Citando a "El relojero ciego" (1996), de Richard Dawkins: “Se puede decir con total certidumbre que si uno encuentra a alguien que afirma no creer en la evolución, esta persona es ignorante, estúpida o loca (o es malvada, pero preferiría no considerar esta posibilidad)”.


La Teoría de la Evolución de Darwin parece completamente vigente en nuestros días, aunque en mi opinión nunca antes se hicieron tantos cestos con tan pocas mimbres. Mundialmente aceptada por casi todos, la teoría de Darwin nace con unos cuantos "debes" que nos iba a pagar con creces a lo largo del tiempo. Y lo cierto es que todavía muchos estamos esperando el abono de la deuda. Una de las promesas de la teoría de la evoución de las especies fue que los "huecos" que dejaba en sus líneas de evolución iban a ser cubiertos por los fósiles que se fueran encontrando en los años venideros.


¡Que suerte la de Darwin! El afortunado científico que pudo enunciar una teoría evolutiva "del todo", con la promesa de que el tiempo le iría dando la razón. Y todos callaron y asintieron solemnes. Pero... ¡ay!... El registro fósil durante todo este tiempo no ha incorporado las evidencias prometidas. El eslabón perdido, mejor dicho, los eslabones perdidos siguen sin aparecer.


Pero no acabarían ahí las desgracias del bueno de Darwin: matemáticos, físicos, genetistas, bioquímicos y hasta abogados; forman un ejército que combate fervorosamente al darwinismo. La falta de evidencias sobre algunos tipos de especiación, las limitaciones de la selección natural, el exagerado empirismo o la notable complejidad molecular; son algunos de los argumentos esgrimidos por estos antidarwinistas.


Por citar a alguno de los antidarwinistas, Michael Behe, en "La caja negra de Darwin", argumentó que la estructura y funcionamiento de algunos sistemas bioquímicos y celulares muy complejos hacían necesario pensar que habían sido “diseñados”, pues sería imposible que hubieran surgido por selección natural.


Daniel Dennett (1995), propone una respuesta radical, al sostener que el darwinismo cala más hondo en nuestras creencias básicas de lo que cualquier autor previo haya reconocido. Dicho de otro modo, las teorías darwinianas no significaron solamente una revolución científica, también es una revolución filosófica, y sus consecuencias exceden la biología hasta todos los campos del saber, transformando radicalmente nuestra visión del mundo.


De acuerdo con Dennett, el darwinismo es como un “ácido universal”, que “disuelve” todo concepto que se pone en contacto con él, ya sea biológico, cosmológico, psicológico o de otra índole. Así, las distintas teorías antidarwinistas constituyen intentos de “encerrar” este ácido universal en un recipiente seguro.


Pero, ¿qué es lo que hace que el darwinismo sea tan corrosivo? Simplemente, que la selección natural carece de propósito y por ende acaba con la idea del diseño. En palabras de Richard Dawkins (1996), la selección natural es como un “relojero ciego”, que construye sin ver ni planear consecuencias, sin propósito alguno, y sus productos, sin embargo, parecen “diseñados”.