Si un gobierno pudiera descargar pensamientos y sentimientos directamente en los cerebros de sus ciudadanos, se podría lograr el control total (y nunca tendría que preocuparse de sublevados). Podría programar estos chips para hacer que sus ciudadanos se sientan bien todo el tiempo. Provocar que los individuos estén en un constante dopaje que nunca termina. Eso haría a los ciudadanos muy dependientes de los chips, al punto que nunca querrán renunciar a ellos (en una especia de esclavitud voluntaria).
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