HARAPOS -Joder, un indigente está durmiendo dentro -dijo uno de los jóvenes. -Da igual. Entra y saca dinero porque no hay más cajeros cerca de aquí -contestó el otro mientras abría la puerta de la sucursal bancaria. -¡Aparta! -le empujó con la pierna, repetidas veces. -¡Vamos, borracho! -el amigo dio una patada con fuerza al harapiento al ver que no despertaba. Y siguió golpeando, hasta que éste se levantó del suelo de cartones para cambiarse del sitio con la manta mugrosa. -Hola, hijo mío ¿por qué no vienes más a menudo a verme? -habló el indigente. -¿Es tu padre? -reía uno de los jóvenes, pulsando la pantalla del cajero. -¿Pero qué dices, loco? -le escupió el otro. -Claro que eres mi hijo -balbuceó el indigente-, compré los servicios de tu madre en la calle de la Montera. El joven que recogía el dinero del cajero comenzó a reírse ante el enfado del amigo. -Y también pagué por los favores de la tuya -señaló al otro, después de dar un generoso a la botella que había cerca- ¡Fue un dos por uno! -aclaró. Los jóvenes le golpearon hasta que se hartaron. Luego abandonaron el lugar, hacia los locales de copas cercanos. Aquel harapiento algunas veces dormía cerca de la Iglesia, era la forma más segura de encontrar monedas en su lata al despertar al medio día. Tuvo que buscar una desconocida porque en otras más populares se juntaban los indigentes y resultaba difícil recibir limosna de los feligreses o transeúntes. Lo hizo durante mucho tiempo. Fuera cual fuese la estación del año, estaba allí plantado, en las escaleras de piedra que conducían a la puerta de entrada. Lo único que le interesaba del lugar era que sacaba lo suficiente para comprar alcohol. La única fe que le hizo sentir bien hasta que alcanzó la vejez. Se aseaba en los alberges, sólo si apestaba sobremanera, e iba a los comedores sociales, si no rebuscaba restos de alimentos en los contenedores de basuras o papeleras. Cogía las colillas de las marquesinas y se sentaba a fumar tranquilamente, ante la mirada asqueada de los pasajeros que esperaban el autobús de línea. Hablaba con los gatos y a menudo perseguía a las ratas en los lúgubres callejones de Madrid. Cuando vagabundeaba la gente se apartaba de él, sobre todo en las calles comerciales. Las noches de luna llena aullaba sin descanso en algún banco del paseo de la ribera del Manzanares o hasta que los vecinos de la desafortunada calle en particular llamaban a la policía, que después de pedirle la documentación, reclamaban la atención de los servicios sociales. -¿Hoy hace mala noche, eh? -dijo el joven voluntario al entregar la manta al indigente que estaba sentado en los cartones-. Siempre que hay luna llena, venimos a visitarte. -¿Has visto que luna tan hermosa? El astro está grande y anaranjado, como mi planeta. -Claro -miró de reojo y sonrió a la compañera que sostenía el termo de café al lado-. Te hemos traído algo de comer en la bolsa. Bebida caliente para que lleves mejor la noche de invierno, también. Aunque si quieres, te podemos llevar al alberge más cercano y puedas dormir en condiciones, en vez de estos cartones… mojados. -Es orín -aclaró, el anciano demacrado de barbas sucias y gorro de lana-. Dame café -solicitó entonces a la joven pelirroja que llenó el vaso para entregárselo. El harapiento lo sostuvo con una mano temblorosas, con la otra cogió la botella que había cerca y echó un generoso chorro en el café humeante. La miró fijamente, sin articular palabra, mientras sorbía ruidoso y de seguido. Se detuvo de repente. La sonrisa le arrugó el rostro con infinitos surcos, mostrando la dentadura mellada-. Tu pelo color fuego, me recuerda tanto a ella… a mi hija… -Y ese planeta tuyo, cómo se llamaba… Gamba… -interrumpía el muchacho. -Gauma -corregía la niña pelirroja, desaprobando la broma con la mirada seria. -Eso. Ahora recuerdo la vez anterior que te atendimos -inquiría de nuevo-. He buscado en Internet y si galaxia de Andrómeda está a 2,5 millones de años luz ¿entonces has recorrido ese espacio para vivir aquí en la calle, no? -Lo siento… Perdóname… -desvariaba el anciano de grandes ojos ovalados-. Huí de la batalla espacial contra la flota del invasor