Un Lugar tan Extraño
por Cory Doctorow
Bajo licencia de Creative Commons, Thank you, Sr. Doctorow.
(Original Title: A Place So Foreign, 2003)
Traducción Casera: Sirius
(Homemade Translation)
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En 75, Pa casi nunca habìa estado en casa pero su presencia estaba siempre con nosotros.

Yo llamaba al mayordomo robot que saliera de su armario y le ajustaba los electrodos de sus huellas dactilares a mis sienes para activar mis endorfinas tras un duro día en la escuela. Cuando terminaba, el ligero olor del aceite capilar de Pa que había en los electrodos y del que era imposible deshacerse, se me había pegado. O me sentaba en el váter y encontraba uno de los periódicos de Pa, abierto en uno de los artículos sobre telepatìa mental. Hacíamos Experiencias ExtraSensoriales en la escuela y trataba todo sobre una raza de comerciantes alienígenas que se comunicaban con imágines geomètricas pensadas que se tardaba una eternidad en traducir. Nunca aprendimos sobre la Proyección Astral o Magnética y todas esas otras cosas de las que los periódicos de Pa estaban llenas.

Y aunque yo nunca dudaba de las cosas en los periódicos de Pa, nunca los llevé a la escuela tampoco. Habían muchos tipos de verdad.

-¿James?

-"¿Sí,, Mamá?, dije cuando salía a cortar leña.

-¿Has acabado los deberes?

-Sí, Mamá.

-Buen chico.

Los deberes habían sido algo de mates, biologìa y geología. Los había terminado antes de salir de la escuela.

* * * * *

Las notas salieron en mitad de Diciembre. El Sr Adelson las había sellado con cera en finos sobres marrones y los entregó al final del día. Sellarlas era un truco sucio pues tenías que ir a casa sin saber si esperar unos azotes o una rebanada extra de tarta. Los compañeros estaban tan nerviosos como gatos de cola gorda en una fábrica de sillas de piedra cuando salieron de clase. Por una vez no hubo juegos en el patio después.

Llegué a casa y dejé el sobre en la mesa de la cocina sin preocuparme ni un instante. Yo había aprobado todos los exámenes y había hecho todos los trabajos. Me quedaba en clase aburrido, en una forma adormecida, regurgitando las cosas que habían metido en mi cerebro en 1975.

Fuí al ático y comencé a leer una de las historias de aventuras de mi Pa. Leía Tarzan de los Monos y al francés Frenchman y Julio Verne. Pa tenía todos los libros de Verne, todos ellos estaban autografiados en la cubierta interior. Conoció a Verne en una de sus misiones diplomáticas y los dos habían sido como dos guisantes en bote, los dos estaban suscritos a los mismos locos periódicos.

Yo estaba leyendo mi parte favorita cuando Tarzán se encuentra al hombre en el globo y, en eso, la voz de mi
Mamá me llamó escaleras abajo.

-¡James Arthur Nicholson! ¡Baja tu trasero hasta aquí!.

Salté como si me hubieran pinchado y bajé las escaleras del ático tan rápido que casi me rompí el cuello y llegué hasta el rellano donde Mamá sujetaba mis notas con muy mala cara.

-¿Sí, Mamá?, dije.

-¿Qué es esto?

Me entregó las notas y dobló los brazos en su pecho.

-Explique eso, señor, y hágalo bien.

Leí las notas y mis ojos casi saltan de mi cabeza. El podrido profe me había suspendido en todas y cada una de las asignaturas. Debajo, con su letra de marinero, decìa:

-El rendimiento de James este semestre me ha decepcionado gravemente. Me gustaría mucho reunirme con usted y su hijo, Sra
Nicholson, a su mejor conveniencia, para discutir su futuro en la Academia.
Firmado, Rbt. Adelson.

Mamá cogió mi oreja y la retorció. Grité y se me cayó la nota. Antes de que supiera lo que estaba pasando, me había puesto sobre sus rodillas y me azotaba con la mano abierta en el trasero.

Estaba demasiado desconcertado incluso para llorar o gritar. Pa sólo me había pegado dos veces en toda mi vida y Mamá nunca. Me dolía el trasero y algunas lágrimas cayeron por mis mejillas.

-Bien, ¿qué tienes que decir sobre eso, jovencito?

-Mamá, es un error, comencé a decir.

