Judíos errantes

–¡Hum! ¡El caso del judío errante! Lo recuerdo muy bien.
–Así es Dra. Los registros dicen que este ser se presentó de repente, haciéndose llamar Ahasverus, el judío errante. No había antecedentes de él, un documento, una identificación, algo en lo más mínimo. Prácticamente salió de la nada. Con todo, le consideramos un loco cualquiera, un ser con una mente rota que alguna vez dejo el camino de la cordura junto con cualquier resquicio de pasado que pudiera tener.
–Y decidieron ignorarlo.
–Como a cualquier loco.
–Como a cualquier otro loco.
–Y sin embargo, su mejor evidencia sería el paso del tiempo. Reapareció 30 años más tarde, con el mismo semblante con el que apareció en forma inicial. Pero aún así, no le prestamos ninguna importancia. Un par de cirugías y una vida saludable y de ejercicio podrían hacer que conservase la misma imagen por 30 años.
–Exacto. El problema vino cuando apareció 70 años después…
–Sí. Nuestros predecesores comenzaron a dudar. Pero sin más, desapareció sin dejar rastros.
–Y lo efímero del encuentro, pensamos en el final de la farsa.
–¡Oh, sí! Pero 150 años después de su primera aparición, llegó otra vez, sin ninguna arruga, ninguna muestra de cirugía, con un caminar sin el menor encorvamiento por los años y con una mente lúcida, el mismísimo sujeto que afirmó ser el mítico judío errante apareció como si nada.
–Supusimos en algún tipo de tecnología criogénica, pero aquellos con capacidad para esto negaron tener registros. Además aún está el problema de la pérdida de la memoria y la capacidad mental, que se van perdiendo paulatinamente aunque el cuerpo continúe conservándose a bajas temperaturas. Los engramas son sensible, muy sensibles al frío…
–Sí. Y ese tal Ahasverus hablaba como merolico. Si había algún tipo de daño mental, supo ocultarlo.
–Tampoco era un familiar, digamos, un hijo. El escáner biométrico inicial mostró que era la misma persona de hace 80 y 120 años antes. Quién sabe si de hace 150 años, pues esos registros están perdidos.
–Sí… perdidos.
–Y fue ahí donde comenzamos a estudiarlo.
–Por supuesto. Se integró el Grupo de Estudio del Judío Errante. Lo retuvimos, lo interrogamos y nos sorprendió la primera impresión. Sus recuerdos databan de hasta hace poco más de 2000 años, dominaba cuanto lenguaje hubiera existido desde ese entonces, conocía un sinfín de culturas que habían poblado la Tierra en este período de tiempo.
–Y fuimos creyéndole.
–Sí, fuimos creyéndole.
–Su sangre no tenía alteración alguna. Su piel sin ninguna muestra de cicatrización por cirugía.
–De hecho no encontramos ninguna cicatriz pasada.
–Sí, pero ¡que diablos! Si efectivamente era un ser inmortal, debía tener un sistema de cicatrización sin igual. Si le permitía vivir tanto tiempo, igual debía cicatrizar perfectamente. Estábamos extasiados. De verdad creímos que era cierto el mito del judío errante.
–¡Claro! El revuelo alcanzo las calles, a la sociedad.
–Hubo fanáticos, hubo seguidores. Pero también se presentaron los celosos escépticos que no creyeron un gramo del cuento.
–No.
–Y en la primera oportunidad que salió al público, a conferenciar con él, sucedió el atentado.
–Así es. Ese hijo de puta que de la nada apareció, revolver en mano, y le brindo un disparo a media cabeza…
–…Y terminó el sueño del judío errante. Y de forma todavía más misteriosa.
–Mucho más misteriosa.
–Sí. Ahasverus no era más que un robot bien elaborado, el mejor creado hasta ese entonces. No conocíamos esa tecnología. Un robot enfundado en una cobertura externa de piel biosintética que replicaba todo a una piel normal, hasta en las huellas digitales, la piloerección, la descamación, todo.
–Y una matriz de células madre que producían sangre, una sangre indiferenciable de la sangre humana, solo para nutrir esa piel.
–Por eso pudimos tomar muestras de sangre.
–Fuera de eso, lo demás era natotubos de carbono conformando huesos y articulaciones que semejaban al de un humano, pero rellenos de circuitos, chips de información, procesadores. ¡Una maravilla de bio-ingeniería!
–Realmente así es.
–Pero nadie supo quien lo creó, ni que fines tendría en presentarse con esa identidad de inmortal.
–Su memoria registraba al detalle sus idiomas y sus historias.
–Sí. Casi podría jurar que él mismo no sabía que era una maquina. Recibió una conciencia creada, un montón de recuerdos implantados, lo cual le hizo creer a él mismo que era el real judío errante.
–¡Oh, sí!
–Bonitos recuerdos Dra. Pero no he venido a revisar ese caso con usted.
–¿No? Entonces, ¿de qué quiere hablar?
–La primera aparición de Ahasverus ocurrió en la Agencia Central de Ciencias. Ahí se resguardaron los registros iniciales de Ahasverus, la primera entrevista, de hecho, la única que dio en aquel entonces. No podía haber mucho material, considerando que fue tratado como un mero chiflado. Pocos años más tarde, el fatal incendió, con pérdida de parte de algunos registros.
–¡Claro! Al empezar a estudiar al “judío errante” intenté buscar todo registro pasado, pero no encontré nada de hace 150 años. Me tope con la noticia del incendio. Por lo tanto, tuve que conformarme con la información de un investigador de la segunda aparición, hace 120 años, que hacía referencia al primer encuentro.
–Sí…
–Es lamentable que se haya perdido esa información.
–Sí, es lamentable… y conveniente.
–¿A qué se ref…?
–…Revisé los registros de la Agencia Central de Ciencias de hace 150 años, intentando encontrar alguna información cruzada del caso. La esperanza no era mucha, teniendo en cuenta que solo dio una entrevista de poca relevancia, sin análisis ni nada, considerando que fue manejado como un charlatán o un desequilibrado mental.
–¡Aja!
–La psiquiatra entrevistadora, una Dra. Benckley, se encargo de ese caso. Curiosamente, el incendio de la Agencia de Ciencia, afecto todo su trabajo. Lo único que se menciona en referencias cruzadas de la época, es que debió de ser una profesional de poca monta, tal vez mediocre, pues sus investigaciones no tuvieron relevancia alguna y nunca llegó a publicar resultados…
–¡…Hum…!
–Al final encontré una fotografía del equipo psiquiátrico de la Agencia de Ciencias de hace 150 años…
–¿Y…?
–¡Dra. Lacks! ¡No lo ve!
–¿Ver qué…?
–Dra., ¡Usted está ahí!
–¡No! Indudablemente el parecido es enorme, tal vez una ancestro de la que no tengo conocimiento…
–¡Claro! Eso pensé. Si no fuera porque la Agencia de Ciencias tiene registro genético de sus integrantes desde hace mucho tiempo, incluido ese entonces. Así que seguí mi instinto de curiosidad. Al comparar ese registro genético con el suyo, ¿Qué resultado cree que encontré, Dra.?
–¡…!
–¡Dígame, Dra!
–Registros iguales…
–Así es, Dra. Lacks, así es. Y creo que es muy conveniente que vaya buscando otra identidad. El caso del robot Ahasverus ha demostrado que el mundo no está preparado para usted o ustedes. No sé si usted sea también otro ser artificial o haya realmente seres inmortales. No me interesa. Solo desaparezca ya. Si yo lo sé, alguien más lo sabrá.
–¡Gracias!
–¡Adiós!


by Raptor.