Regreso a la Isla del Placer (3/4)
por Cory Doctorow
Bajo licencia de Creative Commons, Thank you, Mr. Doctorow.
(Original Title: Return to Pleasure Island, 2003)
Traducción Casera: Sirius
(Homemade Translation)
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George empezó a hacer cena para dos. Cada vez más, Joe pasaba la noche en una suite de uno de los hoteles, trabajando hasta tarde. George no sabía que tipo de trabajo estaba haciendo pero parecía que le estaba gustando. Raramente volvìa a la cabaña. La primera vez que se quedó toda la noche, Bill había vuelto a la Isla y sacado a Orville de la cama para ayudar en la búsqueda. Después de eso, Joe empezó a mandar a un mensajero, normalmente algún pobre becario de Ops para decirles que no volvería para cenar. Eventualmente, paró de molestarse y Bill paró de preocuparse.

Una noche, un mes después de que Orville hubiera salido hacia la cabaña, George preparó la carcasa de una rata almizclera con mayonesa, limón y huevos de libélula y las sirvió para él y Bill.

Bill apenas comió, lo que era, normalmente, una señal de que estaba pensando. George le dejó la mitad de la cena y le esperó para hablar. Bill picó los restos, luego apartó el plato. George lo limpió y trajo para ambos jarras de albañil llenas de agua estancada del pantano. Bill tomó su jarra hasta el frente de la cabaña y se apoyó contra el muro mirando a la noche y bebiendo. George se unió a él.

-Nos hacemos viejos, Bill dijo, al fin.

-Cada noche, el interior de mi uniforme está negro, dijo George.

-También el mío, Nos hacemos muy viejos. Creo que tu tienes, al menos, treinta y yo estoy seguro de que tengo veinticinco. Eso es viejo. Nuestro padre me dijo que pensaba que tenía cincuenta el año que murió. Y ya era muy viejo para uno de nosotros.

George pensó en su padre en su lecho de muerte, comiendo la comida que ellos masticaban, los ojos casi ciegos, la piel mellada con grietas.

-Él era muy viejo, dijo George.

Bill levantó sus dos manos enteras contra las estrellas.

-Cuando padre tenía mi edad, tenía dos hijos. ¿Te acuerdas de lo orgulloso que estaba de nosotros?. ¿Lo orgulloso que estaba de sí mismo?. Lo había hecho tan bien que podía perder los dos pulgares y aún saber que sus hijos cuidarían de él.

George dió un sorbo y suspiró. Él había estado pensando sobre los hijos, también.

-Yo he querido un hijo desde que vine a la Isla, dijo Bill. Nunca lo hice porque no podía cuidar de Joe y de un hijo.

Bill se volvió para mirar a George.

-Creo que Joe está, por fin, cuidando de sí mismo.

George no sabía qué decir. Si Bill tenía un hijo, entonces él no podía. Ellos no podían parar de trabajar para criar a sus hijos. Pero Bill siempre tomaba las decisiones por ellos. George no sabía que decir, así que no dijo nada.

-Voy a tener un hijo, dijo Bill.

* * * * *
Bill lo hizo la noche siguiente. Le contó a Orville que necesitaba un mes de vacaciones y, después de comer la cena que George hizo para ambos, construyó un nido de tierra y sábanas en el suelo de su cabaña.

George se sentó en la esquina y observó cómo Bill miraba sus pulgares. Era la decisión más importante que uno de su especie hacía en su vida: un hijo listo del izquierdo o un hijo fuerte del derecho. George sabía que su hijo vendría de la mano izquierda. En el mundo en el que su padre les había puesto, la inteligencia era, de lejos, más importante que la fuerza. Después de todo, Bill estaba teniendo su primer hijo.

Bill puso su pulgar izquierdo listo en su boca y, lentamente, lentamente, mordió. George sintió fangosas lágrimas punzándole los ojos. La mano de Bill se llenó con sangre limosa. La ignoró y usó su mano fuerte derecha para coger el pulgar seccionado de su boca y acostarlo con infinito cariño en el nido que había construído.

George, con cuidado, avanzó para echar un vistazo al pulgar, que se movía ya ciegamente en su nido, retorciéndose como un gusano. Bill posaba su mirada y sus ojos brillaban.

