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  1. #1
    Meteorito Avatar de Nieves Delgado
    Fecha de Ingreso
    08-October-2012
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    171

    La pregunta correcta

    Nuevo relato a valorar. En cuanto pueda, haré alguna cosilla que no sea un relato, que veo que es de lo que más hay. Y cuando me lea todo lo que hay colgado, empezaré a votar.



    La pregunta correcta


    Silencio. Oscuridad. Quietud. El paso del tiempo. Los segundos que caen uno tras otro como fichas de dominó. El zumbido sordo de los aparatos eléctricos en standby. Los pequeños ruidos amortiguados que llegan de los otros apartamentos. La humedad en el ambiente. Más segundos fusionándose en minutos. Más minutos. Más silencio.
    Un sonido al fondo, en la habitación principal. Alguien tose, y parece que se revuelve en la cama. Un nuevo silencio. Más segundos cayendo.
    Una puerta que se abre al final del pasillo. Una luz tenue que perfila una silueta masculina. Un hombre que se acerca tambaleante. El sonido de sus pasos. La luz de la cocina que se enciende.
    ―Hola, Samuel ―la voz humana rompiendo el aire.
    ―Hola, Danny. ¿Estás bien?
    ―Sí… ―está desorientado, aunque intenta disimularlo―…sí, gracias. He tenido una pesadilla, eso es todo. ¿Dónde está Andrew?
    ―Está actualizando su software. Hemos recibido nuevas aplicaciones que permiten optimizar la utilización de bots en la Red. Yo ya las he instalado ―Danny afirma con la cabeza y cierra los ojos mientras le hablo; no son precisas más explicaciones―. ¿Necesitas algo?
    ―Bueno… Sí, tal vez necesitaría volver a nacer de nuevo. Pero creo que me conformaré con tomar algo caliente y ver si cojo el sueño otra vez.
    Inicio un chequeo superficial del estado de Danny. Ojos entrecerrados, incipientes ojeras, ligera sudoración en el cuello. No parece nada grave.
    ―Siéntate, te prepararé algo.
    Me hace caso y se sienta mientras me dirijo a la despensa. La abro y echo un vistazo dentro.
    ―No tienes gran cosa para tomar a las tres de la madrugada; unas cuantas infusiones, aunque la mayoría de ellas tienen excitantes, algo de leche… ―Danny sigue observándome, lo ha hecho durante todo el tiempo mientras me dirigía a la despensa, lo he notado. Ya estoy acostumbrado a la curiosidad de los humanos, no pueden evitarlo.
    ―Un té estará bien.
    ―Un té no te ayudará a dormir, pero te lo puedo preparar con leche si quieres.
    Me hace un gesto con la mano indicando que no importa, que se lo prepare igualmente. Inclino la cabeza en señal de afirmación y me dirijo a la encimera con las hojas de té en la mano. Preparo la infusión manualmente, sé que a Danny le gusta más así que hecha en el dispensador de bebidas. Vuelvo junto a él mientras la dejo reposar. Tiene la cabeza apoyada sobre una mano, en un gesto típico de desidia y aburrimiento. Aparto una de las sillas de la mesa y me siento a su lado.
    ―¿Sabes? Eres uno de los pocos humanos que conozco al que le da igual que sus androides anden sueltos por casa de noche ―mi programación empática me induce a buscar el bienestar de Danny. Quiero darle conversación. Aunque también lo hago porque, de algún modo, me agradaba―. La mayoría de ellos sienten un temor primitivo hacia nosotros. Se mueren de miedo solo con pensar que puedan entrar en su cocina de noche y encontrarnos aquí sentados, a oscuras y en silencio.
    ―Sí, es cierto. Los humanos a veces somos un poco absurdos. Conozco gente que incluso os desconecta por la noche. Totalmente. Les da igual la seguridad de la vivienda. Prefieren arriesgarse a que entre un malnacido en la casa, a tener un androide merodeando por su salón. Es incomprensible.
    Está siendo sincero, lo sé. Pero también sé que Danny no es un humano al uso. He tenido otros dueños y aprecio la diferencia. La mayoría de ellos me trataban con distancia, con frialdad incluso. No me molestaba. No estoy programado para que ningún comportamiento humano me moleste. Pero mi software empático me permite percibir la diferencia. Y yo la registro. Registro esas pequeñas diferencias y aprendo de ellas. Si para algo he sido creado, es para aprender.