extraterrestre. Deserté del ejército ¡No soy más que un cobarde! -gritó- ¡Un miserable! Me pudo más el miedo a esos Xenomorfos inteligentes que cumplir con mi deber. No quería morir. En el anillo de asteroides realicé un salto al hiperespacio. Abandoné mi familia y hogar a su suerte -empezó a sollozar, un hilo de saliva cruzó sus labios mudos y sin aliento. -Seguro… Xenomorfos… -reía el joven de gafas gruesas, dando palmadas-. Pues para haber viajado a la velocidad de la luz, te conservas muy bien. -Joven primate, los destructores estelares y naves de combate de Gauma son la envidia de muchas civilizaciones. Nuestra flota es la punta de lanza de la Coalición de sistemas planetarios contra los malditos Xenomorfos de la Nebulosa oscura ¿Velocidad luz? -empezó a toser y escupir saliva-. Eso pertenece a la prehistoria. Desde hace muchos siglos utilizamos los M. A. G. (Motores de Agujeros de Gusano) y hemos colonizamos las estrellas. Descubrimos la Tierra tamibién, sin manifestar nuestra presencia, y para nada nos interesa vuelta cultura de bárbaros. -Vale, lo que tú digas, viejo loco -se puso en pie-. Vamos Cristina, hay otros casos que atender. El mendigo después de apurar el vaso, se acostó en los cartones y tapó con la manta, junto a los contenedores llenos de basura de la calle solitaria. Dos días más tarde el cielo estaba encapotado y llovía con fuerza. El harapiento, visiblemente borracho, fue dando tumbos por el centro comercial de Príncipe Pío. Se detuvo en una papelera, enfrente de las taquillas de los cines, se bajó los holgados pantalones de pana y meó dentro, canturreando a viva voz. El personal de seguridad al momento le acompañó fuera del edificio y estuvieron con él hasta que acudió la policía. Poco más tarde, llegaron los mismos voluntarios de asuntos sociales. -Gauma… -desvariaba de nuevo, mirando a la joven pelirroja, cuando le atendían a resguardo de la lluvia-. Ahora comprendo mi error. Si pudiera recuperar el honor y limpiar el nombre de mi familia ¡Lo daría todo! Menos mal que mi mujer murió en el parto y no se pudo avergonzar de mí -la tos seca le hizo escupir sangre por la boca-. Sin embargo, tengo grabado a fuego en mi mente la imagen de mi padre y hermano, digitalizada en la pantalla del casco de piloto. Su expresión de decepción en el instante que supieron de mis intenciones, estando las naves en formación, dos días antes de la batalla. A pesar de haberme licenciado en la Academia Militar con honores… paradójico ¿no? -Señor estrellado -habló el joven-, perdón, de las estrellas, pero si la batalla espacial ya ha sucedido ¿qué honor va a recuperar? -Joven primate, mi nave de combate genera un agujero de gusano. Es capaz de navegar por el espacio-tiempo y con los conocimientos adecuados se puede modificar uno de los dos vectores. -¿Qué dice? Su nave son cuatro cajas de cartones con tetrabrik de vino tinto y bolsas de basura alrededor. -No. Es de lo mejor de la infantería espacial -alegaba con orgullo-. Un robot transformable de última generación. -Lo que quiere decir -contestaba Cristina- es que podría alterar el tiempo ¿cierto? -Chica lista -sonreía el harapiento. -Señor estrellado, entonces por qué no han manipulado el tiempo en beneficio de la guerra con las criaturas alienígenas -expuso el joven con enfado-. O mejor aún, si ya se sabía del futuro ¿por qué no eliminaron el pasado? -Primate, la física tiene sus propias Leyes -balbuceaba-. Ahí está la mano de lo que vosotros llamáis Dios. Su sentido del humor. Cuando huí de la batalla final contra los Xenomorfos, en realidad el salto al hiperespacio no fue aleatorio, programé en el navegador estelar la Vía Láctea, a sabiendas del planeta Tierra. Supuse que para entonces la raza humana ya habría desaparecido a causa de la Tercera Guerra Mundial y tendría un yermo post apocalíptico para mí solo. Pero no fue así. El cálculo erróneo del vector del tiempo me trajo a este pasado en el que aún no ha sucedido. Gasté las células de energía. A la nave sólo le queda una más para realizar otro salto. Y no la he utilizado... por si... yo... -¿Holocausto atómico? -dijo Cristina- ¿Cuándo? -Dentro de un año empezará el comienzo del