La libertad absoluta, en el sentido de poder hacer lo que se quiera sin consecuencias, no creo que pueda experimentarla nadie más que un tirano, y ni aún así tiene la garantía de no recibir un castigo… Y a la vez, no podrá ejercerla de modo indefinido, ya que la vejes, la enfermedad y, por supuesto: la muerte, pondrían limites a sus deseos…

pero aquí en verdad no estamos hablando de libertad: Que un individuo, por su posición y recursos, puede dar rienda suelta a sus deseos más oscuros, conlleva que miles de otras personas, su víctimas, no gozarán de dicha libertad… Por lo que nos enfrentamos mas a una perversión que a un derecho…

Lo que he dicho ante sobre “mientras no moleste a terceros de forma directa, ya no así moral”, puede ser muy relativo y espinoso; pondré un ejemplo: un hombre y una mujer se enamoran y se dan un beso apasionado en un parque, un tercero los ve y se “siente moralmente ofendido por esa muestra impúdica de lascivia”, lleva su protesta al congreso, le escuchan, y se termina por prohibir los besos en la vía publica (sueña ridículo, pero hay casos reales de esto en muchos países)

Un beso es un beso, un gesto tan primario que forma parte de nuestros instintos… Si este gesto de amor molesta a un tercero, ¡será porque no la han besado nunca de ese modo!... El daño que pidiese recibir este tercero es irrelevante y circunstancial. Sin embargo, si hablásemos de; por ejemplo, realizar el coito en la calle enfrente de todo el mundo, ahí es comprensible que se penalice ya que, si bien es algo natural que deseamos y hacemos todos, si que puede afectar a un menor, ¡y no por una cuestión moralista!, sino porque la psique de un niño está en formación y no interpreta la que ve del mismo modo que un adulto, pudiendo afectarlo de manera real en su desarrollo (al menos dentro de los cánones actúeles de nuestra sociedad, si se evolucionase hasta un puto en que el nudismo y el actividad sexual no fuesen tabú, distinto sería todo…)

Yo creo que el mayor problema de esta época son las necesidades impuestas que nos atan, aun cuando son simples quimeras, y condicionan nuestra capacidad de elegir…

Pondré un ejemplo estúpido pero real: sale a la venta un nuevo video juego (si no les gusta cámbienlo por un libro, móvil, figura de colección, coche de lujo, ropa de marca… vibrador… ¡es igual!)
No es esencial para nuestra vida, pero lo deseamos y nos obsesiona, creemos necesitarlo, sentimos que, como nuestros amigos y conocidos ya lo tienen, nos estamos quedando “fuera de la sociedad”… Y esta estupidez, tan simple, es una pérdida de libertad de elección.

Muchas veces me sorprendo cuando, hablando del precio desorbitado de algunos video juegos (de descarga en particular, donde no hay costes de materia prima, transporte, comisión de la tienda…etc.) , un compañero de trabajo me dice: “es que ellos tiene derecho a ganar dinero y venderlo al mayor precio posible”.

¡Y claro que lo tiene! Pero yo tengo el mismo derecho a negarme a pagar 70 euros por una descarga, o 20 por un libro digital, formatos que en definitiva dejan a un montón de gente sin trabajo… Tan amaestrados nos tiene que la mayoría no se queja, compra el juego con impulsividad, y cree que no hay otra salida…