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La Sombra de la Nave Nodriza (3/4)
por Cory Doctorow
(Shadow of the Mothaship)
Traducción Casera: Sirius
(Homemade Translation)
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Las llamas lamen y escupen y la casa se arrodilla lentamente en escenas majestuosas. La mitad de atrás se colapsa primero, un añadido baratito cincuenta años más joven que el resto de la casa. El porche frontal le sigue y envía una constelación de ascuas asustadizas hacia los asadores de marshmallows, que se golpean unos a otros los abrigos hasta que todos quedan apagados.

Como el residente tullido que soy, me abro camino hacia una de las sillas de la cocina y la mantengo en ángulo para encarar el calor. Me siento tan cerca que parece que mi cara está ardiendo y la giro para sentir la deliciosa brisa helada.
Ahora las llamas están en el tejado y me encuentro en mi mundo interior, observándolas.
Danzan hacia el espacio y siento una emoción deliciosa mientras me doy cuenta de que los bugouts no están allí, que los bugouts no nos observan, que se llevaron a mis padres y mis problemas desaparecieron.

Daisy Duke rompe mi ensueño, tiene puesta una máscara de sky y la boca llena de marshmallows gomosos. Tiene dos marshmallows más en uno de los guantes de ciclista de sólo tres dedos.

-Mmm. Marshmallomanía, digo.

Tienen esa piel dura carbonífera y el interior pegasoso que está lo bastante caliente para escaldar mi lengua. Me GUSTA.

-Casi Año Nuevo, dice ella.

-Aaajá.

-¿Tienes planes?, pregunta.

-¿Y tü?.

-Claro, dice ella.

Y yo, honestamente, no puedo imaginar lo que esta persona perfectamente equilibrada pueda tener que planear.

-Tú primero, dice ella.

-Voy ir a que me arreglen la rodilla.

-¿Sólo ESO?.

-Aajá. El resto lo tocaré de oído. Quizá encuentre algunos mandamases del Proceso que zurrar.
¿Y tú qué?.

- Arreglar las cañerías escaleras arriba. Llenar de espuma la casa entera. Cocinar una vez a la semana.Enseñar auto-defensa. Asegurarme de que te curas la rodilla.

Y, de pronto, ella parece ser VIEJA de verdad aunque sólo tiene veinticinco, sólo tres años mayor que yo.

-Oh, sí. Muy bueno.

-¿Tienes OTROS planes para el año próximo, Maxes?.

-No, nada especial.

Siento una punzada de ansiedad libre de carga.

-Quizá intentar ganar algo de dinero, ayudar por aquí. No lo sé.

-Tampoco te preocupes por eso. Tony puede llevar esta casa pero yo soy quien la encontró y digo que te puedes quedar. Sólo que no quiero ver que...

Hizo una pausa para tragar.

-ya sabes, malgastas tu vida.

-Ni siquiera he llegado a pensar que iba hacia ESA lìnea. Estaré bien. Algo saldrá y descubriré lo que quiero hacer. No te preocupes por mí.

Inesperadamente y fuera del limpio humo naranja, ella me abraza y me susurra al oído, ferozmente.

-Yo SÍ me preocupo por tí, Maxes. Yo SÍ.

Entonces Bunny la golpea en la oreja con una bola de fango y ella se lanza en un perfecto giro en tierra, recogiendo nieve en el camino para el contraataque.
* * * * *
Tony el Tigre ha estado de pie a mi lado un buen rato pero sólo ahora me he dado cuenta. Él me ladra su ¡Jah!, marca registrada.

-¿Como va la rodilla?.

-Muy hinchada y fea.

-Ya. ¿Cómo va el cerebro?.

-También.

-Ya doble.

- ¿Tienes planes para el Nuevo Año, Tony?

-Retocarme el bigote. Montar un jardín aquí, donde estaba la casa del vecino. Hacer pesas por las mañanas, trabajar la parte superior del cuerpo. Llenar de espuma la casa. Abrir las habitaciones del sótano, traer más amigos. Pillar una cámara y empezar a grabar las reuniones en la casa. Empezar un e-zine para conectar con otros escuadrones. Algunas cosas más.

-¿Y tú?.

-No preguntes, dije sin querer humillarme de nuevo.

Él me malinterpretó.

-Bueno, con calma, si se hace muchos planes, se intenta y eso es lo que cuenta.

-Aajá.

Sienta bien que te sobreestimen para variar.

