La mesa era preciosa, grande y barnizada. Encima de ella había un libro roñoso. Cogí mi paraguas y el libro. La puerta estaba abierta; llovía. Mi mujer gritaba desde la cocina. La cocina estaba en penumbras. Muy pronto ella se hundiría en un sueño eterno APENAS (para que no se pierda la palabra de Proteo) :)
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