"El Plan"
Adaptación de "The Baum Plan..." de John Kessel.

Publicado Bajo Licencia CC-BY-SA-3.0
Traducción/Adaptación Casera: Sirius
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PARTE II


-"¿Qué?"

-"Escalones."

Dot avanzó, luego bajó las escaleras. Yo empujé las ropas a un lado y la seguí.

La alfombra del suelo se detenía en el umbral, dentro había un suelo de cemento y un estrecho vuelo de escaleras conducía abajo. Un pasador de metal negro recorría el lado derecho. Los muros eran de cemento basto, sin pintura. Dot descendía delante mía hasta abajo, donde se detuvo.

Cuando llegué ví el porqué. Las escaleras llevaban a una extensa habitación oscura. El suelo terminaba a medio camino a lo largo de ella y, más allá, a cada lado, de izquierda a derecha, bajo el techo de bóveda, había túneles abiertos. Desde un túnel abierto a otro seguía un par de railes brillantes. Estabamos de pie frente a una plataforma de metro.

Dot caminó hasta el final de la plataforma y enfocó la linterna hacia el túnel. Los railes brillaron hasta perderse en la distancia.

-"Esto claramante no es una caja fuerte," dije yo.

-"Quizá es un refugio antibombas," dijo Dot.

Antes de que pudiera resolver un modo educado de reirme de ella, noté un luz creciendo desde el túnel. Sopló una ligera brisa. La luz aumentaba como un foco en aproximación y con ella un zumbido en el aire. Apoyé la espalda hacia las escaleras pero Dot se quedó a mirar por el túnel.

-"¡Dot!" llamé.

Me ignoró con un gesto de su mano y aunque dió un paso atrás continuó observando. Desde el túnel se deslizó un vagón hasta pararse frente a nosotros. No era mayor que una furgoneta. Forma de lágrima, hecho de metal plateado pulido, su única luz iluminaba la pista a lo lejos. El vagón no tenía ventanas pero, cuando estuvimos delante, se deslizó una puerta lateral. El interior estaba tenuemente iluminado con asientos rojos elegantes.

Dot avanzó un paso y metió la cabeza dentro.

-"¿Qué estás haciendo?" pregunté.

-"Está vacío," dijo Dot. "Sin conductor. Vamos."

-"No lo dices en serio."

Dot se agachó y entró. Se giró y sacó la cabeza para mirarme desde el bajo umbral.

- "No seas cobardica, Sid."

-"No hagas la loca, Dot. Ni siquiera sabemos qué es esta cosa."

-"¿No has salido nunca de Mayberry? Es un metro."

-"¿Pero quién lo construyó? ¿A dónde va? ¿Y qué demonios està haciendo en Jackson County?"

-"¿Y yo qué sé? Quizá podamos averiguarlo."

El vagón simplemente permanecía allí. El aire estaba inmóvil. La luz rubí tras ella proyectaba la sombra de la cara de Dot. La seguí dentro del vagón.

-"No me parece buena idea."

-"Relájate."

Había dos bancos de asientos, cada uno para dos personas y suficiente espacio en el lado de la puerta para moverse de uno a otro. Dot se sentó en uno de los asientos con su gran bolso en el regazo, tranquila como un Cristiano con cuatro ases. Me senté a su lado. Tan pronto como lo hice, la puerta se cerró y el vagón comenzó a moverse, cogiendo velocidad suavemente, empujándonos contra el firme tapizado. El único sonido era el gradual aumento del zumbido que alcanzó una frecuencia media y se mantuvo ahí. Traté de respirar. No había ningún clack de los railes ni vibración. Delante nuestra, el vagón se estrechaba como una punta de bala y el corazón de esa nariz era una ventana circular. Por la ventana sólo veía oscuridad. Tras un rato, me preguntaba si aún nos estábamos moviendo cuando una luz apareció delante, un pequeño resplandor primero y luego más brillante y grande hasta que nos pasó al lado a una velocidad que me dijo que el vagoncito se movía más rápido de lo que me preocupé por suponer.

-"Esa gente que tiene la casa," pregunté a Dot, "¿de qué planeta dices que eran?"

