Inteligencia artificial: Ficción vs Realidad

Inteligencia artificial: Ficción vs Realidad

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Como su propio nombre indica, la inteligencia artificial consiste en una inteligencia creada por el ser humano que no está viva (que no es natural).
Mientras que los seres orgánicos y biológicos se auto-ensamblan como resultado del proceder de las leyes físicas evolutivas gracias a una auto-organización química, las máquinas no existirían si no hubiesen sido construidas de forma artificial por el ser humano.
Fue el escritor checo Karel Capek quien acuñó en 1920 la palabra “robot” en su obra de teatro R.U.R. Desde entonces, la popular palabra ha dado lugar a infinidad de variantes y escenarios como ordenadores, cerebros electrónicos, inteligencias artificiales, androides, cyborgs, etc.

La ciencia Ficción es el género narrativo que más ha hecho por acercarnos a algunos de los futuros que nos esperan.
Si a ello añadimos la espectacularidad de los efectos especiales cuando la Ciencia Ficción se expresa en el medio cinematográfico, es fácil comprender la idea de considerar la Ciencia Ficción científica como un material o vehículo especialmente adecuado en el ámbito docente.

No es necesario que la Ciencia Ficción sea exacta y escrupulosa en su uso de la ciencia. A veces, basta con utilizar el atractivo que los jóvenes sienten por la temática de la Ciencia Ficción para poder reflexionar sobre hechos científicos y sacar enseñanzas de los mismos. Un claro ejemplo de ello podría ser la popular Interstellar.
Por eso Hollywood nos ha mostrado, ya que lo dramático permite elaboradas e intensas tramas y giros, unas máquinas que pretenden dominarnos y contra las que debemos afirmar nuestra humanidad si pretendemos sobrevivir.

Un ejemplo claro es la película Colossus: The Forbin Project (del 1970): En plena Guerra Fría, un superordenador, Colossus, es quien maneja el sistema de defensa de los Estados Unidos, aunque acaba estableciendo una conexión con su equivalente soviético con quien se alía (lógicamente, en contra de los humanos). No es necesario hacer notar que ésa es, precisamente, la idea central del nacimiento del SKYNET que está en el origen de la saga Terminator.

A una escala más local, quizá el caso más conocido de una computadora pensante que se alza contra los humanos lo encontramos con HAL 9000, donde el agónico apagado de la máquina se ilustra en una larga secuencia, con el color rojo como tonalidad dominante, durante casi seis minutos de metraje. En esa evocadora secuencia, el proceso de desconexión de las memorias del ordenador retrotrae a HAL al pasado de manera parecida a como puede ocurrir en la mente de un anciano humano que va perdiendo facultades. En ese contexto, HAL muere en realidad como si fuera un humano.
Por eso, toda esa terrible secuencia debe verse no como la destrucción o la desconexión de una máquina, sino como el asesinato de un sistema operativo con una inteligencia y mente análoga a la humana.
Me atrevo a decir que 2001: una odisea del espacio, es el film más importante realizado sobre inteligencia artificial y las problemáticas conlleva. Bien, y destaco también Inteligencia artificial (de Steven Spielberg).

La idea de una máquina o inteligencia artificial como HAL que toma conciencia de su existencia y se revela es común en la ciencia ficción, pero... ¿hasta qué punto es realista?

El concepto de inteligencia artificial no es tan reciente como parece.
En la película The Imitation Game (del 2014), el célebre matemático Alan Turing (bien, el actor que lo encarna), responde a la pregunta: ¿Podrán las máquinas algún día pensar como los humanos?, con un: La mayoría de la gente piensa que no.
Ha llovido desde entonces, pero como él, muchos actualmente opinan que las máquinas no pueden pensar como las personas. Simplemente, porque somos diferentes. La cuestión es si por el hecho de que sean diferentes, significa que no puedan llegar a pensar.

Actualmente la IA causa furor gracias a la literatura, el cine y los videojuegos. Pero, ¿cuál es el grado real de su progreso? ¿Estamos cerca de esas máquinas pensantes que quieren aniquilarnos?
En 1999, Hans Moravec estaba fascinado por un nuevo buscador de internet, el más inteligente y mejor diseñado: se trataba de Google.
Ahora, veinte años más tarde, bueno, los coches conducen solos, inteligencias artificiales escriben novelas, nos ganan al ajedrez, al go y al póker... y un sinfín de cosas más que ya hemos visto en este canal.

Para Raymond Kurzweil el momento en que las máquinas nos igualen está muy cerca, y sus acertadas predicciones hacen que mucha gente se lo tome en serio. Aseguró que un ordenador ganaría al campeón mundial de ajedrez con un margen de error de 2 años y vaticinó que internet se extendería por todo el mundo, entre otras predicciones certeras.
Para él, pronto el poder computacional será tan grande que nos hibridaremos de buena gana con las máquinas y con ello, seremos transhumanos (humanos mejorados).
No sería el mismo planteamiento de Elon Musk, quien precisamente se ve abocado a una fusión por miedo a que nos superen y dominen.