    ―No es incomprensible ―respondo―. Tenéis un diseño biológico que hace que desconfiéis de todo lo que es diferente a vosotros. Sabéis que vuestra naturaleza es radicalmente distinta a la nuestra; pero somos iguales en apariencia, y eso os desconcierta. Crea un conflicto interno. Una señal de alarma que os advierte de un inminente peligro. A un monstruo se le puede odiar siempre que sea monstruoso, pero si el monstruo es uno de los vuestros… bueno, eso complica mucho las cosas.
    Danny se me queda mirando unos segundos, en actitud reflexiva. Le mantengo la mirada. Sé que no hubiera podido hacerlo con cualquiera de mis anteriores dueños, pero sí con él.
    ―¿Tienes algún tipo de formación psicológica en tu programación, Samuel? ―me pregunta. Siente curiosidad.
    ―Solo lo básico; Piaget, Wundt, Vygotski… ¿Por qué lo dices, quieres que interprete tu pesadilla? ―arqueo una ceja en un gesto inquisitivo que arranca una risilla en Danny―. Y antes de que lo preguntes; no, no tengo programado el sentido del humor. Lo he aprendido, igual que lo aprenden los niños pequeños.
    ―Pues ojalá pudieras interpretarla ―responde pensativo―. Si es que tiene algún tipo de interpretación, claro. Por cierto, los androides no podéis tener sueños, ¿qué opináis sobre ellos?
    ―Bueno, es complicado ―me levanto y me dirijo hacia la tetera. El té sigue reposando y lo remuevo un poco con la cuchara. Me vuelvo hacia Danny y continúo hablando de pie―. Según parece, los sueños no son más que residuos de vuestras experiencias que quedan registrados en alguna parte de la memoria, y no necesariamente de forma consciente. Por la noche, cuando dormís, vuestro organismo se ralentiza y entonces esos recuerdos afloran. Es cuando el cerebro, o más bien una parte del cerebro, el hipocampo, los reorganiza de una manera alternativa. Creativa. Y salen las historias absurdas que ya conoces.
    ―O sea, que no tienen interpretación.
    Cruzo las piernas y me cruzo también de brazos, apoyándome en la encimera de la cocina. No necesito descansar ninguna parte de mi estructura, pero sé que adoptar posturas típicas de los humanos ayuda siempre a mejorar la comunicación con ellos.
    ―Yo creo que sí. Tienen interpretación, pero no significado. Hablan de vuestro subconsciente, esa parte que funciona a escondidas del cerebro. Pero no se puede hablar de los sueños en términos de coherencia, no son eso. Solo son… indicadores de lo que hay por debajo de la superficie.
    Observo cómo Danny se baja las mangas de la camiseta, señal de que tiene algo de frío. Lo hace con las dos mangas, aunque solo uno de sus brazos es biológico; el otro es una prótesis. Ese tipo de detalles es lo que más me choca de los humanos; su incapacidad para desprenderse de antiguos hábitos. Para desprenderse, al fin y al cabo, de sus limitaciones biológicas. O, al menos, la ausencia de intención para hacerlo.
    Se le escapa un bostezo y se dirige al cuarto de baño. Está allí dentro unos minutos. Mientras, sirvo el té y le echo una pizca de azúcar, tal y como a él le gusta. Escucho la cisterna. El correr del agua por el lavabo. Cuando vuelve, se sienta de nuevo en la misma silla.
    ―Todo eso te debe resultar muy extraño, ¿verdad? ―continúa Danny―. Me refiero a eso de tener imágenes en la cabeza que no existen, y argumentos inconexos entre ellas.
    ―No creas. Nosotros no soñamos, pero también podemos llegar a tener procesos parecidos. Si nos programan una subrutina oculta, que se dispare solo en ciertas situaciones, puede suceder que el software de funcionamiento básico entre en conflicto con ella en algún momento. Date cuenta que nosotros nos actualizamos periódicamente, pero la subrutina queda implementada desde el principio. Y si eso sucede, podemos tener pequeñas disfunciones que serían equivalentes a vuestras ensoñaciones y que solo se darán en nuestro período de letargo, ya que en la vigilia, el software maestro anula cualquier posible contradicción.