-Es perfecto, respiró George.

George sintió un bienestar poco caacterístico dentro de sí y puso su brazo en torno a los hombros de
Bill. Bill se apoyó en él y dijo:

-Gracias, George. Esta familia no existiría sin tí.

Ambos durmieron doblados, circulando el nido esa noche.

Por la mañana, del pulgar había brotado un bracito y unos bultos para las piernas y avanzaba ciegamente alrededor del nido. George se maravillaba de aquello antes de ir a trabajar.

Joe paró por su quiosko ese día. Su barriga era mayor que nunca y su piel estaba agrietándose como la de su padre.

-¡Grandullón!, voceó volcando el mostrador dentro del quiosco de George.

-¿Dónde está Bill hoy? No estaba en su puesto.

George dijo:

-Bill tuvo un hijo la pasada noche. De su mano izquierda.

Joe puso en blanco los ojos, que se tornaban de un amarillo tenebroso debido al agua del pantano.

-Maravilloso, ¿cierto?. Ugh. Hay mejores formas de alcanzar la inmortalidad, bro.
Estoy diseñando un paso a rastras para la Zona de Horror: eres una lombriz reptando bajo una tumba. Va a ser inmenso: marionetas grandes como caballos persiguiendo a los Invitados por los túneles; enormes manos fantasmales atrapándolos. Estamos construyendo una lápida gigante como el Oso Weenie. Se podrá ver desde cualquier lugar de la Isla. Construirenos la Zona de Horror sobre el camino central. Va a ser la más grande rehabilitación que hemos hecho desde que trajeron la energía eléctrica.

Como siempre, George no sabía qué decirle a Joe.

-Eso suena muy bien, dijo.

Joe giró los ojos hacia arriba de nuevo y empezó a decir algo pero se detuvo cuando tres Invitados se acercaron al quiosco de George. George apenas reconoció a los hermanos Mitchell. El más joven era ya las tres cuartas partes de un burro, tan peligrosamente cerca que era un milagro que no hubiera sido recogido todavía. Estaba encorvado y sus manos se fundían en puños. Su pelo había crecido cayendo sobre los hombros en una tosca crin y sus labios sobresalían junto a su quijada.

El mediano y el mayor iban bien por el mismo camino. Las puntas de sus orejas sobresalían entre el pelo y ellos andaban dolorosamente cargando sus piernas y caderas, forzándolas a ir derechas.

George abrió su teléfono y pulsó el 911 pero lo dejó sin señal bajo el mostrador. Dijo muy alto:

-¡Acercaos, chicos!. Parece que podéis con uno de los triple sabores de George, ¡el mejor del camino central!

Desde el teléfono, oyó el operador de seguridad decir:

-Gracias, George, estaremos contigo en un momento.

Cautelosamente, escamoteó el receptor y sonrió a los chicos.

¿Cómo lo estáis pasando, chicos?, dijo.

-¡Ez Azombrozo!, dijo es más joven con sus torpes dientes.

George le tendió un cono bien apilado con seda de azúcar, luego comenzó a construir otros dos más para sus hermanos. Joe les dispensó una obligada sonrisa. George esperaba que no dijera nada antes de que la seguridad llegara allí.

El mayor dijo:

-No creo que mi hermano se sienta tan bien. ¿Hay un médico aquí al que pueda llevarle?.

El joven, con la cara pegajosa por la crema del cono, dió una coz a su hermano.

-¡Eztoy bien!, dijo. ¡Quiedo id a montad máz vecez!.

Su hermano dijo:

-Montaremos más veces después de haber ido al médico.

El joven cayó de rodillas y lloró.

-¡No!, dijo, martilleando el suelo con los puños.

-¡No no no no!

George observó alarmado cómo el chico avanzó todo el proceso de transformación hasta el burro. Sus llantos se tornaron rebuznos y sus shorts se partieron en trozos alrededor de su cadera y rabo. Su camisa cayó después y George, tranquilamente, volcó el mostrador y permaneció frente al burro bloqueándole el paso. Los otros dos huyeron a la carrera. George pilló al mediano por el cuello pero el chico se zafó y despegó camino abajo. George buscó por todos lados a los de seguridad pero aún no habían llegado.

