Crítica y análisis de Ghost in the Shell (2017)

Crítica y análisis de Ghost in the Shell (2017)

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Hoy voy a hablar de Ghost in the shell (la última de actores reales con la Johansson).
Ya le dediqué un artículo en su momento, cierto, pero me centré en los aspectos sociales y contextuales de la saga, no en esta película en sí.
Hablé sobre cómo estamos sustituyendo el modelo evolutivo de selección natural, por una evolución tecnológica donde nosotros, podríamos acabar siendo dueños de nuestro propio destino.
Hablé de avances, mejoras (físicas y mentales), y del posible hackeo de nuestros cerebros debido a los implantes neuronales (el talón de aquiles de dicha sociedad, dije); y os expliqué como está el tema de la encriptación cuántica (supuestamente inviolable), para reafirmar o desmentir semejantes peligros de hackeo mental.
Reflexioné también acerca de nuestra evolución y hacia donde nos dirigimos... Entre otras cosas. 
Pero hoy vamos a analizar un poco la película (parándonos en algunos puntos del guión que me parecen importantes). Venga, empezamos:

 

Primeramente, vamos a hacer un breve repaso a lo que es la Motoko Kusanagi que se ha ido dibujando en los comics, las películas anime, las series, etc, que como vamos a ver, dista un poco (quizá bastante), de la reciente película.

Al igual que la original, esta versión de Ghost in the Shell nos traslada al año 2029 para contarnos la historia de Major (Scarlett Johansson); Una ciborg miembro de la sección 9, que se dedica a combatir el crimen.
En un mundo futurista en el que los avances tecnológicos y los implantes cibernéticos se están difuminando, más que nunca, la línea que separa a las máquinas de los humanos es cada vez más fina.

Lo primero y más llamativo, es que a diferencia de la nueva película, Motoko es una ciborg con una cerebro y médula humana (recordemos que la Johansson solo tiene el cerebro de humano).
Su cuerpo es fuerte y juvenil, pero sin embargo su mentalidad humana es considerablemente mayor de lo que parece. Porque sí, a diferencia de esta nueva entrega, Motoko no es una niña encerrada en un reciente cuerpo de metal, sino que lleva una larga andadura militar a sus espaldas.
Ello podemos constatarlo de sus refinados hackeos mentales, que en esta película son más bien amateurs.

Antes de esta película, Motoko siempre había sido una de los mejores combatientes cibercriminales del mundo; la mejor en peleas cuerpo a cuerpo de la Sección 9, y uno de los hackers y buzos de la red más expertos y experimentados del mundo.
Sin embargo en esta película, la vemos muy novata (porque recordemos, tiene solamente un año de entrenamiento). Sin duda debido al nuevo guión y la premura de explicar en poco tiempo el personaje, pero se pierde por el camino la epicidad y solemne experiencia de la original.

Así pues, Kusanagi está entre los modelos más avanzados del mercado, pero a diferencia de la última película, no es la primera funcional de su especie. Y ni mucho menos, se había esgrimido hasta el momento este argumento acerca de ser la primera en un nuevo paso de la evolución humana.
Y no me parece mal, que quede claro. Es un buen modo de presentar el universo Ghost in the shell desde un comienzo alternativo bastante interesante.
Un comienzo que no existe en la saga, pero que he de admitir que tiene su encanto y funciona bien. Más adelante vamos a pararnos en este punto.
Esto de no ser única en su especie (aunque sí muy destacada) , podemos verlo en la secuela animada, cuando se habla de una Motoko nº 11 (insinuando que hay más de uno; o una). 

Bien. Antes de esta película, tampoco había un consenso claro acerca de los inicios de esta poderosa ciborg (se habla de accidente, o a una enfermedad...), pero eso sí, se indica que Kusanagi ha pasado la mayor parte de su vida en un cuerpo protésico. Como decía antes, su vida es muy longeva y su condición viene de lejos, pero no se aclara.

Esta nueva cinta contempla y traslada la reflexión sobre su identidad:
Dado que tiene un cuerpo cibernético, no está segura de retener ninguna humanidad.
A lo largo de la película, ella busca encontrar respuestas a sus preguntas y finalmente, conoce al Maestro de Marionetas, una IA que se hizo sensible y que también está buscando un significado existencial.
Bien, esto último, ya podéis ver que no es lo que sucede en la reciente película.
En el argumento original (lo que no vimos ahora), Kusanagi y el Mago de Marionetas (esa IA) "se funden" determinado momento para formar una entidad completamente nueva, que existe libre de límites físicos y puede propagarse a través de la Red.

Pero a mi entender, era de esperar un enfoque más comercial y fácil de digerir para los espectadores en general (haciendo incapié en los rasgos más humanos de la protagonista, y no tanto en su parte artificial y las marismas digitales).
Porque seguramente, no hubiera gustado a los fans de Scarlett Johansson (quizá tampoco a la mayor parte del público), que Motoko pudiera pasar su mente a otro cuerpo completamente distinto (como sí sucedía en anteriores entregas).
¡Hubiese sido una visión perturbadora!, y se hubiese perdido parte importante de la humanización del personaje (o en definitivas cuentas, como digo, no hubiese sido de tan fácil digestión)
Este tipo de cosas es algo que podemos esperar los que nos movemos en la ciencia ficción a menudo (y nos parece hasta lógico), pero rompería esquemas en la gente que no está familiarizada en el género. Y como era de suponer, esta película es casi para todos los públicos (no recomendada para menores de 12 años), así que no quisieron arriesgar.
Empezando por su enfoque (sumamente masticado), hasta en su trama (lineal y completamente sencilla), no hay forma de perderse en subtramas ni argumentos complejos.
Faltan cosas importantes, y a la historia carece de más trascendencia y cuestionamientos filosóficos profundos (reduciendo casi todo el argumento, a unos flashbacks que atormentan a la protagonista con relación a su reciente pasado).
Eso sí, tiene una ambientación que recuerda mucho a la original del 95, y una fotografía que consigue la difícil tarea de replicar algunas de las escenas más recordadas de esa cinta (esos guiños, sin duda, son dignos de mención y están bien resueltos).

