Interesante artículo, aunque me recuerda un poco a aquellos que a mediados del siglo XX vaticinaban que antes del 2000 los robots serían humanoides a nuestro servicio y los coches levitarían por los cielos de las ciudades. Evidentemente, así no ha sido (y es curioso, nadie cayó en imaginar lo que sería el boom real, el de la información y la comunicación), porque aquellas profecías ignoraban cuestiones prácticas y los intereses económicos, que no funcionales, que en gran medida determinan el futuro tecnológico.

Que en 30 años la ciencia sea capaz de erradicar todas las enfermedades, y a la vez, de detener el envejecimiento celular, creo que es una visión ciertamente optimista. Pero si así fuera, se platean varias problemáticas ante la “inmortalidad”. Por un lado si la población fuera inmortal, habría que prohibir el tener hijos, o en breve la humanidad colapsaría debido a la escasez de recursos por la superpoblación. La inmortalidad a nivel global, acarrea consigo el fin de la reproducción, y aunque el cuerpo no envejezca, el cerebro de una persona joven es muy diferente del de una persona anciana, y tiene implicaciones en términos de adaptabilidad (por algo las revoluciones las emprenden los jóvenes). No es factible que el la especie humana se vuelva inmortal en su conjunto, pero sí que unas élites se sirvan de la ciencia para prolongar su vida más que el resto. Aunque por una cuestión estadística, la inmortalidad de estas élites dudo que durara demasiado, ya que el mundo cambia rápidamente y hasta los más grandes, algún día caen.

El artículo también nos habla de la vida artificial, y de cómo las máquinas pronto serán más potentes y complejas que el cerebro humano. A mi ver, otra vez aquí se equivocan en el enfoque, pues la vida o la inteligencia no es una cuestión de potencia, sino de “finalidad”, y por muy potentes que sean las máquinas, no dejan de ser más que meras herramientas.

Y no digo que el futuro no nos sorprenda, pero creo que los tiempos suelen ser más largos de lo que uno imagina (¡Ojalá podamos ver al hombre llegar a Marte!), y a veces lo que nos depara el mañana es justamente aquello que no habríamos sospechado jamás.