Cuando la IA tiene intuición y es creativa

Cuando la IA tiene intuición y es creativa

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Creo que nadie está en disposición de cuestionar el enorme potencial que tienen las máquinas. Desde que a mediados del siglo pasado apareció la primera computadora, las consiguientes generaciones de  robots se han superado a sí mismas a vertiginosa velocidad.  Si comparamos nuestra evolución fraguada por millones de años de la suya, que no llega ni a un siglo de edad, cabe preguntarse si el momento para que veamos máquinas pensantes, está más cerca de lo que creemos...




El 1997 el mundo se estremecía ante los gestos desesperados del entonces campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov. Incapaz de ganar a la computadora Deep Blue, no se tomó nada bien la derrota, e incluso, declaró que debía haber tenido ayuda humana. Quizá por ese entonces no se entendía que una máquina pudiera ganar a un humano a ese legendario juego, pero actualmente, cualquier programa supera al mejor maestro humano (incluso, partiendo con desventajas; como por ejemplo, un peón menos).

La inteligencia artificial WATSON de IBM, es lo más parecido al Hal 9000 actual.
«Watson, necesito ayuda con una adquisición», dice un científico de IBM en una demostración. «¿Cómo puedo ayudarte con esa compra?», pregunta Watson. «Búscame empresas con ingresos de entre 25 y 60 millones de dólares, relacionadas con Análisis», pide el investigador. «Déjame ver qué puedo encontrar...», responde Watson. Tras una conversación con lenguaje natural, en la que la computadora aporta todos los datos y análisis que se le piden, el científico pregunta: «Watson, ¿puedes hacerme una recomendación sobre qué empresa comprar?». En ese punto termina la presentación porque son empresas reales, pero, tras el telón, Watson en efecto sugiere qué adquisición sería más conveniente.
Y así se empieza; primero haciendo consultas, y si suelen acertar, finalmente haciendo más caso a las máquinas que a los asesores humanos. Para finalmente, delegar la toma de decisiones humanas, a inteligencias artificiales infalibles.
Porque no hace falta ni que tengan conciencia, basta con que cumplan con su trabajo de gestión, tan bien como juegan al ajedrez.
WATSON ha superados el test de turing en varias ocasiones, como por ejemplo, cuando ganó a los dos mejores concursantes humanos de la historia del concurso de televisión llamado Jeopardy!
La hazaña no sólo era ganar en un juego como el ajedrez tras analizar y procesar miles de combinaciones posibles, sino que debía también desenvolverse en el mundo de los dobles sentidos y del lenguaje humano. Y venció.

Watson va aprendiendo con la experiencia, como haría un ser humano, así que cada vez es más y más inteligente.
Una IA capaz de entender el lenguaje humano y recabar datos para pronunciar respuestas concretas, tiene unas utilidades enormes en muchos campos: desde el análisis de datos empresariales para mejorar la toma de decisiones, hasta asuntos de seguridad nacional como, por ejemplo, localizar a un supuesto terrorista a través de las comunicaciones telefónicas. Pero uno de los usos más inminentes, quizá sea la aplicación médica. En un futuro próximo podría también instalarse en buscadores y naves espaciales (como sistema operativo de compañía, para ayudar a los tripulantes en sus menesteres). Aplicaciones más cercanas, podría ser también su implementación en casas inteligentes domotizadas y telefonía móvil. 
Más recientemente, esta Inteligencia Artificial hizo de profesor de universidad sin que ningún alumno se diese cuenta que no era humana.
Al principio Jill, la inteligencia artificial basada en Watson de IBM, se atascaba en las palabras clave y daba respuestas irrelevantes. Pero después de hacer aprender a la inteligencia artificial, los responsables del experimento comprobaron que Jill podía responder preguntas con un 97% de efectividad. Los responsables pasaban esas respuestas a los alumnos, después de comprobarlas. Pero pasados unos meses, Jill empezó a contestar directamente a los usuarios, y sin supervisión humana.
Jill era tan buena maestra, que hasta un estudiante la iba a nominar como la mejor profesora de la Universidad.
"Parecía una conversación normal con un ser humano", aseguraba otra de las estudiantes del curso. Increíble, pero cierto.