Tony solía trabajar en el departamento de servicio al cliente de Eatons-Walmart, el grande en
Dundas y Yonge donde estaba antes el Centro Eaton. Le ofrecían promociones a menudo y él las rechazaba. Le gustaba estar allí actuando como un guía a través del laberinto burocrático en el que había que navegar para obtener una devolución de la mierda hipercara y peligrosa que vendìan.

Era como si hubiera esperado treinta años hasta tener la oportunidad de agarrar un megáfono y organizar una liberación-desastre.

La del vecino ya no es reconocible como una casa. Algunos se ponen a cantar villancicos. Luego queda tonto y empiezan a cantar palabrotas y yo me uno a ellos cuando se lanzan con el Jingle Bells, traducido en la jerga del Proceso.

Regreso al fuego y me pierdo entre los parpadeos y no vuelvo a gritar. Jódete, Papá.
* * * * *
Alguien sablea una gran minicuba de espuma llena de whisky y otro aparece con vitamina C masticable empapada con algo y la casa sigue ardiendo.
Media hora después, Tony el Tigre aparece por la puerta de servicio con la nariz roja. Tiene la manguera en una mano, el guante congelado de devolver bolas de nieve. Estoy cerca de la puerta, temblando, y me sonríe, sacudiéndose las ascuas.

Le cojo sus guantes y los añado a la pila que gotea a mi lado. Cojo la cuba de espuma con whiskey y se lo paso.

La noche pasa en el calor de veinte cuerpos sudorosos, borrachos y de speed y yo cojeo desde el meadero hasta el whiskey, hasta que el whiskey se acaba y el meadero está nadando por la mala puntería de otra gente. Luego me establezco en la esquina de uno de los harapientos sofás en el locutorio, cabeceando un poco y sonriendo.

Alguien me despierta con un fuerte beso de whiskey ahumado en la mejilla.

-¿Cómo puedes dormir yendo de speed, Maxes?, Daisy grita en mi oído.

No suelo verla tan suelta pero le pega.
Ese parpadeo esta en estróbico permanente y ella lleva un sportsbra, shorts de ciclista y rebota en el cojín siguiente.

Me estiro la ropa.

-Sólo es suerte. El speed me golpea fuerte, luego me deja caer como un yunque. Mis párpados son como pesas.

Ella serpentea hacia mí. Incluso estando completamente colocada es cuidadosa con mi rodilla. Cautamente, pongo un brazo alrededor de sus hombros. Está empapada en sudor.

-Tu Papá debía de ser como un grano en el culo, ¿eh?, balbucea ella en un tono adrenalítico y los müsculos bajo mi mano se tensan.

-Sí, tenlo por seguro.

-No puedo imaginarlo. Quiero decir, solíamos verlo en el tube y gruñir cuando los bugouts llegaron; y dijo a todo el mundo que él había sido invitado a explicarles porqué deberían admitir a la humanidad en la Federación Galáctica. Nos partimos el culo de la risa. Mi hermana, ella tiene treinta, está en algún lugar del oeste. Creemos que en Winnipeg, quizá. Tenía un novio en el instituto que acabó allí...

Le lleva cuatro horas más ventilar fuera todo eso y creo que debo estar tomando un alto nivel de contacto con ella porque no estoy ni remotamente cansado. Eventualmente, ella acaba con su cabeza en mi regazo y puedo sentir mi ropa deslizarse bajo ella y estoy seguro de que mi polla está colgando a la altura de su pelo pero nada de eso importa. No importa el tiempo que pasemos sentados allí. No tengo calambres en la espalda ni en mi rodilla y, para cuando los dos caemos dormidos, creo que, quizá, esté enamorado.
* * * * *
Debería haber pasado la noche en mi cama. Despierto casi veinte horas después y siento como si la rodilla se hubiera partido en un millón de trozos, lo cual es cierto.
Despierto con un grito, aguanto el aire, grito de nuevo y Daisy esta despierta y agachada a mi lado en un flash. Tony llega un momento después y me llevan a la cama.
Paso el Año Nuevo allí, tras un muro de codeína. Daisy sumerge un dedo en su vaso de burbujeante champán y toca mis labios a medianoche.
* * * * *
Engullo cuatro tabletas de codeína antes de levantarme, mi dosis normal.Feb se nos hecha encima, tan apestoso y oscuro como la porquería que rodea el váter pero yo acentúo lo positivo.

Cuando consigo bajar las escaleras, Tony está a pleno derviche, ayudando a descargar un palé saqueado de pan fresco marrón sacado de la parte de atrás de alguna panadería. Me sonríe su marca registrada cuando entro en la cocina y le respondo con otra sonrisa.

