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Teresa Forcades
Forcades alerta también sobre los efectos secundarios de los medicamentos; “Hoy estamos ante una situación en la que cuanto más progresa la ciencia médica, más enfermos estamos. ¿Cómo puede ser que el 90 % de los niños de una clase estén tomando medicamentos?” [Con las vacunas...] Estamos introduciendo virus vivos en los cuerpos de un niños que tienen un sistema inmunitario que aún se está formando. La industria goza del derecho a no dar a conocer la fórmula entera, por lo que no conocemos todos los componentes. Se han dado casos de personas con enfermedades derivadas de los contaminantes de estas vacunas. La vacuna de la gripe también se desarrolla a partir de células cancerosas de riñón de perro. La cuestión es que introducimos el material genético de células cancerosas en el cuerpo de los niños, sin tener estudios a largo plazo sobre sus efectos”.
“Durante mucho tiempo, las vacunas contenían aluminio, un componente asociado a las afectaciones neurológicas. Por lo tanto, si te han estado inyectando esta vacuna durante diez años, puede ser que tu cerebro empiece a estar intoxicado con aluminio”.
“Nos hacemos visitar más, nos sometemos a más pruebas, y estamos más enfermos según las etiquetas oficiales. Otra cosa sería preguntarnos si estas etiquetas son excesivas. Por ejemplo, un poco de depresión en un adolescente, es lo propio de la edad (pero hoy nos dirían que el adolescente padece depresión juvenil y le recetarían un medicamento). La idea de la vacuna, acostumbrar la población a ponerse una inyección de forma sistemática, no me convence. Los padres deben saber que las vacunas infantiles no son obligatorias y que existe el derecho a ser selectivos”.
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