- ¡Tienes toda la mentirosa razón!, ella dijo.

-No, ¡de verdad! Hice todos los deberes! ¡Aprobé todos los exámenes! ¡Te los enseñé, tú los viste!

La injusticia me martilleaba el corazón hasta tumbarme de espaldas.

La respiració de Mamá humeaba de enfado por su nariz.

-¡A tu cuarto!. Iremos a ver al Sr Adelson. a primera hora mañana por la mañana.

-¿Y qué pasa con los rezos?, dije.

-Oh, no te preocupes. Tendrás mucho que rezar cuando te deje salir.

Fui a mi cuarto, me quité la ropa y me tumbé después de atrancar la ventana para que el viento helado no soplara en mi espalda. Lloré un mar de lágrimas miserables, maldecí a todo el mundo: Mamá, Pa, y especialmente, al embustero reptil, apuñalador-por-la-espalda Tripasustado Adelson.

* * * * *

Mamá no se volvió a enfadar más esa noche pero cuando vino a mi cuarto, no parecía llevarlo mejor. Mi garganta y ojos eran de papel de lija de tanto llorar y Mamá me dió cinco minutos exactos para lavarme y vestirme antes de arrastrarme fuera de casa.

Me había levantado enfadado pero cuando ví los arrebatos de controlada furia de Mamá, cambió mi humor hacia el terror. Observé los árboles y las granjas mientras rodeábamos el pueblo, sintiéndome un hombre condenado llevado al patíbulo.
Mamá paró en frente de la Academia y me llevó alrededor hasta la cabaña del profesor. Se detuvo delante de la puerta y esperó, soplando nubes de humo por la nariz en el aire helado de esa mañana.

El Sr Adelson nos recibió en la puerta en mangas de camisa y tirantes, sin afeitar y despeinado. Su pelo, que normalmente estaba pulcramente engominado, se repartía como las hebras de una escoba. Los músculos de sus pequeños brazos parecían serpientes. Nos saludó en el umbral:

-¡Sra Nicholson!, dijo.

-Sr Adelson, dijo mi. Venimos a discutir sobre las notas de James.

El Sr Adelson se arregló un poco el pelo y dió un paso atrás.

- Por favor, entren. ¿Puedo ofrecerles un café?

-No, gracias, dijo Mamá.

Cogió su abrigo y su fular y se los entregó. Yo me quité el abrigo y las botas. Las cogió y las guardó en un armario.

-Voy a hacer algo de café. ¿Seguro que no puedo ofrecerle una taza?

-No, gracias, dijo Mamá, de nuevo.

-Como quiera.

Desapareció por el oscuro pasillo y Mamá y yo entranos hasta el salón. Los libros polvorientos se amontonaban por todos lados, precariamente. Mamá y yo nos sentamos en un par de sillas acolchadas y el Sr Adelson volvió sosteniendo dos tazas de cafè. Dejó una al lado de Mamá en el suelo, luego se golpeó la frente con la mano.

- Dijo usted que no, ¿verdad?. Perdón. No estoy muy despierto aún. Bueno, déjela ahí. He puesto leche, quizá el gato beba un poco.

Se instaló en otra silla y sorbió su café.
-Comencemos desde el principio, ¿verdad?. Hola, Sra Nicholson. Hola, James. entiendo que vienen a discutir las notas de James.

Mamá se reclinó en la silla y dejó ver una sardónica sonrisa.

-Sí. Perdóneme por venir sin avisar.

-Oh, no es nada.

El Sr Adelson bebió más café. Mamá alisó su falda, yo daba pataditas en la pata de mi silla. Al fin, era demasiado para mí.

-¿Porqué lo hizo?, dije yo, lanzándole dagas con la mirada.

-¡Yo no merecía suspenso!

-Ningún suspenso, corregió el Sr Adelson. ¿Porqué piensas eso?

-Bueno, porque hice todos los trabajos y dí todas las respuestas en clase. Aprobé todos los exámenes. ¡Nos justo!

-No es justo; mi Mamá corrigió, suavemente. Ella observaba distraidamente al Sr
Adelson.

-Lo que dices es bastante cierto, James. ¿Qué nota supones que deberías recibir?

-¡Cómo! ¡la más alta, la más alta y un poco más! ¡Perfecta!, dije yo, mirándole, osando decírselo.

