Me paso por aquí para aclarar cuatro cosillas. Primero, yo no soy director ni nada que se le parezca. Aquí el gran jefe indio y quien tiene el mérito de todo (el que se pega la gran currada) es Borg. Yo soy el simple corrector. Quien se encarga de dar la capa de chapa y pintura.

Yo no digo que el segundo número no merezca la pena. Si así lo creyera, abandonaría el barco mañana, pues tiempo tampoco tengo demasiado. Sin embargo, creo con firmeza en esta revista y aquí estaré, número tras número.

En efecto, tengo quejas. No de todo el mundo. Es más, yo corrijo sin saber de quién es cada texto, por lo que mi criterio es llanamente en relación a lo que estoy leyendo y corrigiendo. No tengo manías ni preferencias, vamos. Pero que enviéis un texto plagado de errores ortográficos del tipo más sin tildar por todas partes o casos similares clama al cielo, pues el propio corrector de Word os lo resalta en azul. Eso, en mi opinión, es pura vagancia y dejadez.

En parte, como bien dice Borg, es culpa mía, por no haber votado en este número; de haberlo hecho, la criba hubiese sido más amplia. Por desgracia, entre que emigré, el nuevo trabajo, mudanzas y rollos, apenas he tenido tiempo para la literatura. Ahora, más asentado, retomaré mi gran pasión.

Dicho esto, felicitar a todos los que componéis este número y espero que, con ilusión y esfuerzo, el próximo número sea el empujón definitivo para una revista sublime.