¿LIBRE ALBEDRÍO O AUTOENGAÑO CONVENIENTE?

Citando Ortega y Gasset con su popular “Condenados a ser libres”, solo puedo decir;

“Si estás condenado a algo, eso ya no es libertad”.


Voy a empezar diciendo que para mi “no somos dueños de nosotros mismos”.


Es decir, que las circunstancias existenciales que se dan en la realidad que estamos viviendo (la que ocupamos), condicionan irremisible y completamente todo cuanto hacemos.

El porqué hacemos algo o dejamos de hacerlo, debe buscarse por tanto en la causalidad (los acontecimientos precedentes, contemporáneos, e incluso futuros, que nos han hecho, nos hacen, y nos harán como somos).


En verdad, si tuviésemos el conocimiento de absolutamente todos los factores que determinan nuestro comportamiento (información procesal que para resumir etiquetamos como “azar” debido a su extensión desmesurada e imposibilidad de “sensorizar” completamente por nuestra parte), nos daríamos cuenta que todo cuanto hacemos se debe a “algo que queda fuera de nuestro alcance perceptivo” (seamos conscientes o no de ello, y aunque nos auto-engañemos pensando que lo sucedido depende de nosotros mismos y es fruto de una elección personal).


Porque... ¿el azar verdaderamente existe, o lo que existe es la incapacidad por conocer todos los entresijos causales y deterministas que hacen que las cosas sucedan del modo como se dan?


En el caso humano, yo digo que son los estímulos recibidos por el cerebro (y su tipología), lo que desencadena en ti una acción concreta.


Es decir, que el “proceso” que determina lo que hacemos no es de yo a lo demás; yo elijo, y en consecuencia hago... “lo que quiero”, sino de lo demás, a mi; en base a lo que hay, hago... “lo que puedo”{y se ejecuta una respuesta automatizada*}.


Lo demás, determina entonces lo que haces;



Estímulo > procesas > ejecutas acción.

(Dato) (Función) (Comportamiento)





Es un proceder claramente automatizado y nada misterioso.


Somos en el fondo robots biológicos no más libres que un androide (porque somos piezas y circuitos que articulan un organismo complejo en base a descodificaciones de datos).

No reconocer eso, sería como decir que el funcionamiento humano es algo inexplicable y arbitrario (y no tendría ningún sentido avanzar en el conocimiento de lo que somos y cómo funcionamos).


La complejidad se caracteriza por la multiplicidad de factores y variables que intervienen.

Y cuantos más factores entran en escena, más extenso es el abanico de posibles respuestas y acciones a computar; lo que genera esta sensación de superflua azarosidad, que tantas veces confundimos como “libre albedrío”.


Pero si tuviésemos el conocimiento de absolutamente todo lo existente, y el cómo y porqué funciona (y en que medida nos condiciona), concluiríamos que el azar en verdad no existe (y que nuestra maquinaria simplemente ejecuta acciones en base a su modo de procesar los datos).




Podemos filosofar y charlatanear acerca de la afirmación; “Pienso, luego existo”.
Incluso para pasar el rato es convincente cuestionar; “Ser o no ser, esta es la cuestión”.

Pero lo que toda estructura existente acepta automatizadamente, es el principio básico de condición;
“Hacer algo, o no hacer nada. Esa es la constatación”.