Dot buscó en el bolso y sacó una pistola, la apoyó en el regazo y rebuscó de nuevo hasta encontrar un paquete de "Fruta Jugosa". Sacó una barra y luego me tendió el paquete:

-"¿Chicle?"

-"No gracias."

Ella dejó el paquete el bolso y también la pistola. Tiró de la cinta de plástico amarilla de la barra, desenvolvió el papel de su chicle y se lo metió en la boca. Tras envolver el papel con cuidado lo dejó sobre el asiento delante nuestro.

Yo estaba a punto de gritar.

-"¿A dónde coño vamos, Dot? ¿Qué está pasando aquí?"

-"No tengo ni idea a dónde vamos, Sid. Si hubiera sabido que ibas a ser tan wuss, nunca te hubiera llamado."

-"¿Sabías algo de todo esto?"

-"Claro que no. Pero apostaría que vamos a llegar a algún lugar pronto."

Despegué del asiento y avancé al banco delantero dándole la espalda. Eso no me calmó los nervios: podía oirla masticando el chicle y sentía sus ojos en la nuca. El vagón corría en la oscuridad, interrumpida tan sólo por la ocasional lanza de luz de flash pasada. Dado que no parecía que estuvieramos llegando a ningún lugar realmente pronto, tuve tiempo de contemplar las razones por las que era un idiota: la número uno era el modo en que había dejado que una ex bailarina de Mebane guiara mi imaginación durante los últimos diez años.

Justo cuando pensaba que no podía estar más enfadado, Dot se levantó del asiento de atrás, se sentó a mi lado y me cogió la mano.

- "Lo siento, Sid. Algún día te lo compensaré."

-"¿Sí?" dije. "Pues dame un chicle."

Me dió una barrita. Su envoltorio vacío había caído sobre el asiento entre nosotros; arrugué el papel del mío y lo dejé junto al suyo.

No había comenzado a mascar cuando el sonido del vagón disminuyó y sentí que aminorábamos. La ventana frontal se hizo un poco más brillante y el vagón se detuvo. La puerta se abrió.

La plataforma en la que se abrió estaba mejor iluminada que aquella bajo la casa en el "Cerro Azul". De pie sobre ella había tres personas, dos hombres y una mujer. Los dos hombres vestían trajes oscuros idénticos, del tipo que los banqueros con mucho dinero llevan en el centro de Charlotte: los trajes lucían como ninguna ropa me había quedado nunca, cosidos con más esmero que el beso de una madre. La mujer, esbelta, rubia con moño de bibliotecaria, lo único que le daba tal apariencia, llevaba un vestido azul oscuro. Permanecieron allí durante un momento, luego uno de los hombres dijo:

- "Disculpen. Ya están aquí. ¿Van a salir?"

Dot se levantó y me dió un codazo y, finalmente, puse mis piernas dormidas a funcionar. Salimos a la plataforma y las tres personas entraron en el vagón, la puerta se deslizó hasta cerrarse y el vagón desapareció en la oscuridad.

Hacía frio en el andén y una leve brisa surgía del arco del pasillo. En vez de tosco hormigón como el túnel bajo la casa, aquí el techo y las paredes eran de fino estuco. Tallado sobre el arco había un hombre agachado llevando un tipo de toga romana o griega, portando un libro bajo un brazo y una antorcha con el otro. Tenía una amplia frente, nariz recta y se parecía a un guardia de la Central llamado Pisarkiewicz, solo que mucho mas listo. Luz dorada se filtraba de los adornos del techo como huevos de rana.

-"¿Ahora qué?" pregunté.

Dot se dirigió al pasillo abovedado.

-"¿Qué tenemos que perder?"

Pasado el arco, una rampa conducía hacia arriba, cambiando de sentido cada 10 metros o así. Un par de mujeres, tan bien vestidas como la que vimos en el andén, se cruzó con nosotros yendo en la otra dirección. Tratamos de parecer que pertenecíamos a aquel lugar, aunque el pelo de Dot era un nido de ratas, yo llevaba vaqueros y zapatillas, no me había afeitado desde la mañana y mi aliento olía a whisky escocés y a "Fruta Jugosa".
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CONTINUARÁ