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Resolviendo los misterios del cerebro (3)
El problema de la libertad es que está íntimamente ligada a la responsabilidad, la culpabilidad, la imputabilidad y el pecado. Este último es la base de las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islamismo. El concepto de culpabilidad es también la base del derecho penal internacional.
Francis Crick, considerado uno de los científicos más importantes del siglo XX por su descubrimiento, junto a James Watson, de la estructura molecular del ADN, en su obra “La búsqueda científica del alma: una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI”, defiende la inexistencia del libro albedrío, así como la reducción de todo lo que consideramos la identidad humana a un simple paquete de neuronas y de conexiones entre éstas. Según este enfoque, ¿cómo podrían juzgarse las acciones humanas?
Esto explica por qué en Alemania, algunos especialistas en derecho penal están reclamando la revisión del código penal para adecuarlo a los resultados de la neurociencia. Evidentemente seguiremos encarcelando a aquéllos que violen las reglas, pero lo que sí va a cambiar, será la imagen que tenemos tanto de esos criminales, como de nosotros mismos. La idea sería tomar conciencia que las personas no pueden por ellas mismas cambiar su condición (y por tanto, esas crispadas reacciones de odio a lo “linchamiento”, no proceden). Es decir, constatado el desequilibrio social que pueda manifestar un individuo, por mera perpetuación armónica de la especie, tiene que ser tratado (mediante aislamiento y reinserción, en caso que se pueda). Lamentablemente, hay personas que por su genética, fisiología cerebral, y experiencias vividas, no parece que puedan ser reeducadas (y este es el gran problema).
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