(5) Jim Munroe: "Todos de Silicio"
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Doug (II)

-"Un varón de 12-17 años me ofrece un Ganja Lites de Marlboro." Doug inició el audio clip de su reloj, entregando transcritos de la sesión.

-"Ese es uno de los reclamos más pobres que he oido nunca..." se burló el chico.

Doug fingió que no le había oído ya que, más o menos, coincidía con ello.

- "Sabemos que las demografías adolescentes son de "muy" a "extremedamente" propensas a productos con los que no se asocian fuertemente. Y el sujeto era, claramente, el líder de su grupo social."

Esa última parte era mentira, la chica de los rizos era la Alfa, el chico, como mucho, era el Beta; pero ho había forma de saberlo a partir del audio.

Fue como si Lauden leyera su mente.

- "¿Esto se grabó bajo condiciones de trabajo de campo controladas?"

("Maldito Traidor"), pensó Doug.

-"Bueno..."

-"No creo que haya alguna duda sobre la validez de la investigación de Doug Patterson," dijo el Sr. Harris con una risilla. "La cuestión es: ¿qué podemos llevar al cliente con ésto?"

Por el rabillo del ojo, Doug percibió al chico frotarse las manos y asintiendo sabiamente. Doug apretó los dientes por un segundo, fingiendo navegar por sus notas.

- "El vice-appeal y el peligro-appeal no funcionan con clientes mejorados. Pero la gente también fuma para hacer algo más con sus manos, para diferenciarse de la multitud, para hacer una pausa
introspectiva, para puntualizar su personalidad con virutas de humo..."

-"¿Qué haces, copiar lo escrito aquí?" balbuceó el chico.

-"... y eso no cambiará cuando el mercado se mejore. Miradlo de esta forma: el hecho de que su producto sea letal no matará a la industria. Esta transición no es un bloqueo de carretera, es un golpe de velocidad."

Este último trozo era una frase favorita del Sr. Harris y fue recompensado con un suave gruñido de su jefe mientras cerraba sus notas.

Lauden le respaldó. -"Ese es un análisis relevante."

Harris asintió con ojos hieráticos.

El chico estaba sonriendo cuando repasaba la transcripción. Luego se aclaró la garganta.

-"Sujeto A: ¿Qué demonios sabes tú sobre tendencias?, Tío calvo."

Tanto Lauden como Harris soltaron una carcajada. Otro día cualquiera, Doug habría tenido más energía pero hoy tenía que luchar incluso para esbozar una fina sonrisa.

-"Eres una pequeña piraña, ¿verdad?" dijo el Sr. Harris con una sonrisa torcida.

-"Muy pequeña," añadió Doug con tono neutro.

-"Oh, desenreda, ¿quieres?," dijo el chico con una risa vaga que decía: Te tengo contra las cuerdas."Estos viejos. Lo primero que se va es su sentido del humor. Uh, bueno, lo segundo" dijo indicando el pelo.

Más carcajadas de Harris. Lauden bajó la vista hacia la mesa.

-"Acabemos con esto," dijo Harris. "Doug, realmente capto lo que has indicado. Pero hay que considerar la reputación de la agencia. Nos estarìamos poniendo en una posición muy vulnerable si fuérámos la única voz que disiente. El sentimiento que capto de Philip es que están realmente reteniendo sus operaciones de tabaco hasta que puedan encontrar algo para añadir a su rama que sea viable en Frisco."

Doug asintió, algo aturdido por lo mal parado que había salido y en tantos frentes.

-"Me gustaría investigar sobre eso, señor," decía el chico con toda la burla ausente en su voz, todo profesional. "Mis propios hallazgos estaban más en esa línea que los de Patterson."

La sonrisa del Sr. Harris mostró que había notado el peloteo del chico pero asintió con aprobación:

-"¿Porqué no empiezas con eso ahora. Habla con Lauden la próxima semana... Martes, lo más tarde."

Doug se levantó con los otros dos y fue hacia la puerta.

-"Doug..." el Sr. Harris estaba de pie ahora. "¿Cómo vas? ¿Listo para mudarte pronto? Las cosas se están calentando en Frisco..."

Doug asintió sin saber qué decir, tratando de no caminar más rápido que los otros dos.

Harris frunció el ceño.

-"Par..." comenzó Doug, en verdad atragantado, "...un par de cabos sueltos."

Estaba ya en la puerta. Cogió el pomo y tiró despacio de él. "Estaré allí tan pronto como pueda."

Harris asintió levemente.

Doug cerró la puerta con un "clic". Cuando se giró, Lauden y el chico recorrían el pasillo charlando. Lauden miró atrás una vez, le lanzó una mirada de: "Hey, ¿qué puedo hacer?" y desapareció dentro de una oficina.

El TrenCeleste aún estaba bastante lleno en hora punta. Mientras se deslizaba por su pista monorrail, Doug miraba por la ventana un sistema ferroviario aún màs antiguo. Un tren engastado de vagones que parecían latas tiradas a un lado.

