Parrish tiene 44 años y no es una chiflada; forma parte del Consejo de la Alianza Internacional de Longevidad, y es la fundadora de la empresa biotecnológica BioTrove Investments y BioTrove Podcasts, que se dedica a realizar estudios de medicina regenerativa.
La científica afirma ser consciente de los riesgos para su salud, que puede acarrear el experimento, pero señala que en caso de tener éxito, ayudará a millones de personas (y el avance biotecnológico que se derive de ello, no tendrá precedentes).
Básicamente, lo que han hecho es inyectarle inhibidores en distintos músculos del cuerpo, además de realizarle una terapia de inducción de la telomerasa. La telomerasa permite el alargamiento de los telómeros (y los telómeros, que se encuentran en los extremos de los cromosomas, son los responsables del envejecimiento: según se acortan, nos hacemos mayores). En efecto, los telómeros se van acortando cada vez que se producen nuevas divisiones celulares, hasta que llega un punto en que son demasiado pequeños (y la célula deja de dividirse y muere). Esto quiere decir que, en realidad, analizando los telómeros, podríamos determinar cuánto puede vivir una persona como máximo y en el mejor de los casos si no surgen imprevistos. Es triste, pero tenemos fecha de caducidad programada.
Liz Parrish confía que con este tratamiento, haya una regeneración en su cuerpo: mejores órganos, la piel más joven… Y También, que se inicie un cambio de actitud social y legislativa con respecto a estos temas que actualmente son tabú. La gente suele aceptar el envejecimiento y la muerte, como algo inherente en la vida (y no se plantean que en realidad, el envejecimiento es una enfermedad tratable).
Esta noticia apenas ha tenido eco en los medios de comunicación, y personalmente, me parece suficientemente relevante como para dedicarle un poco de atención. En los próximos meses sabremos si la manipulación genética para rejuvenecer, ha surtido efecto, o si esta buena mujer, que tampoco es que esté nada mal, ha cometido el peor error de su vida.
Lo cierto es que hace años que estamos avanzando significativamente en esta materia (y se han logrado sorprendentes resultados en animales). Algunos científicos empiezan a decir que, en poco más de 30 años, "el envejecimiento será una enfermedad curable".
Y en un paso más allá, voces transhumanistas postulan que con el afloramiento de la inteligencia artificial, un software podría llegar a sobrepasar la sofisticación del cerebro humano y a provocar "la muerte de la muerte".