Sea como sea, otros no ven todo esto nada claro. Ramón López de Mantarás (director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC), declaró: "No sé qué pasará dentro de cientos de años, pero todo este tema del que se habla, la singularidad, la trascendencia, que habrá máquinas con consciencia y cualidades mejoradas con respecto a la inteligencia humana en cuestión de treinta o cuarenta años no tiene sentido... Nunca he visto un argumento científico que lo apoye."

El mundo ha cambiado mucho en pocos años, pero lo cierto es que aún no se vislumbran embriones de esas máquinas que acabarán siendo conscientes de sí mismas para desencadenar la hecatombe, como ocurre en las películas de la saga Terminator.
En este mundo inundado de datos, el coche autónomo de Google o el superordenador Watson de IBM, por ejemplo, analizan terabytes de información para tomar decisiones correctas. ¡Y es sorprendente lo que hacen! Sin embargo, no saben explicar cómo han llegado a ellas. En otras palabras: cuando el sistema escupe su respuesta, es incapaz de responder a la pregunta: ¿y eso por qué?

Este sería el caso de la Robot Sophia, según las propias las palabras de Ben Goertzel (el creador de su cerebro). Por más llamativas que puedan ser sus interacciones y movimientos, por más preparadas o espontaneas que sean sus respuestas... Sophia en realidad dice las frases sin comprenderlas realmente. Este parece ser el punto en que nos encontramos actualmente.

Si reconocemos que todavía no entendemos nuestro cerebro y su funcionamiento, claramente no podemos aspirar a reproducir un cerebro humano en otro soporte: con su propia personalidad, motivaciones, conciencia, anhelos, deseos, etc.
De momento, ninguna máquina actual presenta signos de conciencia alguna. Y mientras el funcionamiento de nuestro cerebro siga siendo materia de intenso debate, no sabremos imprimir una conciencia a las máquinas.

Quizá dentro de poco podremos crear máquinas que aparenten que piensan, pero sin que lo hagan realmente.
No seré yo quien diga que las máquinas jamás adquirirán algún tipo de conciencia satisfactoria, pero me parece que en el corto plazo que se ha dicho es improbable que suceda.

Ahora mismo, el peligro de los robots no viene porque pronto puedan tomar sus propias decisiones y adquieran una peligrosa conciencia (como cree Elon Musk), sino en algo mucho más básico: Las máquinas pueden sustituirnos en muchos trabajos porque son más eficientes y baratas que un trabajador humano.

Si bien es cierto que estamos muy lejos de que las máquinas puedan tener una consciencia propia, el cine, la televisión y otras vías de difusión de masas se han encargado de explotar hasta la saciedad esta idea para generar historias divertidas y que entretengan pero son básicamente ficción: historias inventadas.
La serie Black Mirror es un buen ejemplo de ello, ya que nos muestra las situaciones más distópicas que puede acarrearnos una excesiva integración de la tecnología en nuestras vidas. Este tipo de obras hacen que el espectador pueda incluso llegar a estar receloso de la tecnología actual.
Así, avances científicos reales como los de Atlas (el robot de Boston Dynamics) pueden provocar pavor ante sus capacidades cada día más asombrosas.

Aunque las historias de ciencia ficción no busquen más que el entretenimiento, en obras como el videojuego Detroit: Become Human subyace el mensaje de que la tecnología no es en sí misma mala, siempre y cuando la usemos con responsabilidad.

Y quizá este sería el mensaje final de este vídeo: A mi entender, ahora mismo estamos a años luz de un alzamiento de máquinas conscientes (no os preocupéis), pero que hayamos creado una tecnología capaz de aprender, de evolucionar y de mejorar simplemente recabando datos nos da a entender que, aunque no acabemos controlados por robots asesinos, sí podemos acabar trastocando muchas cosas si dejamos que la tecnología nos consuma.
Simplemente, debemos ser responsables con la tecnología, y sobre todo, con nuestros sentimientos hacia ella. Porque al fin y al cabo, somos nosotros los que la estamos gestionando. Como os decía al principio, la inteligencia artificial no evoluciona sola ni por sí misma, sino que somos nosotros los que la generamos artificialmente y todo depende de lo que hagamos con ella.
Como dicen por ahí: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

¿Hay que preocuparse de que los robots se alcen contra nosotros?
¿Los escenarios distópicos de la ciencia ficción son realistas o solo entretenimiento?
¿La inteligencia artificial es un peligro, aunque nunca adquiera conciencia?


Fuentes:

 

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