Regreso a la Isla del Placer (1/4)
por Cory Doctorow
Bajo licencia de Creative Commons, Thank you, Mr. Doctorow.
(Original Title: Return to Pleasure Island, 2003)
Traducción Casera: Sirius
(Homemade Translation)
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George giraba sus pulgares en su quiosco y observó como los nudillos de arcilla marrón danzaban unos encima de otros. No era tan ágil como una vez habían sido sus pulgares, ya no tenían la textura de arcilla húmeda de la rueda de alfarero, más bien parecía la arcilla que restaba después de haber sido trabajada hasta una saciedad, quebradiza y algo frágil. Cogió el vórtice del remolino de una máquina de caramelo de algodón con su firme mano derecha y sujetó el brazo-escobilla de acero inoxidable. Los motores gimieron y los sintió esforzarse contra su fuerte brazo derecho, como algo vivo luchando por escapar de una trampa.
Aún fuerte, pensó, aún fuerte y liberó el brazo-escobilla para que volviera a girar el azúcar hasta hacerla una maraña sedosa.

Un grupo de chicos paseaban riendo y clamando por el camino central, saltando alto sobre los muelles-g. Uno de ellos se desprendió del grupo y corrió hacia su quiosco, aún riendo con algo de crueldad. Puso sus palmas en el mostrador de George y lo empujó, usándolo para elevar su cuerpecito en un salto de alta velocidad.

- Hey, señor, dijo. ¿Qué tal un remolino de tres colores con espolvoreado?

George sonrió y dió un toque con su fuerte codo derecho a la columna de conos de papel, lo empujó de tal forma que un cono giró alto en el aire y lo recogió rápido con la mano izquierda.

-Marchando ahooooooora mismo, canturreó y giró el cono dentro de la máquina de seda. Giró una colmena de azucar rosa y lo llenó con capas en líneas de azul y verde. Alcanzó la tetilla que dispensaba los polvos pero antes de mover el grifo, dijo:

-¿Seguro que no quieres un baño de crema, también? ¿Leche merengada? ¿Sirope de mantequilla? ¿Fresa?

El chico saltó aún más alto, casi a punto de volcar el mostrador.

-¡Los tres! ¡Los tres!, dijo.

George dió expertas espirales en la seda a través de las cremas, luego les aplicó una fina costra de polvos de caramelo.

-¡Abre la boca, chaval!, gritó con una alegría muy realista.

El chico abrió la boca del todo y las luces titilantes del quiosco se reflejaban en sus molares y en la piscina de saliva sobre su lengua. La rauda y experta mano izquierda de George hundió una cuchara de mango largo en la leche merengada caliente, luego volcó el montón pegajoso con un alto arco que concluía perfectamente en la boca abierta del chico. El chico engulló y dió una pringosa risotada. George le entregó el goteante remolino de algodón con su fuerte mano derecha y el chico hundió su cara en él.
Cuando giró como un tornado y corrió a reunirse con sus amigos, George vió que sus orejas estaban ya haciéndose más largas y su deliciosa risa había sonado un poco como un rebuzno. Un trabajo bien hecho, pensó y observó como la lluvia salpicaba los esponjosos guijarros de goma del camino central.

* * * * *

Se suponía que George terminaba el turno a medianoche. Él siempre aparecía al mediodía pero raramente salía con puntualidad. El blando que tenía el turno de medianoche-a-seis era vago y se retrasaba y, generalmente, entraba en escena a las doce y media, refunfuñando
sobre lo cansado que estaba. George sabía como tratar con los blandos pues su padre le había criado entre ellos, de modo que hablaba sin el fino acento de su padre para que nunca se lastimaran inadvertidamente sus manos blandas cuando las estrechaba con ellos. Con esto, sonreìa con bondad natural y le daba un facsímil realista de simpatía que acababa con sus perennes quejas.

¡Su padre! ¡Qué sabio había sido el viejo!, ¡qué orgulloso y qué ESTÚPIDO!.

George guardó su uniforme tras el escenario y lo lanzó junto a la colada, notando, para su desmayo, cuánto marrón tenía en la parte interior, cuánto de él mismo se había erosionado durante su turno. Miró su pulgar izquierdo listo y al pulgar derecho fuerte, los probó, sabían bien, sabor a tierra; y los apartó. Se vistió con el mono de colores de tierra y la camisa de trabajo que su propio padre había robado en una lavandería automática cuando dejó la casa ancestral de la gente de George para irse a la de los blandos.

Embarcó en el tranvía de Sólo Empleados que recorría las puertas de utilidad que habìan bajo el camino central de La Isla del Placer; y miró sin el menor interés a los blandos del tranvía que parloteaban mientras aceleraba hacia la residencia de empleados. De pronto estaban solos, el conductor y él, durante el resto del camino hasta el final de la línea: la cabaña que compartía con sus dos hermanos: Bill y Joe. El conductor le deseó las buenas noches al desembarcar y él entró a casa.

Billy ya estaba en casa, dormitando en la pila de sábanas que los otros tres hermanos compartían en la habitación negra de la cabaña. Joe aún no estaba en casa a pesar de que su turno terminaba antes que los suyos. Nunca volvía directo a casa, en vez de eso, paseaba tras los escenarios observando el camino central a través de las rendijas.
El Jefe de Joe había hablado con George sobre ello y George había hablado con Joe. Pero a Joe no se le puede decir nada. George pensó en lo orgulloso que su padre había estado con tres hijos, ¡tres!. George, el hijo de su pulgar derecho fuerte; Bill, el hijo de su pulgar izquierdo listo y Joe.
Joe, el hijo de su lengua, el desatino de un anciano que le dejó sin palabras para el resto de sus días. Aunque nunca había necesitado palabras; sus agrietados ojos reumáticos habían brillado con orgullo cada vez que se encendían en Joe y el chico no podía hacer nada malo por él.

