Dick
09-Mar-2013, 13:00
Otro caso
Con expresión impertérrita, el comisario escuchó la noticia que le comunicaban por teléfono. Pero, nada más colgar, golpeó con incontenible rabia la mesa de su despacho. Su mano derecha, recogida en forma de puño, bajó y subió repetidas veces, mientras el policía susurraba “mierda, mierda, mierda”. Y en su psique se instalaba el desánimo, por el nuevo fracaso.
Esta vez creía firmemente que con la nueva estrategia iba a funcionar. Pero no había servido para nada y no habían podido evitar otro asesinato
La acera de una calle muy próxima al ayuntamiento presentaba una macabra decoración. Allí se encontraban desperdigados decenas de fragmentos de piel, músculos, vísceras y huesos. En el centro de aquel asqueroso collage yacía el cuerpo destrozado de una persona. Del mismo destacaba un enorme boquete en el área abdominal, elaborado a base de arrancamientos, cortes, rajaduras y puñaladas. Un enorme charco de color rojo oscuro enmarcaba el cadáver.
Al policía no le hacía falta consultar en ninguna fuente para conocer la cifra. La tenía muy presente durante todo el día, desde unas semanas atrás. Era el noveno de los destripamientos que coleccionaba su archivo de fotos forenses, desde que comenzó a actuar aquel cerdo hijo puta en serie. Nueve fiambres en poco más de un mes.
Tras pasar el pertinente lapso de tiempo en aquella calle, coordinando el levantamiento del cadáver, el comisario volvió a repetir la rutina de las veces anteriores – que era siempre la misma en caso de un delito cometido en la vía pública -. Acudió a la sección de robótica del departamento. El técnico que estaba allí hizo un gesto desesperación, parecido al que había expresado el comisario, al saber la noticia: “¿O…otro más? No…no puede ser…” balbuceó el funcionario, tras lo cual marchó raudo al almacén de robots. El comisario observó las maniobras del otro para obtener las grabaciones efectuadas por los robots-policía que habían patrullado la zona unas horas atrás. Ambos comprobaron que en las películas no se veía nada anómalo. Aquel asesino en serie se movía con especial destreza, para lograr esquivar a los vigilantes autómatas que peinaban continuamente las calles, para detectar y grabar cualquier delito. El comisario no recordaba un caso semejante desde que se instauró la figura del robot-policía. Casi el 100% de los delincuentes eran detenidos, o sino grabados y posteriormente identificados. Estaba registrado algún caso sin resolver, en el que el delincuente había conseguido escapar. Pero eludir detención y grabación tantas veces seguidas, no se tenía constancia hasta entonces, ni en esta, ni en las otras ciudades donde se había instaurado la robo-vigilancia.
Tras la marcha del apesadumbrado comisario, el técnico cerró el archivo que había mostrado al primero. Seguidamente continuó con la tarea que estaba llevando a cabo antes de la visita. Volvió a acceder a otras carpetas, repletas de imágenes y películas. Para cerciorarse de que eran las correctas, revisó brevemente una de ellas. “¡Que casualidad!” pensó el técnico, al ver que la cinta se desarrollaba en las mismas calles que la que le había mostrado al comisario. El tipo no pudo evitar sentir cierta excitación al ver la película rodada por uno de los robo-policías. En ella se veía a otro miembro de la patrulla, que se acercaba con rapidez a una señora que caminaba por la acera. De repente, y ante la sorpresa de ella, que se dio cuenta de un brusco movimiento que efectuó el autómata, éste comenzó a golpear a la mujer. Con la víctima ya en el suelo, presentando el cráneo completamente machacado, el agresivo robot comenzó a descuartizarla.
El tipo tuvo que frenar la marea de excitación que inundaba su ánimo, viendo el desmembramiento. Paró la película y copió el archivo en su unidad de memoria, mientras babeaba pensando en el momento en que pudiera ver el film completo.
Tras descargar el archivo con celeridad, lo borro de la memoria del robot, y restableció las funciones “oficiales” del autómata. Luego devolvió el robot al almacén, en espera de ser activado, para llevar a cabo su función de vigilancia mecánica de las calles, y, en determinado momento, otra actividad muy diferente.
El asesino en serie sonrió, pensando en el nuevo crimen que iba a cometer…a distancia.
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A ver si os gusta. Intento durante este finde comenzar a comentar los otros relatos.
