DIVERTIMENTO SIDERAL DEL ESPACIO INFINITO DE LA GALAXIA UNIVERSAL


Mena

Me costó acostumbrarme a la movediza superficie del planetoide. Su nombre en las cartas astrales aprobadas era Acurus...algo (nunca he tenido facilidad para aprender los guarismos con que el Sínodo de los Magoi, radicados en El Centro, designa a los descubrimientos). Yo lo habría llamado Jalea...algo.
Palabras más, palabras menos, el asunto es que, al momento de ocurrir los acontecimientos que narro, ya caminaba con toda la soltura posible embutido en mi traje protector (al fin y al cabo, era mi cuarto o quinto ascenso al planetoide). Pero ella…
en el caso de ella, todo estaba patas arriba: desde el mismo comienzo se había opuesto al raid; había encontrado mínimo el cohete (por aquel tiempo yo sólo era un trabajador medio en La Cláusula… y dentro de los límites de El Dominio. Ergo, mi sueldo no me permitía mucho lujo); el traje no le ajustaba convenientemente; blablablá. Y ahora (o entonces), la veleidosa superficie. Jejejé; al recordarla, se me figura una ebria bailando en algún burdel-thai marciano.

Doy unos pasos. El acantilado mengua a mis pies. Atrás, sentada en la escalera desplegable del cohete plateado, ella sigue reprochándome esta idea de excursión. Grita de modo horrible… en vano: Bajo el volumen del auricular de mi escafandra. Observo el ondulante paisaje de Acurus...algo. Es hora. No puedo retrasarlo más.
Soy terrícola. Le suelto así, sin anestesia. Soy terrícola. De la Tierra. Tercer planeta. Luna hecha polvo. Tierra. Sí, estúpida, esa Tierra.
Su perorata continúa algunos segundos, se diría que por inercia. Calla abruptamente.


Presumo que su silencio es una pregunta, pero no tengo tiempo para respuestas. Ya está dicho todo. Cualquiera otra cosa es de perogrullo.
Camino de vuelta al cohete. Ella está ensimismada (es decir, supongo que tras la escafandra polarizada ella tiene el semblante de una gran boba).
Cojo su mano y subimos al cohete. Mi pericia y experticia nos ayuda a descender sin problemas. Ayuda también, por cierto, la inestable superficie del planetoide que evita hasta el más nimio intento de espionaje por parte de alguna de las seis agencias de El Dominio (según el informe Tagliatano, mas ¿quién lo ha leído alguna vez?). De ella no me cuido. Está demasiado atada a mí. Y necesitaba decírselo. Ahora todo es más relajado.

A propósito, fui ascendido y, tras cada revolución, recorro hasta cinco sectores de La Vastedad. No me pregunten los dichosos guarismos: ya les dije que soy pésimo para ello.
Yo, simplemente, los llamo NUEVA TIERRA.

(de un panfleto propagandístico)