("¿Era eso una moda?"), pensó Doug viendo un tejido verde oliva en el patio. Probablemente alguna especie de desperdicio. Era difícil de imaginar a nadie viviendo en el raso, teniendo que llevar una máscara todo el tiempo.

Siguió mirando por la ventana aunque no habìa mucho que ver con la luz atenuándose rápidamente. Era mejor que mirar los anuncios, especialmente desde que la mayoría de ellos eran de paquetes de Usted. Afortunadamente, eran sólo anuncios de banda ancha, incapaces de transformarse con tanta gente a bordo.

Doug cerró los ojos y deseó estar en casa, trataba de imaginarse en el asiento de su sedán, lo intentaba pero fallaba... el parloteo de los anuncios era justo un poco más alto que el traqueteo del TrenCeleste y arruinaba el efecto.

("La muerte y los anuncios."), pensó en un esfuerzo de ahogar su irritación en la filosofía de las dos constantes de nuestra sociedad de libre mercado. ("Quizá los anuncios son más constantes, si mejorar es todo para lo que se es...")

El TrenCeleste entró en una curva cerrada que hizo saltar a Doug y se agarró a la barra con mayor firmeza. Captó a un chico mirándole y le devolvió la mirada hasta que percibió que el adulto que acompañaba al niño le miraba con igual rudeza. El adulto, no obstante, cuando se encontró con la ceja arqueada de Doug, miró hacia otro lado. Tampoco es que no hubiera visto a un hombre calvo nunca. El chico, al menos, tenía una excusa.

Él miró hacia otra parte. Sabía que la mayoría de la gente consideraba su decisión de no regenerar su pelo como excéntrica, en el mejor de los casos, y como negligente, en el peor de ellos, pero hasta que vendió su coche no había tenido que enfrentarse a esta situación diaria. Ahora, con el mierdecilla del trabajo que había llamado su atención sobre su falta de pelo, Doug sintió que su credibilidad desaparecía en la erosión.

Tampoco es que nunca hubiera dudado de que tendría un indisputable buen aspecto intemporal. Incluso cuando se había dado cuenta de porqué había escogido este estilo, el mismo ya no le daba fé, aunque el descubrimiento hubiese sido por otras razones.

Su padre había muerto. De eso ya hacía la mejor parte de un año y él había tenido que ir a verle al hospital después del trabajo. La habitación de olor agrio era lo bastante grande para contener la maquinaria de soporte vital y una silla, sobre la que Doug había pasado muchas visitas de una hora. Desde el segundo ataque, su padre no había sido muy comunicativo. Bueno, no hablaba; y a Doug le dejaba en sus propios pensamientos que, a menudo, se extraviaban en averigùar cuánto le costaba por segundo mantener vivo al decadente hombre.

-"...vete..." había dicho su padre. Sus ojos, aberturas reumáticas, estaban cerrados para Doug.

Tras un momento de complicado shock, Doug se había lamido los labios y respondido: -"...¿tú quieres que me vaya?"

-"¿Porqué te fuiste Pá?" jadeó el viejo.

-"No me he ido, Papá," había respondido Doug.

-"Pá, ¿porque te fuiste?"

Esa había sido la conversación màs coherente que habían tenido en meses. Pero no fue hasta que pasaron por todas las cosas tras el funeral que Doug descubrió que su delirante padre le había confundido con su abuelo.

-"Cariño," había dicho Cheryl entrando en el sótano. Ella se había encargado de separar del montón decadente de fotos impresas las que valía la pena escanear. "¿Este es familiar tuyo?"

Él había mirado en la caja que estaba clasificando y había cogido la foto de Cheryl. Su abuelo estaba en mitad de un solo de saxofón, con aspecto suave y elegante. La sólida cabeza redonda con una bien cuidada orla de monje tenía sustancia, dignidad.

-"Sí..." había dicho él. "No la he visto en años."

Cuando la había visto, él era un niño. No había reconocido los rasgos de familia al principio, asumió que era de alguien famoso. Cuando su padre le había contado quién era, el glamour del descubrimiento le había emocionado. Las descripciones abruptas y de rechazo de su padre, simplemente, habían profundizado el misterio.

El TrenCeleste se detuvo en la Calle Main. El Mundo Científico y un montón de gente salió, incluyendo a la familia de mirones. Doug tomó un asiento e ignoró al niño que le señalaba por la ventana y que, naturalmente, atraía la atención de aquellos que acaban de entrar.

("Rufián.") Doug sintió su mandíbula apretarse y se forzó a relajarla.

Aparentemente, él apretaba los dientes al dormir según su dentista; y a veces se preguntaba si esto indicaba ansiedades tan profundas que sólo emergían en los sueños. Tomó nota mental de preguntar a su dentista si esto se había incrementado, ahora que sus ansiedades vagaban libremente por su conciencia a todas horas del día.