Entonces Joe le pasó corriendo, moviéndose más rápido de lo que George le hubiera visto moverse jamás. Pilló a los chicos y metió cada uno bajo un brazo, pataleando y retorciéndose. Él sonrió ferozmente mientras los agarraba bajo sus rodillas a los pies de George y amordazaba sus bocas con las manos.

-¡Los tengo!, le dijo a George.

Un equipo de seguridad emergió de la puerta de utilidad junto al quiosco de George, llevando maquillaje de payaso y pantalones holgados. Dos de ellos tranquilizaron a los chicos y el tercero le puso al burro un bozal y un mordedor. El payaso dió un manotazo en la grupa del burro con aprecio.

-Está sano como un caballo.

El equipo de seguridad desapareció por la puerta de utilidad con los hermanos Mitchell: dos chicos y un burro.
Joe golpeó a George en la espalda.

-¿Viste cómo los cacé? ¡Como un relámpago engrasado! ¡Recompensa, allá voy!

A George no le importaba compartir la recompensa con Joe, así que sólo sonrió y asintió y volvió a su quiosco.
* * * * *

Bill llamó a su hijo Tom. Los nombres no eran muy importantes para su gente pero el mundo de los blandos los demandaba. En una semana, Tom esta dando pasitos ansioso por su cabaña, probándolo todo, explorándolo todo. Sus ojos brillaban con una curiosa lumbrera. El hijo listo del hijo listo.

George amaba al hijo de Bill. Amaba ver cómo Tom gnawed a su lecho, como gateaba por el suelo buscando gusanos. Tom estaba, sin duda, deleitado con su ambiente y George basked en el deleite de Tom. Bill apenas podía sustraerse de tomar a Tom y abrazarle a cada oportunidad. El único tiempo que dejaba a George solo con Tom eran algunos preciosos momentos tras cada comida de la tarde cuando se internaba en el bosque para hallar algún nuevo juguete para Tom: un puñado de rocas bonitas; una lata de cerveza usada. El hijo construía bizarras torres con todas ellas y luego las derrumbaba entre un mar de risitas. Tom comía todo el día y hablaba un preparado torrente de adorable sinsentido.

Bill apenas hablaba con George. Sus cenas se habían separado para vigilar que el hijo comiera. A George no le importaba, hablar con los Invitados todo el día le bastaba.

Cuando Tom hizo dos meses, Joe pasó por el quiosco de George.

-Se acabó. Mañana cerramos el camino central. Está muy pasado de moda. Si ha seguido tanto tiempo es por que algunos de los Imaginarios más veteranos tenían un lazo emocional con él. Les dije: Eso es VUESTRO demográfico, no el OBJETIVO demográfico. Así que lo vamos a demoler. La Zona de Horror va a ser inmensa.

Joe se marchó antes de que George pudiera decir nada. Sus orejas eran largas y puntiagudas. No era la primera vez que George lo notaba, pero ahora podía ver que el arco de la espalda jorobada de Joe no era sólo a causa de su barriga.

George hizo una docena de conos para los Invitados pero su corazón no estaba en ello. Además, la mayoría de Invitados ya tenía las manos llenas de arañas y serpientes de gominola del buffet de la Jungla de Tratos en la Tierra de Acción. Joe llenaba sus pensamientos y los asimiló a su manera lenta y cuidadosa. Joe se estaba transformando en un burro. No creía que ninguno de su especie podía volverse un burro, pero esto era la Isla del Placer. La indulgencia en tus vicios aquí era un peligroso pasatiempo. Tenía que contárselo a Bill pero allí no había teléfono en su cabaña. No podía enviar un mensajero porque era asuntos de familia. Su turno no terminaría hasta dentro de unas horas y esto era demasiado importante para esperar tanto.

Al final, llamó a su Jefe.

-Tengo que salir del escenario. Tengo un mal día.

Técnicamente, esto estaba permitido. La Gerencia no quería a nadie sobre el escenario que no estuviera al 100 por cien. Pero esto era algo que ninguno de los hermanos, incluído Joe, había hecho nunca. El Jefe se sorprendió pero envió a un blando para sustituir a George.

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