El Super Man y el Bugout (1/4)
por Cory Doctorow
Bajo licencia de Creative Commons, Thank you, Mr. Doctorow.
(Original Title: The Super Man and the Bugout, 2003)
Traducción Casera: Sirius
(Homemade Translation)
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-Mamá, NO soy un súper-villano, dijo Hershie por la millonésima vez.

Persiguió la última gota de salsa de su plato con un trozo de centeno oscuro, arrinconando la
arrugada piel que quedaba de su kishka. Desde que los bugouts habían incluído a la Tierra en su Federación Galáctica, prometiendo el fin de las guerras, el crimen y la corrupción; se había sentido a sí mismo como un nudo suelto. Su madre terrícola adoptiva, que le llamaba Hershie Abromowicz, le había pedido que se reuniera con ella en su restaurante favorito del corazón de la franja de Gaza de Toronto.

-No un súper-villano, dice. Escüchenle: el señor importante. Bien, genio del leotardo, si no eres un súper-villano, entonces ¿qué es todo ese lío de la televisión que ví ayer por la noche?.

Un camarero rellenó su vaso de agua y Hershie dió un largo sorbo, desviando la mirada a media distancia. Últimamente, evitaba mirar a su madre: su lectura infrarroja era como una pista de aterrizaje para una coronaria y ella no permitiría nunca que él la llevara a una de las clínicas de nanocirugía bugout.

La señora Abromowicz se inclinó sobre la mesa y le dió un coscorrón en la cabeza con la mano de sus grandes pulseras, que golpearon de canto contra su súper-sién. Si hubiera sido otra persona, habría interceptado el golpe o, al menos, lo habría esquivado en un súper-rápido movimiento borroso, más veloz que cualquier ojo humano. Pero su Mamá le habìa hecho saber lo que pensaba de ESOS descaros antes de su tercer cumpleaños. Criar súper-infantes requiere disciplina, AMOROSA disciplina

-¡Hey, despierta!, ¡Hey!. ¡Estoy hablando contigo! ¿Qué era todo ese lío de la televisión de ayer por la noche?.

-Era una demostración, Mamá. Estábamos protestando. Queremos desmantelar las máquinas de guerra. Está en la Torah, Mamá. Isaiah: ellos convertirán las espadas en arados y sus lanzas en hoces. Tot lo aprobarìa.

La señora Abromowicz tomó aire entre sus dientes.

-Tu padre nunca hubiera aprobado ESO.

ESO era la Acción de la noche anterior. Había sido idea suya y la difundió entre la gente del Movimiento que había planeado la demo: habían ido a un almacén de suministros del ejército y comprado cientos de rifles decomisionados con los cañones llenos de plomo y los percutores romos. Él había volado por encima y encabezado la demostración en su tradicional traje ceñido y capa, arrastrando en su cinturón una red de carga llena de rifles. Los sacó todos uno a uno y los dobló como si fueran animales hechos con globos: graciosas girafas, perros vieneses, abejas burbuja, perritos de lanas; y los pasó entre la multitud que esperaba en fila india en la calle Yonge. Había sido un éxito aplastante. Y quedó genial por la TV.

Hershie Abromowicz, el Hombre de las Estrellas, tomó las manos de su madre entre las suyas y la miró a los ojos.

-Mamá, Soy un adulto. Es como...como una llamada. El mundo aún es un gran lugar, con bugouts o sin bugouts y hay un montón de gente que está loca o poseída, con sus dedos en los gatillos. Me preocupo por este planeta y no puedo quedarme sentado cuando está en peligro.

-¿Pero porqué, de repente, tienes que salir con todos esos MESHUGGENAHS? ¿Cómo es que no has NECESITADO estar con toda esa gente loca hasta ahora?.

-Porque tenemos una OPORTUNIDAD ahora. El mundo está listo para reinventarse a sí mismo. Porque...

El camarero le rescató apareciendo con la cuenta. Su madre fue a abrir el bolso pero él había puesto su tarjeta de débito sobre la mesa más veloz que cualquier ojo humano.

-Invito yo, Ma.

-No seas ridículo. Yo pagaré.

-Yo QUIERO. Déjame. Un hijo debería llevar a cenar a su madre de vez en cuando.

Ella sonrió, por la primera vez en toda esa tarde y dió palmaditas en su mejilla con una mano de manicura.

-Eres un buen chico, Hershie, yo lo sé. Sólo quiero que seas feliz y tengas lo que es mejor para tí.

* * * * *

Hershie, en traje ceñido y capa, se relajaba en su fortaleza de la soledad cuando sonó su comunicador. Comprobó el id de la llamada y alzó una ceja: Thomas le llamaba desde Toronto. Las facturas de larga distancia le estaban matando desde que el Departmento de Defensa había cancelado su cuenta ilimitada.

Por no mencionar que hablar con Thomas, inevitablemente, conducía a más problemas con su madre.

Se levantó de su cristalino respaldo y desdobló su comunicador, flotando un par de metros sobre el suelo.

-Thomas, ¿Qué tal?.

-Super, ¿Viste las reviews? ¡La crítica nos ADORA!.

Hersh apartó el comunicador de su cabeza y miró el antiguo símbolo hebreo portable de su difunto padrastro. A Thomas Aquino Rusk le gustaba jugar a ser un productor profesional de Broadway, sus obras, las deplorables demostraciones visuales que, él y su banda de felices perturbadores de mierda, hacían.

