, por ejemplo. ¿Qué ocurre si el OAA no recibe información para activarse? Si no hay información que fluya a través de los sentidos, el Área de Orientación y Asociación no es capaz de encontrar fronteras. Entonces, ¿dónde se encuentra el límite físico del uno mismo el mundo exterior? En ese caso el cerebro no tiene otra opción que percibir que el “yo” es interminable e íntimamente ligado a todo de forma inevitable (y que no existe distinción entre el “yo” y “lo demás”). Newberg y D'Aquili, descubrieron que, cuando se alcanza un estado de meditación profunda, las regiones del cerebro que regulan la construcción de la propia identidad se desactivan. De este modo el practicante de meditación pierde el sentido del propio yo individual ( produciéndose un estado de “paradoxicalidad”: no existen límites entre él mismo y todo lo demás), se superan las dualidades, y se integra en una totalidad única transcendente. Eso se traduce en una caída de la actividad del área de orientación del
libro
lóbulo parietal (que procesa toda la información sobre el espacio y la ubicación del cuerpo físico en él) y en un aumento de la actividad de la región prefrontal dorsolateral de manera inusual. Las imágenes fueron obtenidas a través de tomografía computerizada por emisión de un solo fotón (SPECT).
Es cierto que pueden existir lesiones en el OAA que provoquen esta experiencia. Pero, ¿qué ocurre cuando es una experiencia autoinducida por uno mismo a través de un serio trabajo de largos años de meditación? Estas experiencias serían las que podrían llamarse de identificación transpersonal, según la escala de Hamer. Newberg y D’Aquili consideran que existen cuatro áreas de asociación que manifiestan un protagonismo especial en las experiencias religiosas profundas:

- Área de Asociación Visual
- Área de Orientación y Asociación
- Área de Atención y Asociación
- Área Verbal-Conceptual de Asociación (porque se sitúa en el punto de contacto de los lóbulos Temporal, Parietal y Occipital).

De hecho, el lóbulo temporal merece mucha atención en estudios de estados mentales singulares relacionados con la mística y los estados alterados de la conciencia (ASC).
Tal como lo planteó Michael Persinger, la amígdala y el hipocampo están asociados con el sentido del “yo” en relación con el espacio-tiempo y sus límites, de acuerdo con su memoria y sus afecciones primarias. Persinger también postula la existencia en el lóbulo temporal de patrones de descarga transitorios de las células nerviosas que provocan el fenómeno de “kindling” (aplicación repetida de estimulaciones eléctricas locales en una región del cerebro para establecer una sensibilidad inducida). También postula que la inestabilidad de esta excitación puede provocar experiencias alucinatorias, como la impresión de estar fuera del cuerpo o sensaciones vestibulares, o auditivas (la escucha de Dios, o la hipótesis del genio maligno de Descartes), sea el paciente creyente o agnóstico. Sus interpretaciones vendrán configuradas por el contexto cultural en que está envuelto el individuo o paciente en que esto sucede.
También Newberg y D’Aquili llegan a decir que la mente es “mística por defecto” en el sentido de que se obtienen experiencias religiosas combinando el sistema vegetativo, el límbico, y las funciones analíticas del cerebro. El sistema vegetativo combina la acción vegetativa-sinpática (fundamentalmente desveladora) con la parasimpática (relajadora o quiescente). Todo esto se complementa con los estados emocionales dependientes del sistema límbico (concretamente con la amígdala e hipocampo), muy relacionados con la memoria.

Existen estructuras neurales que, actuando simultáneamente, proceden como algoritmos (de modo similar a los ordenadores), para ordenar la percepción de la realidad y que se activan especialmente en la generación de experiencias místicas. Se denominan “operadores cognitivos” y son las siguientes:

1. Operador holístico: permite ver el mundo como una totalidad. Es posible que esta capacidad mental nazca de la actividad parietal del hemisferio derecho. Un ejemplo sería ver el reloj de agujas.
2. Operador reduccionista: Responde primariamente a la actividad del hemisferio izquierdo. Representa la antítesis de la función holística. Permite dividir el conjunto en partes. Representa la capacidad analítica. Un ejemplo sería ver las agujas del reloj.
3. Operador abstractor: Es el taxonomista mental. Probablemente activado desde el lóbulo parietal del hemisferio izquierdo. Permite la formación de conceptos a partir de la observación de las partes individualizadas. La abstracción para formar conceptos es la base de la generación de la cultura de las ideas.
4. Operador cuantitativo: Es la mente calculadora. Cuantifica el mundo real y también calcula los elementos de supervivencia (distancias, número de elementos, etc.).
5. Operador binario: Esto contra aquello. Capacidad de organizar el mundo físico y sus relaciones. Facultad de elaboración de opiniones y similitudes entre las piezas de la realidad. Está relacionado con la parte inferior del lóbulo parietal, ya que las lesiones en dicha zona impiden realizar estas funciones.
6. Operador existencial: Función de la mente que ofrece la sensación de vivir, de existir o de realidad a través de la información procesada por el cerebro. Nos informa de que lo percibido es real. Probablemente relacionado con el sistema límbico, que nos capacita para asumir emocionalmente la realidad.
7. Operador de valor emocional: El sentimiento consecuente. Asigna los valores emocionales a cada elemento de la percepción y del conocimiento. Este operador preside también nuestro mundo intencional.
La actuación de todos estos operadores genera lo que se denomina “Imperativos cognitivos”. En éstos se encuentran los significados de los mitos y la simbólica metafísica tan importantes para todas las culturas. Son básicos para la interpretación de la realidad y los problemas metafísicos de sentido que esta realidad suscita. De esta manera, minimizamos la ansiedad que genera nuestra existencia y la convivencia en un mundo incógnito. Los mitos, traducidos en doctrinas y prácticas rituales, constituyen arquitecturas mentales imprescindibles sin las cuales no es posible vivir para la mayoría de los humanos. Este fundamento es el que permite que la creación del mito (o mito-cultural), sea un producto de la mente humana orientada al propósito de la supervivencia del individuo y del colectivo humano. Para que sobreviva la experiencia cognitiva que produce el mito, ha de sobrevivir también la transmisión por vía cultural; y esto se hace en forma narrativa, representacional (generador del mundo simbólico) y vivencial (el rito y la normativa socio-cultural). Los lóbulos frontales serían entonces los que capacitarían a los humanos para la creación de una realidad simbólica que sustentaría el equilibrio de la mente y de la conducta adaptativa al medio. Los muchos estudios realizados en conexión con lo que hoy se ha convenido en llamar “neuroteología” o “neurología mística”, muestran el indudable interés que ha suscitado el descubrimiento de la posibilidad del estu-
dio experimental de la experiencia religiosa, que está en la base no sólo de las religiones socialmente establecidas, sino también de la experiencia religiosa de lo “numinoso” no integrada en “religiones”. Además de Dean Hamer, Eugene D´Aquili y Andrew Newberg, son también dignos de atención los estudios de Sam Harris, Robert M. Gimello, Mario Beauregard, Vincent Paquette y Richard Davidson.

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