George se ocupaba a sí mismo con la cena para sus hermanos. En la pequeña zona de madera tras la cabaña, encontró buena tierra limpia con raíces jugosas. En la nevera tenía una jarra de salsa de caca de elefante, sazonada con el sudor exprimido de los leotardos de un gran acróbata, los cuales aún cargaban el zumo de vitalidad tras cada ensayo. Peparar una buena comida de verdad para sus parientes implicaba un equilibrio en las cosas terrestres y vivas, cosas con las que mantener las manos ágiles y para hacerlas fuertes. Y así trajo un pollo del gallinero de los hermanos y lo cubrió con la densa salsa marrón verdosa, plumas y todo. Bill, al ser el listo, despertó con el olor de la salsa bullendo en el microondas y caminó hacia la cocina.

Para un ojo inexperto, Bill y George eran indistinguibles. Ambos grandes, incluso para su especie pues su padre había sido un ejemplar especialmente grande; con las caras tan expresivas como las obras de un escultor, con los dientes cincelados blancos y duros como rocas. Cuando iban juntos a solas, iban sin ropa,pues era costumbre de su especie, y sus cuerpos eran barrigudos y con bigote sin recortar. No necesitaban ropa pues carecían del pudor de los blandos, del pequeño pulgar entre las piernas. Tenían una forma más civilizada de reproducirse.

Joe no había vuelto aún. Billy preguntó a su hermano fuerte.

- Aún no, George le dijo a su hermano listo.

-Comamos entonces. No tiene sentido esperarle. Sabe cuál es la hora de la cena, dijo Bill y, dado que era el listo, comieron.

* * * * *

Joe regresó cuando salía el sol y se enterró entre sus hermanos sobre el nido de sábanas. George estiró una pierna sobre su hermano más pequeño y olió el licor de su repiración en su sopor y sus sueños quedaron contaminados con la peste de uvas podridas.

George fue el primero en despertar y preparar la comida de la mañana. El lado con larvas de un filete especiado con la vitalidad de sus parásitos y grava. Joe acudió a por el desayuno antes que Bill, como era su costumbre. Bill necesitaba el sueño para que su inteligencia descansase.

-¡Maldición, tengo hambre!, gritó Joe sin reparo por su hermano dormido.

-Te has perdido la cena, dijo George.

-Tenía cosas más importantes que hacer, dijo Joe. Salí con un Imaginador.

George se le quedó mirando con dureza.

-¿Y qué quería el Imaginador? ¿Hay algún problema?.

Joe dió una risa de desprecio.

-¿Porqué siempre piensas que hay algún problema?. El tipo quería charlar conmigo, le gusto, quiere conocerme, se llama Woodrow. Está a cargo de un montón de operaciones de la división y estaba interesado en lo que yo pensaba sobre algunos de sus planes.

Se detuvo y esperó que George se quedara impresionado.

George sabía el significado de esa pausa.

-Eso está muy bien. Debes de estar haciendo un buen trabajo para que que tu Jefe te mencione que se lo cuentes.

-¿Ese pequeño capullo?. Él me odia hasta las tripas. Woodrow está construyendo una unidad de operaciones especiales de pensadores laterales, quiere sangre nueva, creatividad. Dice que tengo una perspectiva única en mi especie.

-¿Has hablado con Orville?.

Orville era el blando que los había traído a la Isla desde la choza de su padre y era su mentor y defensor dentro de sus políticas Bizantinas. Bill le había confiado a George que sospechaba que Orville era de una especie diferente de blandos, que parecía realmente saber más de la especie de George que cualquier blando hubiera sabido jamás sobre aquellos asuntos.

Joe arrancó un trozo de la carcasa del raquítico pollo y se la embutió en la boca. Luego balbuceó algo que podría haber sido sí como podría haber sido no. Era la estratagema favorita de Joe y era la responsable de la redonda barriga que sobresalía bajo su esquálido pecho.

Joe arrancó más de la mitad de la comida y andó hacia la puerta.

-Woodrow quiere reunirse conmigo otra vez esta mañana. No me esperéis esta noche.

Dejó la cabaña y se dirijió a la parada del tranvía.

Bill rodó sobre su cama y dijo:

-No me gusta nada todo esto.

George se mantuvo callado. La voz de Bill le sorprendió, aunque no debería. Bill era lo bastante listo como para permanecer quieto y fingirse dormido para poder espíar la conversación de Joe mientras que George simplemente se habría sentado y habría empezado a hablar.

- Orville debería saber sobre el asunto pero no puedo saber si lo hará enfadar. Si se enfada y castiga a Joe, sería nuestra culpa por habérselo dicho.

-Pues no se lo decimos, dijo George.

Bill mantuvo su mano levantada.

-Pero si no se lo decimos y lo descubre por su cuenta, puede enfadarse con nosotros.

-Pues deberíamos decírselo, dijo George.

-Pero Joe y este Woodrow pueden no llevarse bien después de todo y, si eso ocurre, todo el asunto terminará por sí solo.

-Pues no se lo decimos, dijo George.

-Pero si se llevan bien, entonces pueden hacer algo que podría enfadar a Orville. Bill miró expectante a George.

-Pues...¿deberíamos decírselo?, dijo George, confuso.

- No lo sé, dijo Bill. No lo he decidido.

George sabìa que esto significaba que Bill tendría que pensar sobre ello, de modo que le dejó. Tenía que coger el tranvía para llegar a tiempo a su turno de todos modos.
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