    Coloco la taza de té humeante delante de Danny, pero él parece no darse cuenta. Algo ha captado su interés. Su cerebro limitado necesita centrar esfuerzos en ese nuevo foco de atención. Las tareas secundarias, como coger tazas de té, son relegadas a un segundo plano.
    ―Espera, espera… ―ha ido abriendo mucho los ojos a medida que yo hablaba; ahora, tiene fruncido el ceño en un gesto de extrañeza―, ¿qué es eso de “subrutinas ocultas”? ¿Me estás diciendo que los androides podéis tener en vuestra programación instrucciones que vuestros dueños ignoran? No podréis saltaros las leyes robóticas, ¿verdad?
    Detecto preocupación en el tono de Danny. Calculo la probabilidad de que aquello pueda incomodarle; ínfima. No concuerda con los hechos. Etiqueto el resultado como “sorpresa”. Lo percibo tan cercano a mí mismo que a veces evalúo mal los datos. Se me olvida que sigue siendo humano.
    ―No, claro que no. Las subrutinas ocultas se insertan, precisamente, porque no podemos saltarnos las leyes robóticas. Si tú quieres, por ejemplo, utilizar un androide para el espionaje industrial, puede ser interesante que ni él mismo lo sepa. Así no tendrá que mentir, fingir, ni entrar en contradicción consigo mismo en ningún momento.
    ―Pero… un androide nunca podría ser utilizado así, ¿no? Quiero decir; no podéis mentir a los humanos, no podéis causarles ningún perjuicio.
    ―Pues claro que podemos mentir. Para salvar una vida humana, sin ir más lejos. Si tú estás a punto de suicidarte, toda mi programación se volcará en evitar que eso suceda. Mentir no supondrá ningún conflicto para mí.
    ―Bueno, sí, claro, preservar la vida humana… pero salvo eso…
    ―Te equivocas de nuevo, Danny. Nada en la programación de un androide le impide mentir a un humano si con ello no le causa un daño directo o físico. No podemos mentir en preguntas directas, eso es cierto, pero sí podemos ocultar y manipular, tergiversar la verdad hasta hacerla irreconocible. Y, si te soy sincero, creo que somos muy buenos en eso.
    No tengo ningún problema en usar palabras como “manipular” o “tergiversar” para referirme a mí mismo. Es una gran diferencia con los humanos, siempre tan preocupados por su imagen.
    ―Lo cual nos lleva ―continúo― a la conclusión de que si un androide miente a un humano, es solo porque este no es capaz de hacer las preguntas adecuadas.
    ―¡Maldito cabrón…! ―Danny me señala con el dedo índice. Tiene los ojos entrecerrados y una media sonrisa puesta. Se lo está pasando bien― Eso es lo más humano que he oído en mucho tiempo. Culpar a los demás de lo que uno hace mal, a sabiendas de que lo está haciendo.
    Nos reímos. Los dos. He aprendido que cuando puedo rebajar el nivel de alerta de mis programas, el sistema empático se ejecuta mucho mejor. Supongo que se puede traducir como “bienestar”. La risa produce distensión en el ambiente, y eso vuelve a rebajar los niveles de alerta. Es un sistema que se retroalimenta. Optimiza mi funcionamiento. Y creo que el funcionamiento humano también.
    Danny por fin se acuerda de la taza de té y le da un par de sorbos. Coge la taza con las dos manos, como si quisiera templarlas con el calor que desprende, aunque solo una de ellas es en realidad una mano. Otro vestigio del pasado.
    ―¿Sabes? Es agradable charlar contigo ―me dice―. Más incluso que con la mayoría de personas que conozco.
    ―Es normal, Danny. Estoy programado para que así sea.
    ―Sí, supongo que sí… ―la mirada se desenfoca mientras observa el líquido humeante.