-¿Es eso lo que es la nota más alta para tì, James? ¿La Perfección?.

-Claro, dije yo, hablando sin pensar.

Mamá cambió su mirada hasta mí. Parecía incluso más dura.

-¿Para qué crees que vas a la escuela?

-Porque Mamá lo dice, dije yo, solenmenente.

-¡James! dijo Mamá.

-Oh, supongo que es para aprender cosas, dije yo.

El Sr Adelson sonrió y asintió de la forma que lo hacìa cuando uno de sus alumnos respondía bien en clase.

-¿Y bien?

-Bien, ¿qué?- dije yo.

-¿Qué has aprendido este semestre?

-¡Cómo! ¡todo lo que usted ha enseñado! ¡Geometría! ¡Algebra! ¡Latin! ¡Geografía! ¡Biología!
¡Física! ¡Gramática!

-Ya veo,- dijo él.-James, ¿cuál es la fórmula para determinar la constante de la segunda derivada de una ecuación?

Yo sabía esa, era una de esas sucias pruebas de cálculo de Newton.

-Es una pregunta trampa. No existe un modo de obtener la constante de la segunda derivada.

-Exactamente correcto,- dijo él.

-Sí,- dije yo, y doble mis brazos sobre el pecho.

-¿Dónde aprendiste eso?

-En... iba a decir 1975, pero me contuve, En Francia.

-¿Sí?.

-Sí, dije yo. Entonces comprendí, Oh.

Mamá me sonrió.

-¡Pero eso no es justo! ¿Y qué si ya sabía todo eso desde el principio? Aún hice todo los trabajos.

-¿Porqué estás en la escuela, James?, el Sr Anderson me preguntó de nuevo.

-Para aprender.

-Bueno, entonces creo que deberías por empezar a aprender algo, ¿verdad? Eres el alumno más brillante de la clase. Eres más listo que yo que sólo soy un viejo marinero intentando enseñar al resto de la clase. Pero tú, tu ya lo tienes. Has venido todos los días a clase durante todo el semestre y osaría decir que no has aprendido ni una sola cosa desde que empezaste. Por eso has sacado suspenso en todo.

-Sr Adelson,- dijo Mamá.-¿Estoy entendiendo que James rindió todo este tiempo satisfactoriamente?

Era el turno del Sr Adelson de sentirse incómodo.

-Sí, pero madam, tiene que comprender que...

Mamá se sacudió sus objeciones.

-Si James ha completado satisfactoriamente todo las tareas asignadas, entonces creo que debería tener una nota que lo refleje, ¿no cree?

Ella bebió su café.

-Sí, bueno.

-Sin embargo, tiene usted parte de razón. No envié a mi hijo a la escuela para que no aprendiera nada. ¿Le ha enseñado usted algo, Sr Adelson?

El Sr Adelson parecía tan abatido que le perdoné y hablé.

-Sí, Mamá.

Mamá giró su cabeza hacia mí

-¿De verdad?

-Sí. me enseñó para lo que iba a la escuela. Lo acaba de hacer.

-Veo, dijo Mamá. El café esta muy bueno, Sr Adelson.

-Gracias, dijo él, y dió un sorbo.

-James,- dijo el Sr Adelson.

-Has aprendido tu primera lección. ¿Cuál propones que será la segunda?

-Nunsé,- dije yo, y volví a dar pataditas a la silla.

-¿Qué es lo que has estado haciendo desde que llegaste al pueblo, hijo?- preguntó.

-Pasando el rato en el ático. Leyendo. Arreglando cosas. Como mi Pa.

-Los periódicos y las máquinas de mi marido están allí arriba, explicó Mamá.

-Y sus libros,- dije yo.

-¿Libros?- el Sr Adelson pareció interesado de repente. ¿De qué tipo?

-Cuentos de aventuras, Stevenson. Wells. Algunos en francés. Tiene todos los de Verne.

-Bueno, quizá eso pueda ser tu próximo trabajo. Me gustaría ver una redacción original, de no menos de veinte páginas, sobre cada obra de Verne en una tabla de su progreso literario. Para el cinco de Enero, por favor.

-¡Veinte páginas!- dije yo.- ¡Pero si estamos de vacaciones!

-Muy bien. Que tenga la extensión que creas conveniente pero asegúrate de justificar cada obra.


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CONTINUARÁ