En realidad la vida (y la muerte quizá también) se resume toda en la siguiente pregunta, ¿Estás dispuesto/a a pagar el precio? Porque todo es eso; todo tiene su precio, su contraparte. Otra variante de la pregunta es, ¿Realmente merece la pena? Cada vez que quieras hacer algo o te enfrentes a un dilema o tengas que elegir entre varias opciones hazte esas preguntas y respóndelas porque es la clave de todo.

Siendo absurdos y radicales, ¿Merece la pena estar vivo? ¿Estas dispuesto a pagar el precio que eso conlleva? Estar vivo significa experimentar o percibir cosas agradables pero a su vez también sentir cosas desagradables; cosas que te hacen sufrir y te provocan malestar (y esas sensaciones están aseguradas, pero las otras sensaciones o experiencias agradables no están tan aseguradas). ¿Te merece la pena entonces?

Estar muerto significa no sentir nada. No sientes dolor ni sufrimiento alguno (se supone) pero tampoco sientes cosas agradables. Se entiende que no sientes nada. Ni sientes ni padeces, vamos (en principio, repito, porque nadie sabe en realidad qué hay después de la muerte si es que hay algo). ¿Te merece la pena morir entonces?