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"Tras despedirse de Cilleros con la promesa de reencontrarse ya en Nassau, cinco días más tarde, se puso en camino hacia la casa del joven informático. Escoltado por un bisoño amanecer que arrojaba aristas escarlatas que tapizaban los irreductibles rascacielos y las lánguidas calles, caminaba bajo una cortina de nubes manchadas de verde que navegaban los cielos como navíos a vela. El alba amenazaba a la ciudad con el reflejo de un posible día enterrado bajo el frío y firmamentos ahorcados por la lluvia".