Saludos. Dick
Con expresión impertérrita, el comisario escuchó la noticia que le comunicaban por teléfono. Pero, nada más colgar, golpeó con incontenible rabia la mesa de su despacho. Su mano derecha, recogida en forma de puño, bajó y subió repetidas veces, mientras el policía susurraba “mierda, mierda, mierda”. Y en su psique se instalaba el desánimo, por el nuevo fracaso.
Esta vez creía firmemente que con la nueva estrategia iba a funcionar. Pero no había servido para nada y no habían podido evitar otro asesinato
La acera de una calle muy próxima al ayuntamiento presentaba una macabra decoración. Allí se encontraban desperdigados decenas de fragmentos de piel, músculos, vísceras y huesos. En el centro de aquel asqueroso collage yacía el cuerpo destrozado de una persona. Del mismo destacaba un enorme boquete en el área abdominal, elaborado a base de arrancamientos, cortes, rajaduras y puñaladas. Un enorme charco de color rojo oscuro enmarcaba el cadáver.
Al policía no le hacía falta consultar en ninguna fuente para conocer la cifra. La tenía muy presente durante todo el día, desde unas semanas atrás. Era el noveno de los destripamientos que coleccionaba su archivo de fotos forenses, desde que comenzó a actuar aquel cerdo hijo puta en serie. Nueve fiambres en poco más de un mes.
Tras pasar el pertinente lapso de tiempo en aquella calle, coordinando el levantamiento del cadáver, el comisario volvió a repetir la rutina de las veces anteriores – que era siempre la misma en caso de un delito cometido en la vía pública -. Acudió a la sección de robótica del departamento. El técnico que estaba allí hizo un gesto desesperación, parecido al que había expresado el comisario, al saber la noticia: “¿O…otro más? No…no puede ser…” balbuceó el funcionario, tras lo cual marchó raudo al almacén de robots. El comisario observó las maniobras del otro para obtener las grabaciones efectuadas por los robots-policía que habían patrullado la zona unas horas atrás. Ambos comprobaron que en las películas no se veía nada anómalo. Aquel asesino en serie se movía con especial destreza, para lograr esquivar a los vigilantes autómatas que peinaban continuamente las calles, para detectar y grabar cualquier delito. El comisario no recordaba un caso semejante desde que se instauró la figura del robot-policía. Casi el 100% de los delincuentes eran detenidos, o sino grabados y posteriormente identificados. Estaba registrado algún caso sin resolver, en el que el delincuente había conseguido escapar. Pero eludir detención y grabación tantas veces seguidas, no se tenía constancia hasta entonces, ni en esta, ni en las otras ciudades donde se había instaurado la robo-vigilancia.
Tras la marcha del apesadumbrado comisario, el técnico cerró el archivo que había mostrado al primero. Seguidamente continuó con la tarea que estaba llevando a cabo antes de la visita. Volvió a acceder a otras carpetas, repletas de imágenes y películas. Para cerciorarse de que eran las correctas, revisó brevemente una de ellas. “¡Que casualidad!” pensó el técnico, al ver que la cinta se desarrollaba en las mismas calles que la que le había mostrado al comisario. El tipo no pudo evitar sentir cierta excitación al ver la película rodada por uno de los robo-policías. En ella se veía a otro miembro de la patrulla, que se acercaba con rapidez a una señora que caminaba por la acera. De repente, y ante la sorpresa de ella, que se dio cuenta de un brusco movimiento que efectuó el autómata, éste comenzó a golpear a la mujer. Con la víctima ya en el suelo, presentando el cráneo completamente machacado, el agresivo robot comenzó a descuartizarla.
El tipo tuvo que frenar la marea de excitación que inundaba su ánimo, viendo el desmembramiento. Paró la película y copió el archivo en su unidad de memoria, mientras babeaba pensando en el momento en que pudiera ver el film completo.
Tras descargar el archivo con celeridad, lo borro de la memoria del robot, y restableció las funciones “oficiales” del autómata. Luego devolvió el robot al almacén, en espera de ser activado, para llevar a cabo su función de vigilancia mecánica de las calles, y, en determinado momento, otra actividad muy diferente.
El asesino en serie sonrió, pensando en el nuevo crimen que iba a cometer…a distancia.
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A ver si os gusta. Intento durante este finde comenzar a comentar los otros relatos.
Saludos. Dick