fin. Si te prestaras a la misión, mi nave de combate puede habilitar tres asientos más, aparte del piloto, y te daría un salvoconducto a Gauma. Allí tendrías una oportunidad. Aquí estáis condenados. -Disculpe -le sacaba el pelo con la toalla-, pero en el supuesto de que quiera recuperar su honor -le seguía la corriente con interés- ¿cómo adquiero esos conocimientos y la formación militar para pilotar su máquina? -Cabellos de fuego -el harapiento se refería a ella así-, no te culpo, si no quieres hacerlo. La responsabilidad de la cobardía es sólo mía. Si lo aceptas -echó mano del sucio abrigo tres cuartos para sacar algo del bolsillo. Abrió la mano, mostrando pastillas, una de color violeta intenso y otra azul eléctrico- y te la tomas, la nanotecnología de la primera hará que utilices el cincuenta por ciento de tu cerebro y la segunda cápsula descargará toda la información necesaria. Tripularás entonces la nave de combate a la galaxia de Andrómeda, un día antes de la batalla espacial. Después de presentar mis credenciales a nuestro Embajador y dejar a tu familia a salvo en el planeta Gauma, lucharás por mi honor. -¿Qué la está ofreciendo, viejo asqueroso? -exclamó el joven- ¿Droga? -sin pensarlo dos veces, le dio un empujó que le tiró al suelo-. Ni se te ocurra tomar esa porquería, Cristina ¿Pero no ves que escupe sangre por toda la mierda que se toma? Si está majareta. -Señor, deberíamos llamar a una ambulancia para que le echen un vistazo -contestó la joven pelirroja mientras le tendía la mano para levantarle del charco. -No quiero hospitales. Tampoco ayuda -replicó el anciano de grandes ojos ovalados- ¡Toma! -ofrecía de nuevo las pastillas. Se levantó a duras penas y se marchó, dejando a los jóvenes voluntarios allí plantados. Caminó bajo la lluvia hasta que llegó al semáforo que también regulaba el paso de peatones del Paseo de la Florida, pero no se detuvo y lo cruzó en rojo. Un autobús se lo llevó por delante, lanzando el cuerpo por los aires, cayó en la calzada. El harapiento quedó inerte en el sitio, entre los gritos de los transeúntes y Cristina que aterrorizada se tapaba la cara con las manos. Tras haber declarado a la policía y esperar a que el juez levantara el cuerpo, Cristina marchó a la boca de metro. Fue al intercambiador de Moncloa y allí esperó al autobús que le llevó a Majadahonda. Caminó las calles arboladas en estado de shock hasta que llegó a la urbanización residencial donde vivía. Entró a su casa unifamiliar y se sentó en la cama, con el abrigo puesto y la mochila, sin recordar si quiera si había saludado a sus padres. Una frase colmaba su mente, mirando las pastillas de colores intensos en la mano: “Si tomas las pastillas, mi nave con corazón de robot de infantería vendrá a buscarte. Lucharás por mí y por ti. Porque en este planeta la raza humana está condenada. Mi redención será tu salvación, cabellos de fuego”
Última edición por Blasero1; 02-Oct-2014 a las 18:26
Esta historia es aún más extraña. Saludos!!!!
La proxima que un vago me ofresca pastillas las aceptare
Twiter: @herreiere Mi blog:cerdovenusiano.wordpress.com Toda critica es constructiva, excepto la destructiva
Quién sabe...
Iniciado por herreiere La proxima que un vago me ofresca pastillas las aceptare ...y a mí que me educaron diciéndome "no aceptes nada de extraños" pff! de lo que me puedo perder hahaha! Me gusto! Si yo tuviera esas pastillas… jeje esas pastillas me recordaron la película “Sin límites” de Neil Burger XD
Nada de aceptar pastillas de colores o te perseguirá un colibrí giganteeeee. No, en serio, muchas gracias por la lectura y opinión. Saludos!!!!
Las apariencias engañan. Muy chulo el relato. El climax está en su justa medida. Además este es uno de esos relatos de cifi que empiezan de forma distinta pero que acaban no del todo resuelto así que puedes imaginarte si ella al final decide hacer ese viaje a Andrómeda. Saludos y gracias.
http://www.fantasiailustraciones.blogspot.com
Muchas gracias por la lectura y comentario. Saludos!!!!
El relato tiene todo mi apoyo.
Muchas gracias!!!
There are currently 1 users browsing this thread. (0 members and 1 guests)
Reglas del Foro
Redes sociales