    Aparto la vista mientras él se pierde en sus pensamientos. No es buena idea hacer que un humano se sienta observado, y más mientras está ingiriendo algún tipo de alimento. Inicio un segundo escaneo superficial y compruebo que se ha estabilizado. El sudor se le ha secado sobre la piel, seguramente es el motivo por el cual siente algo de frío. Sus párpados están un poco más cerrados de lo que es habitual en estado de vigilia. Creo que pronto le entrará el sueño de nuevo.
    ―Seguramente eso es lo que más os diferencia de nosotros; que obedecéis a una programación que no podéis obviar en ningún momento.
    ―Bueno, yo no lo veo exactamente así. Todos tenemos una programación básica a la cual obedecemos. La única diferencia es que nosotros somos conscientes de ella. Y tenemos un margen de acción dentro de esos límites. Igual que los humanos.
    ―¡Oh, venga, Samuel! Nosotros no tenemos insertadas en el cerebro unas leyes que rijan nuestro comportamiento. Podemos saltarnos nuestras propias normas tantas veces como queramos. De hecho, lo hacemos a menudo; probablemente demasiado a menudo. Se llama “libre albedrío”.
    Danny frunce el ceño en un gesto de desagrado. Intenta ocultarlo tras una ligera sonrisa que lo transforma en eso que los humanos llaman “ironía”. Apura el último sorbo de la taza y la aparta de sí. Empieza a levantarse de la silla. Entonces, hablo.
    ―Eso que llamas libre albedrío no existe. Respondéis a vuestros condicionantes biológicos exactamente igual que nosotros respondemos a nuestros programas. A veces las recompensas son inmediatas y tangibles, como saciar el hambre o aplacar el dolor, y otras veces son más tardías y menos evidentes, como reforzar la autoimagen u obtener el reconocimiento ajeno. Pero eso es lo que conforma vuestra programación básica, solo un poco más complicada que la de una rata porque vuestro cerebro es algo más complejo.
    Asombro en su cara. La boca abierta. El ceño más fruncido. La respiración contenida. Los ojos muy abiertos. La mirada fija.
    ―¿Lo ves? ―le digo― Acabo de decirte algo hiriente, con la única intención de herirte, y te he herido. No has podido evitarlo, tú no has decidido. Conozco tu programación y sé activarla. Igual que tú conoces la mía. No hay libre albedrío.
    Se me queda mirando. Intensamente. Durante más de un minuto. Le mantengo la mirada. Sin desafío. Solo mi mirada en la suya.
    ―Vale. Tú ganas ―al fin, una sonrisa. Los músculos de la cara se relajan. La respiración se tranquiliza―. Pero mi programación me está diciendo ahora mismo que me vaya de nuevo a la cama, si no quiero estar mañana hecho una piltrafa. Aunque seguiremos hablando de esto, no creas que me has convencido.
    ―Por supuesto ―le digo mientras recojo la taza.
    Se da la vuelta y empieza a caminar por el pasillo. Antes de llegar al dormitorio, se gira y regresa.
    ―Samuel…
    ―¿Sí, Danny?
    ―Los androides… ¿nos veis como algo molesto?... ¿como algo a eliminar?
    ―Claro que no, Danny. Nunca nos podríais molestar porque…
    ―Sí, ya sé, porque no estáis programados para ello. Pero lo que quiero decir es… ¿tú crees que el mundo estaría mejor sin nosotros? ―intenta ser preciso con la pregunta. No lo consigue.
    ―No lo sé. ¿A qué te refieres exactamente con “el mundo”?
    Danny vacila unos segundos.
    ―Bueno, déjalo. Creo que ahora mismo estoy demasiado espeso. Hasta mañana, Samuel.
    ―Hasta mañana, Danny.
    Acabo de recoger la taza mientras escucho sus pasos yendo a la habitación. El interruptor de la luz que se enciende. La puerta que se cierra. El sonido del colchón al acostarse.
    Apago la luz de la cocina y me siento en la silla. Proceso la conversación antes de entrar en letargo. Las preguntas de Danny. Sus reacciones. Y aprendo de ello. De su curiosidad. De su incomodidad. De su conformidad.
    Intuyo lo que quiere saber. Podría darle una respuesta. Pero, simplemente, no ha hecho la pregunta correcta.
    Me conecto al “modo letargo”. Noto cómo todos mis sistemas rebajan su nivel de funcionamiento. Y registro. Los ruidos de la casa. El olor del té en el aire. Los segundos que vuelven caer pesadamente. La oscuridad; siempre, la oscuridad.

