Otro fragmento más...


"Amaneció sorprendido por los ruidos inesperados que se estaban produciendo dentro de la habitación. Lo que no podía imaginar es que al abrir los ojos el tipo al que había venido a buscar lo estuviera esperando a punta de pistola. Lo encañonaba sentado tranquilamente en una silla. Gabriel dio un respingo y se irguió, apoyando la espalda contra la pared.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó en español.

El desconocido se reclinó un poco en su asiento sin dejar de apuntarlo. Luego habló en un francés dialectal muy propio de las colonias pertenecientes al departamento de ultramar del país galo. Por el deje de su voz, puede que perteneciera a la isla de Guadalupe, o tal vez a la de Reunión. Lo cierto es que Gabriel no lo entendió.

—Tranquilo, amigo. O hablas más despacio o no me voy enterar de nada de lo que me digas.

El caballero de fortuna utilizó esta vez el francés. La poca luz nocturna que se colaba por la ventana teñía de una coloración azulada al visitante. Sus globos oculares eran de color amarillo.

—¿Por qué me estás siguiendo?

La cadencia utilizada y el silabeo premeditado permitieron a Dumas comprender al asaltador.

—No te estoy siguiendo. —Tenía que meditar cada palabra antes de pronunciarla—. En realidad no sé quién eres.

—Estuviste en casa de Giorgio, husmeando con la policía. Y ahora en Niza.
Explicó el desconocido mientras empuñaba la pistola amenazadoramente.

—En primer lugar, no soy policía, ¿vale? Y en segundo lugar, no te estoy siguiendo. Ha sido una desafortunada casualidad.

—No creo en las casualidades.

La frase fue clara y rotunda a la vez. Tras pronunciarla, el hombre se levantó de su sillón y se acercó a Gabriel.

—¿Qué vas a hacer con eso?

Dumas buscaba con la mirada algo con lo que defenderse de aquel tipo que avanzaba hacia él sin buenas intenciones.

—No hagas ninguna tontería y dime quién eres.

El caballero de fortuna sudaba generosamente. Levantaba los brazos en un gesto de rendición que no parecía surtir ningún efecto.

—Soy…, soy Gabriel Dumas.

El asaltador guardó silencio con las palabras todavía retumbando en la sala. Con la boca del arma orientada hacia su corazón y los ojos clavados en él, aquel pistolero de acento colonial era fácilmente confundible con un jinete del apocalipsis.

Unos segundos después apretó el gatillo".