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    21-August-2017
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    Post Respuesta: Cory Doctorow Craphound: Cazador de Trastos

    Craphound: Cazador de Trastos (4/4)
    por Cory Doctorow
    Bajo licencia de Creative Commons, Thank you, Mr. Doctorow.
    (Craphound)
    Traducción Casera: Sirius
    (Homemade Translation)
    ************************************
    Craphound tomó una Coke free de Lisa en el registro de entrada cuando hizo su aparición. Pujó alto pero astutamente y nunca pujó con golpes de diez mil dólares. Los pujadores paseaban por la sala, previendo el almacén de esa semana y tomando notas para sí.

    Me paré ante una caja llena hasta arriba de latas viejas y encontré una con un vaquero californiano en la Estampida de Calgary que montaba un caballo salvaje. La cogí para inspeccionarla. Craphound estaba detrás mía.

    -Bonita pieza, ¿eh?, le dije.

    -Me gusta mucho, dijo Craphoundy sentí enrojecer mis mejillas.

    -Vas a tener competencia esta noche, creo, dije y le indiqué a Scott/Billy con la cabeza. Creo que es Billy, aquél cuya madre nos vendió... te vendió el vagón cowboy.

    -¿De verdad?, dijo Craphound y sentí que eramos socios de nuevo, observando a la competencia con la mira telescópica. De pronto, sentí una cuchillada de vergüenza, como si traicionase de algún modo a Scott/Billy. Dí un paso atrás.

    -Jerry, siento mucho que discutiéramos.

    Solté un aliento que ignoraba que estaba conteniendo.

    -Yo también.

    - Van a comenzar la subasta. ¿Puedo sentarme contigo?.

    Y así, los tres nos sentamos juntos y Craphound estrechó la mano de Scott/Billy y el subastador comenzó su arenga.

    Fue una noche de ocurrencias inusuales. Pujé por una pieza, algo que me dije a mí mismo que nunca harìa. Era un conjunto de cuatro vasos de la pequeña huérfana Annie Ovaltine, como la abuela lo había sido y verlos en las manos del subastador me había transportado de vuelta a su cocina y tardes interminables pasaron con mis libros para colorear y raras velas duras de vieja dama y álbumes de Liberace sonando en el salón.

    -Diez, dije abriendo la puja.

    - Tengo diez, diez, diez, tengo diez, quién dice veinte, quién dice veinte, viente por los cuatro.

    Craphound saludó con su tarjeta de puja y yo salté como si me hubieran apuñalado.

    -Tengo veinte del cowboy espacial, tengo veinte, señor, ¿dice usted treinta?.

    Moví mi tarjeta.

    -Eso es treinta para usted, señor.

    -Cuarenta, dijo Craphound.

    -Cincuenta, dije incluso antes de que el subastador pudiera apuntarme de nuevo. Un viejo pro, se recogió y nos dejó hacer el trabajo.

    -Cien, dijo Craphound.

    -Uno cincuenta, dije yo.

    La sala estaba en perfecto silencio. Pensé en mis MasterCard sobrepasadas y me pregunté si Scott/Billy podría hacerme un préstamo.

    -Dos cientos, dijo Craphound.

    Vale, pensé. Paga doscientos por estos. Puedo tener un conjunto en la calle Quuen por treinta pavos.

    El subastador se volvió hacia mí.

    - La puja queda en dos. ¿Dice usted dos diez, señor?.

    Negué con la cabeza. El subastador hizo una larga pausa, dejándome sudar la decisión de retirarme.

    - Tengo dos. ¿Tengo alguna otra puja en la sala?. ¿Alguna otra puja?. Vendido, $200, al número 57.

    Un asistente le trajo los vasos a Craphound. Él los cogió y los colocó bajo su asiento.
    * * * * *
    Yo echaba humo cuando salimos. Craphound iba junto a mi codo. Yo querìa darle un puñetazo. Nunca le he dado un puñetazo a nadie en mi vida pero querìa darle un puñetazo.

    Entramos al frío aire nocturno y aspiré llenando los pulmones varias veces antes de encender un cigarro.

    -Jerry, dijo Craphound.

    Me paré pero no le miré. En vez de eso observaba a los taxis entrar y salir del garaje de la puerta de al lado.

    -Jerry, amigo mío, dijo Craphound.

    -¡QUÉ!, dije lo suficientemente alto como para sobresaltarme a mí mismo. Scott, a mi lado, reaccionó también.

    -Nos vamos. Quiero decirte adios y darte algunas cosas que no me llevaré conmigo.

    -¿Qué?, dije de nuevo, Scott también, sólo un instante después de mí.

    -Mi gente, nos vamos. Se ha decidido. Tenemos lo que habíamos venido a buscar.

    Sin más palabras, fue hacia a su furgoneta. Le seguimos detrás, en completo shock.

    El exo-esqueleto de Craphound ejecutó otra macro y deslizó a un lado la puerta-panel, revelando el vagón cowboy.

    -Quería darte esto. Me quedaré los vasos.

    -No lo entiendo, dije.

    -¿Os váis todos?, preguntó Scott con una nota de urgencia.

    -Se ha decidido. Salimos todos dentro de veinticuatro horas.

    -Pero, ¿porqué?, dijo Scott, sonando casi petulante.

    -No es algo que pueda explicarse fácilmente. Como debéis de saber, las cosas que os dimos eran banalidades para nosotros, casi sin valor. Las cambiamos por algo que era casi sin valor para vosotros, un cambio justo. Todos aceptásteis el trato pero es hora de continuar en otro sitio.

    Craphound me ofreció el vagón cowboy. Sujetándolo, olí el lubricante de su exo-esqueleto y el olor se había momificado antes de recorrer el camino hacia sus manos. Sentí como si casi comprendiera.

    -Esto es para mí, dije lentamente y Craphound asintió vigorosanente.

    -Esto es para mí y tú te quedas los vasos. Y yo miraré esto y sentiré...

    -Tú lo comprendes, dijo Craphound, pareciendo, de algún modo, liberado.

    Y lo hice. Entendí que un alienígena llevando un sombrero cowboy y revólveres y regalándolos era un poema y una historia, y un soltero sediento tratando de gastar la mitad del alquiler del mes en cuatro vasos para poder recordar la cocina de su abuela era una historia y un poema y que la parcela de feria olvidada a las afueras de Calgary era una historia y un poema también.

    - ¡Vosotros sois Cazadores de Trastos!, dije, ¡TODOS vosotros!.

    Craphound sonrió para que pudiera ver sus encías, dejó el vagón cowboy y aplaudió mis manos.
    * * * * *
    Scott se recobraba de su shock pasando la noche en su oficina, tecleando números, hablando por teléfono y, generalmente, consiguiendo, mientras lo que consiguiera fuera bueno. Tenía un filón, nadie más sabía que ellos se marchaban.

    Él se hizo pro una semana después. Abrió una boutique chi-chi en la calle Street y me contrató como recolector jefe y factum factotum.

    Scott no era Billy the Kid. Sólo otro tímido con pantalones cowboy de la calle Bay. Del modo en que vienen a la tienda y gastan, debe de haber un millón de ellos.

    Nuestra muestra de la ventana es un bello maniquí que encontré, directo de los años cincuenta, de un chiquillo que llamamos El Castor. Se viste con chapas y una placa de Sheriff y revólveres de seis balas y un Stetson en miniatura y botas cowboy con una preciosa miniatura de un vagón de vapor cuyo cuero está trabajado con motivos cowboy.

    -No se vende a ningún precio.
    Última edición por Artifacs; 20-Nov-2017 a las 11:30
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