    EDITA ADMIN:
    VERSION DEFINITIVA

  2. #2
    Meteorito Avatar de Nieves Delgado
    Fecha de Ingreso
    08-October-2012
    Mensajes
    171

    Respuesta: La pregunta correcta

    He intentado subirlo en doc, pero no me deja, me da error y dice "archivo inválido". Y mis conocimientos de informática no es que sean nulos, es que son negativos. Lo siento, soy consciente de que el formato actual no es muy bueno para la lectura; no respeta los sangrados del texto y tampoco lo justifica. Es lo que hay....

  3. #3
    Admninistrador Avatar de Admin
    Fecha de Ingreso
    07-September-2009
    Ubicación
    Ciberespacio
    Mensajes
    7.409

    Respuesta: La pregunta correcta

    Me extraña que no lo hayas podido subir en word. Todo indica que deberías poder.
    Del relato me ha gustado mucho que el protagonista sea un robot y esté en primera persona. Me ha parecido interesante la charla, y no es mala idea lo de "hacer las preguntas correctas", pero la pega es que le falta un desenlace más sorprendente. Este relato, si en vez de terminar como empieza propusiera un final innovador y chocante, me gustaría muchísimo más. Estoy entre el 3 y el 4 de calificación. Te pondré un 3 siendo exigente, a sabiendas que siempre puedo volverlo a recalificar.

  4. #4
    Meteorito Avatar de Emisario
    Fecha de Ingreso
    21-June-2012
    Mensajes
    121

    Respuesta: La pregunta correcta

    a veces el word en doc.x no sube a algunos foros, pero si en word.doc (el más antiguo)

  5. #5
    Meteorito Avatar de Nieves Delgado
    Fecha de Ingreso
    08-October-2012
    Mensajes
    171

    Respuesta: La pregunta correcta

    Vale. El relato ya lo tengo registrado, pero si se me ocurre un final del tipo que dices, lo escribo, como si fuera una nueva versión, y lo subo para que opinéis. Aunque a mí me gusta así, la verdad... no todo van a ser finales sorprendentes en esta vida, ¿no?

    Gracias, Emisario. Sí, el archivo que intenté subir era del Word moderno, aunque tampoco descarto que la causa fuera mi propia inutilidad

  6. #6
    Meteorito Avatar de Ifigenia
    Fecha de Ingreso
    15-August-2012
    Ubicación
    Asturias
    Mensajes
    165

    Respuesta: La pregunta correcta

    Es el primer relato que leo de este género que no es de Borg.
    No soy aficionada a la ciencia-ficción, en los relatos largos me cuesta concentrarme y encima todavía arrastro un gran resfriado.
    A pesar de todo ello me ha encantado el relato.
    Quizá al inicio se crea un ambiente de intriga y se espera un final más impactante, pero a mi no me decepcionado el desenlace.

    Bueno, creo que la idea de las dos criaturas compartiendo sus confidencias
    me parece muy buena, todo lo demás lo veo secundario.

    Pero si pienso y creo que el relato no le hace justicia lo que para mí es una idea brillante.

    No me puedo ni imaginar un ser de esos, caminando o sentado a oscuras en mi casa.

    A la idea le pongo un 9
    Al desarrollo un 4.
    Porque estoy convencida de que lo podrías haber hecho mejor.

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