Harto de ver el centelleo de las luces adelante y atrás fuera de la ventana, sus ojos rondaron curiosos a los otros viajeros. Todos, excepto algunos pocos, estaban viendo vídeos emitidos por sus relojes. La mujer de mediana edad frente a él estaba particularmente inmersa, con su boca levemente "in ágape". Pestañeó y Doug captó una visión invertida de pornografía tipo-sobre-tipo que se emitía hacía las retinas de la mujer. Bajó la vista rápidamente a su propio reloj.

("Eso te pasa por fisgonear, Doug, viejo amigo.")

No seleccionó nada para ver puesto que ya estaba cerca de casa y había perdido esa, aparentemente, habilidad psíquica que los habituales del TrenCeleste tenían para prevenirles de pasarse su parada. Cuando era joven, por supuesto, la había tenido, así como una misteriosa capacidad para predecir dónde aparecería el siguiente asiento libre. Había perdido un montón de instintos desde entonces.

Desde que entró en su primer coche a los 17, un vehículo propio del prodigio de la agencia y vendió su coche antes de que el culo quedara totalmente fuera del mercado a los treinta y siete, no había ocurrido gran cosa. Veinte años habían pasado en una cómoda, aunque no rica en emociones, burbuja. Oh, había tenido sus momentos: el nacimiento de su hija, la muerte de su padre, excelentes contratos y, mayormente, esos pequeños momentos acoplados con la seguridad habían sido suficiente estímulo para él y Cheryl. Pero ahora, esa seguridad era tan baja como su cuenta corriente y se preguntaba si había vivido una vida demasiado conservadora. . .

La puertas se abrieron, sobresaltándolo.

("¿Era ésta?, ¡Sí!")

Salió afuera y se movió con la corriente a través de las plataformas. Unos cuantos bajaron la escalera aquí, buscando sus máscaras antes de salir a la noche, pero Doug paseó por un camino demarcado. Le encantaba el camino de cristal, especialmente de mañana cuando relucía con el sol, con las nubes encima, a salvo del torrente del tráfico inferior. Le encantaba cómo, si llegabas a tiempo, se podía ver el TrenCeleste planeando desde las colinas y llegar justo a tiempo para dejarte en la parada. Había algo que Doug encontraba intensamente satisfactorio en aquello: le ayudaba a iluminar la amargura que sentía por la pérdida de su coche.

("Quizá pueda comprarme uno usado. Ese chico dijo que consiguió un Camaro por $150.")

Pero Cheryl había estado esperando mudarse desde Agosto, cuando vendieron los coches y entendería la compra de otro como una prueba de que se quedarìan en la ciudad. Ella, entonces, querría también un coche para ella y Olivia. Probablemente otro de esos ridículos SUVs 6x6 que seguían cultivando cada año. Doug
podía contarle que era un coche inútil sin protección pero la madre que había en ella miraría el frágil cuerpo de Olivia y optarìa por el marco reforzado de titanio.

Doug caminó dentro del vestíbulo del condominio y esperó el ascensor. En la superficie reflectante de las puertas, observó su ligeramente arrugado traje con desaprobación. Otra señora algo familiar se unió a su desvelo de ascensor antes de que pudiera plancharse un poco el traje.

-"Parece como si pasara mi vida entera dentro de estas cosas," dijo la señora.

-"Mmm," dijo Doug.

El ascensor llegó. En el trayecto, un anuncio de Usted comenzó un exagerado bostezo.

-"¿Hay algo más aburrido que transportar su carne de un lugar a otro?"

-"¡Nop!" dijo alegre la señora, riéndose de ella misma.

Doug puso una educada sonrisa y la miró, confiando en que ella sólo fuera habladora. Observó el indicador de planta esperando a que apareciera su número. El anuncio siguió zumbando.

Al fín, el ascensor deceleró. Justo cuando se abrieron las puertas, tanto el anuncio como la señora dijeron:

-"¡Hágalo por Usted!"

La pomposidad de su tono y el falso tono del anuncio se combinaron de forma nauseabunda, pero Doug no se giró. Sabía exactamente lo que vería: esa mirada mitad disculpa mitad satisfacción.

Aunque ella era, probablemente, una freelancer, incluso los hombres reclamo profesionales tenían esa mirada. No era vergüenza real pero era efectiva desactivando la ira. Excepto que Doug no estaba tan enfadado como aturdido.

Doug caminó por el pasillo absorbiendo la experiencia, filtrándola. Tratando de ignorar el sudor frío que había brotado de su frente, el gusto metálico en su boca. El hecho de que había ocurrido en su edificio era mala señal.

("¿Cómo había entrado ella aquí?", ¿Podría ser en verdad una residente?")

Las cosas se estaban volviendo desesperadas.

Quedó de pie frente a la 1712, preguntándose si debería contárselo a Cheryl. Sujetó el pomo, esperó a que las cerraduras se abrieran, un pensamiento corrió por su mente.

("Tenemos que salir de aquí.")

* * * * *
CONTINUARÁ