-¡Coo-mii-daa! dice, arrancando el talón de una hogaza y lanzándolo en mi dirección. Media docena de compañeros de casa, recién llegados, cuyos nombres no he pillado aún, ya están sentados a la mesa, metiendo sus caras.

Alcanzo el comunicador de mi bolsillo y grito:

-¡Sonreid!

Y hago una foto. Luego la grabo en la carpeta que estoy usando para los archivos del e-zine.

-¿Cuál es el comentario?, dice Tony.

-Man oh manna, digo.

Como la hogaza de pan, luego entro en la habitación que Daisy llama la Carnicería de Pantry, esa que uso como oficina, y cierro la puerta. Nuestro e-zine, Asiento/Giro, fue pasando de ocasional a diario cuando dominó tras el Año Nuevo y yo comandaba una oficina en la que trabajar. Aparentemente, es de rigueur leer durante el café en Copenague.

No importa. Lo que importa es:

1) Puedo pasar el día entero en mi oficina sin que nadie me recuerde que tengo que tomar una pastilla.

2) Cuando salgo, Daisy Duke es siempre la primera que está allí, cogiendo mi comunicador y devorando las propuestas aprobadas con ojos hambrientos.

Empiezo a organizar los asuntos del día, pegando las fotos de Tony y Daisy bajo la cabeza del mástil.
* * * * *
Estoy en un patio frente al puerto con una jarra de shandy al frente, sombras oscuras y un pin de la confabulación en mi rodilla para cuando la madre nodriza regrese.

Recibí la cura en Febrero, me escabullí y dejé una nota para que Daisy no insistiera en ser noble y me acompañara, mintiendo sobre mi nombre y acampando durante una semana fuera de Urgencias en el recièn recapturado Hospital de la Facultad de Mujeres.

Daisy me besó en la mejilla cuando volví a casa y Tony hizo venir a todo el mundo para contemplar mi nueva rodilla. Mientras estuve dentro, alguien había puesto en orden los asuntos del Proceso y un trust gubernamental había dejado una nota para mí. Recibí unos cincuenta dólares y compré un billete de avión para unas bien merecidas vacaciones en Honduras. Traté de llevar a Daisy pero tenía cosas que hacer. Tomè el sol en la playa hasta que aparecieron los melanomas, luego, a casa de nuevo para encontrar que la casa estaba precintada como escena de crimen y Tony el Tigre y Daisy Duke seguían desaparecidos durante un mes de histérica búsqueda.

Así que, ahora, en el primer precioso día de primavera tras un maldito y gris invierno de dolor y confusión, trabajo en mi bronceado y bebo cerveza y limonada hasta que las sirenas suenan y el tráfico se detiene y cada receptor está en el dial del Sistema de Emisión de Emergencias:

ESTO NO ES UN SIMULACRO

Desdoblo mi comunicador. Hay un zumbido provocado por la nave nodriza, revoloteando del ocaso al alba alrededor de nuestra roca. La pista de audio está sonando, pero sólo es cháchara no una transmisión de la madre nodriza. Lo apago.

El mundo no respira de nuevo.
* * * * *
La primera transmisión llega tarde. Hablan un inglés perfecto y español y cantonés y navajo, basta escoger un canal. Y usan a un bello contralto bugout como un reportero de noticias que comenzara como cantante de ópera. Como un tirano romano orando a sus súbditos.

Se me revuelve el estómago y bajo el comunicador antes de que se me caiga, enjuago algo de shandy y miro el lago Ontario, que es de un azul preternatural.
Gaviotas, ratas con alas, circundan el cielo.

-Gente de la Tierra, dice el cantante de ópera-noticiero.

-Nos alegra volver. Debíamos llevar a cabo una tarea cuya naturaleza era...compleja. Sentimos cualquier preocupación que ésto haya podido causar.
Hemos llegado a un verdicto.

-La Dama o el Tigre, casi digo yo.

¿Nos vamos a unir a la ONU bugout o nos van a vaporizar?. Me sorprendo a mí mismo apagando el comunicador, cubriendo con un mantel la mesa y las jarras y marchándome de allí antes de oir la respuesta.

El sonido de los claxons me dicen cuál es. Más altos que cuando los Jays ganaron el banderín. Timbres de bicicleta, megáfonos de aire, claxons, silbidos. Todo el mundo sonríe.

Suena mi comunicador. Lo escaneo. Papá y Mamá han vuelto a casa.
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