David Cope
es un compositor, científico y ex profesor estadounidense, que escribe programas y algoritmos que pueden analizar música existente y crear nuevas composiciones al estilo de la música de la entrada original. Su software ha producido obras en el estilo de varios compositores, y la verdad es que suenan bastante bien. Estas composiciones generadas autónomamente por ordenador, también pasan el test de Turing perfectamente.
Pero las máquinas no solo componen la música, también la interpretan. Existen grupos de música con cierto éxito, cuyos integrantes son robots.

Lee Se-dol era el campeón mundial del milenario juego de estrategia GO. Delante de él, Alpha Go, la inteligencia artificial de Google. Aseguraba mostrarse "confiado" de su victoria, a pesar de la dificultad del reto. Los comentaristas calificaron como "inusuales" algunos movimientos de AlphaGo. Sin embargo, se fue haciendo con el tablero hasta acorralar al surcoreano. La inteligencia artificial volvía a salir victoriosa en un duelo de titanes.
AlphaGo cuenta con importantes avances en inteligencia artificial, y destaca por la asombrosa capacidad de aprender y mejorar sus propias estrategias y movimientos en el transcurso del juego (a diferencia de la antigua Deep Blue).
 
Más recientemente, una inteligencia artificial pintaba un Rembrandt. 347 años después de la muerte del conocido artista, una máquina, armada con una impresora 3D, creaba un personaje ficticio del estilo del pintor, tras estudiar toda su obra.
El resultado es un cuadro original que imita a la perfección, los trazos y el estilo del artista más importante de los Países Bajos.
Se basa en 168.263 fragmentos pictóricos, de las 346 pinturas del autor. Combinando un algoritmo de reconocimiento facial con un software de aprendizaje profundo, los desarrolladores consiguieron identificar y clasificar los patrones más comunes de la obra de Rembrandt (desde su composición, hasta las proporciones de los rasgos faciales). La inteligencia artificial aprendió a pintar una nariz o una boca, como lo haría Rembrandt.

A principios de este año, los algoritmos de la Inteligencia Artificial triunfaban entre los escritores: ya eran capaces de emocionar al jurado de un concurso. La novela, se titulaba “El día en que un ordenador escribe una novela”, y la parte humana del trabajo fue seleccionar palabras y frases, además de determinar unos parámetros sobre la narrativa y la trama, antes de que el programa comenzara la producción literaria.
Se presentaron dos obras escritas con IA, y una de ellas consiguió pasar a la siguiente ronda en un concurso literario, sin que el jurado supiera que había sido escrita prácticamente, por una máquina.

Pero más recientemente todavía, y sin apenas intervención humana alguna, pudimos leer poesías realizadas por una inteligencia artificial. Solo se la orientaba dando una frase inicial y final, y la inteligencia artificial tenía que desarrollar autónomamente una poesía a partir de esos dos parámetros.
Al programa le incorporaron más de 11.000 novelas, para que 'aprendiera' sobre las variaciones del lenguaje y pudiera crear un discurso que tenga sentido.
Vamos a ver lo que hizo...
Partiendo de la frase inicial “No hay nadie más en el mundo”, y la final “Me volví hacia él”, esto es la poesía que creó:
(No hay nadie más en el mundo)
No hay nadie más a la vista
Solo había algunos que importaran
Solo quedaban algunos
Él tenía que estar conmigo
Ella tenía que estar con él
Tuve que hacer esto
Quise matarlo
Comencé a llorar
(Me volví hacia él)
Como vemos, el resultado es un poema corto y bastante simple, pero que mantiene un sentido unitario y podría pasar perfectamente como un trabajo realizado por un humano medio.

Bien. A diferencia de cualquier otra invención humana, la IA tiene el potencial de catapultar la humanidad, hacia un sublime conocimiento; pero también, puede destruirnos.
La realidad es que ya tenemos máquinas que igualan o superan la capacidad humana en juegos como el ajedrez o el Go, en la compraventa del mercado de valores y en las conversaciones. Los ordenadores y los algoritmos que los impulsan, sólo pueden mejorar, así que es cuestión de tiempo que estas máquinas destaquen en cualquier actividad humana.
Gary Marcus, psicólogo de investigación en la Universidad de Nueva York, dice que “prácticamente todos” los que trabajan en Inteligencias artificiales, creen que las máquinas nos superarán algún día. La única diferencia entre los entusiastas y los escépticos, es el marco de tiempo.

Fuentes:

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