-Sí, quedó bastante bien el vídeo, no está mal.

No preguntó porqué Thomas le había llamado. Sólo había una razón por la que él SIEMPRE llamaba: tenía otra nueva idea.

-Nunca adivinirías porqué te llamo.

-Has tenido una idea.

-¡He tenido una idea!.

-En serio.

-Te va a encantar.

Hershie se estiró y acarició los ataúdes de diamante facetados en los que yacían sus padres naturales, en busca de consejo. Sus dedos cálidos se mezclaban con la blanca escarcha fundida y se deslizaban por la cripta haciendo sonar una alta nota pura cristalina como un platillo volante averiado cayendo a plomo hacia la tierra.

-Seguro que sí, Thomas.

Como siempre, Thomas ignoró el sarcasmo en su voz.

-Escucha esto: DefensaFest 33 se presenta en Toronto en Marzo y el nuevo orador del apunte clave es: ¡el Patrón Ik'Spir Pat! ¡El jodido cabeza de los jodidos bugout! Su título es Historia Galáctica y Tácticas Militares: una introducción a la Estrategia.

-¿Y esto es una buena noticia?

-OmbreJoderNo. Es terrible, terrible, por supuesto. Los bugouts nos están vendiendo. Van directos al Otro Lado. Francamente horrible. Pero, ¡piensa en las posibilidades!

-¿Pero piensa en las posibilidades?, Oh, sí.

A pesar suyo, Hershie sonreía.
Thomas siempre le hacía reir.

-Te estás riendo,¿no?.

-Cállate, Thomas.

-¿Puedes llegar a una reunión en Belquees para las 18h?

Hershie comprobó su comunicador. Eran las 1702h.

-Puedo conseguirlo.

-Te veo allí, colega.

Thomas colgó.

Hershie dobló su comunicador, lo guardó en su cinturón y acarició la cripta de sus padres una vez más, para darle suerte.

* * * * *

Hershie adoraba el cambio hasta casa. Comenzando en el Círculo Ártico, voló arriba y arriba y arriba y sobre las nubes más altas, luego aplanó su cuerpo y cabalgó las corrientes hasta casa, serpenteando alrededor de las húmedas masas de nubes congeladas, esquivando los truenos, con sus facultades críticas desconectadas, volando a gran velocidad usando sólo el ciego instinto.

Normalmente hacía contacto visual con la superficie alrededor de Barrie, justo fuera de Toronto, y no era tan inocentemente cándido como para no notar la emoción de superioridad cuando volaba sobre los domingueros y visitantes de casas de campo atascados en el tráfico del fin de semana con sus skis y motos de nieve en los techos de sus vehículos.

* * * * *

El Belquees tenía la mejor comida etíope y la peor decoración etíope de la ciudad.
Sucesivas generaciones de gestores habían añadido sus propios toques: faroles tiki, papel de pared, fotos enmarcadas de Haile Selassie, lanzas tribales y muñecas de hierba; y las añadían en capas hasta que el efecto neto era el de una venta tipo rastro africano. Pero, eso sí, la comida era buena.

Al descender las escaleras había una sala para banquetes cuya decoración consistía en el material demasiado feo para mostrarlo escaleras arriba, con un escenario y una bola de discoteca. Había sido un lugar de reuniones habituales para los radicales de Toronto durante más de cincuenta años, las sillas ya estaban desencoladas por generaciones de nalgas socialistas.

Aquella noche estaba a tope. Al menos cincuenta personas se atiborraban en torno a las mesas, arrancando pedazos de las tortitas de arroz y engullendo curry vegetariano con ellas. Incluso antes de ver a Thomas, su súper-oído había captado su voz entre el jaleo y lo tenía localizado. Hershie se encaminó hacia la mesa de Thomas sin hacer contacto visual con los otros activistas de la vieja guardia que le consideraban una herramienta de la maquinaria bélica.

Thomas se chupó los dedos y le estrechó la mano.

-¡Super! ¡Bien que has llegado! ¡Sienta, sienta!.

Había una mezcla general de abrigos y sillas cuando las otras personas de la mesa despejaron un espacio para él. Thomas ya estaba sirviéndose cerveza de una de las jarras que había sobre la mesa.

-Jeeeesús. ¿Pero a cuánta gente has invitado?.

Tina, una mujer bajita china, que sabía rimar el número cinco con asombrosa facilidad, dijo:

-Todos están aquí: los Cuáqueros, los Comus, un par de Consejeros, los Vets, todos los que se nos han ocurrido. Esto va a ser ENORME.

La comida caliente y los diferentes curries y ensaladas eran una sinfonía de sabores y texturas.

-Esto está buenísimo, dijo Hershie.

-La mejor etíope fuera de Addis Ababa, dijo Thomas.

Mejor que la de Addis Ababa, pensó Hershie aunque no lo dijo. Él había estado allí como el arma secreta detrás de la tercera y más desafortunada misión de paz canadiense. No habían muchos restaurantes abriertos entonces, sólo bloque tras bloque de edificios bombardeados y jefes de la guerra tribales conduciendo por ahí con tácticas de disparar al azar a todo lo que se moviera. El CO terrestre le envió para dispersar bandas de merodeadores mientras las balas rebotaban en su pecho.
Nunca entendió el significado táctico de aquellas acciones, aún seguía sin entenderlas, pero en aquella época, había estado dispuesto a confiar en los que estaban al mando.

-Buena comida, dijo.

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