Pero todos aquellos que pensaban ver un calco de la original... Igual se decepcionaron.
Más bien, estamos ante una nueva versión de la obra (vale, sí; más comercial y masticada), pero a mi entender, y pese a todo, digna y entretenida.

Bien, después de todo lo dicho, hay algo de esta película que me parece un acierto:
Ghost in the shell siempre había mostrado con maestría la fusión entre humanos y máquinas, la red cibernética, los implantes... La misma Motoko, es el máximo exponente de esa metamorfosis, de esa identidad biológico-digital compartida.
La convivencia entre seres dispares ha sido magistralmente expuesta en esta saga, pero lo que la nueva película nos muestra, es un fin evolutivo en sí mismo: Es decir, plantear si iremos masivamente hacia una nueva generación de humanos (si podemos llamarlos así), con un cuerpo completamente sintético y el cerebro humano.

En este caso, Motoko dejaría de ser una privilegiada, un pionera arma sofisticada para combatir fuerzas oscuras, porque la misma humanidad en su conjunto, se encaminaría a convertirse en algo como ella. Y para más inri (y como os decía), en esta película no tiene medula humana, solamente el cerebro (lo que radicaliza todavía más la situación).
Y esta idea, da ciertamente da qué pensar, ¿verdad?
En una sociedad cada vez más acostumbrada a lo artificial... ¿Las personas acabaremos anhelando semejante condición en el futuro?

Bueno, si algo podemos constatar, es que la naturaleza de Motoko despierta más admiración que repulsa. La gente está volcada a los implantes, y la condición ciborg es una constante en el día a día (y se contempla con agrado).
¿En qué nos convertiría tener un cuerpo completamente artificial, y recurrir solamente a un cerebro biológico para conservar identidad humana?

Reflexionando sobre estas cuestiones, es inevitable plantearse cuál sería el siguiente paso en nuestra evolución; ¿Quizá prescindir hasta de ese cerebro biológico? (y sustituirlo por otro mejor, pero artificial)

¿Donde termina el proceso? ¿En la completa sustitución de lo orgánico, por lo artificial? (¿En la postbiología?)
¿Es nuestra condición biológica, la antesala (un mero trámite evolutivo pasajero), hasta culminar en inevitables eras postbiológicas?
¿Y podrá la inteligencia artificial consciente emanar por sí sola, y competir existencialmente con la humana? ¿Qué diferencias estableceríamos entre ambas conciencias?

"¿...y si un cerebro cibernético pudiera generar su propio Espíritu, crear un alma por sí mismo? Y si lo hiciera, cuál sería la importancia del ser humano entonces?" 
-Motoko Kusanagi

En un paso más allá, y en mi opinión, un análisis profundo de la película nos sugiere que la tecnología en sí, no es el peligro.
Ser como Motoko no es en principio indeseable (no al menos, en el contexto social que enmarca la película).
El problema, es el propio ser humano; los oscuros propósitos de control y dominación por parte de determinadas élites humanas; las discutibles maniobras de experimentación hasta alcanzar el objetivo deseado; la manipulación y engaño a la que es sometida Motoko, etc.
Tal y como se presenta en la película (una distopía más a sumarse en la larga lista de producciones del género), uno puede caer fácilmente en la tentación de demonizar la tecnología.

Pero el conocimiento es bueno (y que se pueda hacer lo que nos muestra la película, no tiene por qué ser necesariamente malo).
Lo que resulta inquietante, lo que alarma, es el modo de hacerlo y lograrlo por parte de los seres humanos.

Por ejemplo, si en lugar de raptar jóvenes son voluntarios los que se someten a tal procedimiento (y estoy seguro que no faltarían personas inquietas que se prestarían a ello), el enfoque cambiaría por completo. Pero claro, ya no habría película (porque la premisa de esta cinta, parte del engaño identitario de la protagonista y su rapto).

Parece que somos incapaces de hacer producciones de ciencia ficción que no sean condenadas distopías indeseables...
Parece que no somos capaces de vertebrar un guión sólido, que recoja la probabilidad más plausible (en vez de montar alarmantes escenarios e intrigas retorcidas).
Quizá, porque el público no está demasiado interesado en las utopías (y disfruta viendo a los personajes sometidos a maltrato, tensiones y todo tipo de desgracias).

¿Por qué nos fascinan tanto las perturbadoras distopías sobre el futuro? ¿Y por qué no hay apenas utopías en la ciencia ficción?

Si tan mal vemos el futuro, ¿por qué insistimos en desarrollar tecnología cada vez más compleja?
Es más: Si tan mal pintamos siempre la tecnología en las obras... ¿Por qué seguimos abrazándola?

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