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    21-August-2017
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    Los Obscuros de Ciudad Isla (Borrador cifi Pulp)

    Titulo: Los Obscuros de Ciudad Isla

    Colección Pulp Cosmos No. 3.
    Copyright ©2021 Sean B. Riot.
    Copyright ©2021 Artifacs Libros (artifacs.webcindario.com)
    Algunos derechos reservados (CC-BY-NC-SA)

    Capítulo 1 (Versión final)

    Era el año 330.033 del cómputo terrestre, la era dorada del Gran Éxodo. Las inmensas naves colonia habían abandonado mucho tiempo atrás el sistema solar hacia la conquista de otras estrellas.

    Para un joven de veinte años aquellos eran tiempos inciertos, pero no menos emocionantes.

    La historia sobre cómo un chico como Sixx, nacido y criado en el huevo protector de una nave colonia, llegó a formar parte de una temeraria tripulación de roqueros mercenarios puede que sea curiosa y suscite interés. No dudo de que no faltarían oídos para ella. Pero yo la creo superflua y tediosa en comparación con la historia que siguió a la recepción de su primera Alerta Omega a bordo de la nave corsaria Statuskúo.

    Preparénse. Todo lo que van a ver, oír y sentir les resultará difícil de creer.

    Pero el Cosmos es como es y, como la canción, nos canta solo una verdad: ¡Aceptadme o... iros al infierno!

    * * *

    —¡Ey, Barón! ¡Alerta Omega en todas las frecuencias! —clamó la voz de soprano de Jedningarna por el intercomunicador.

    En aquel momento Sixx estaba con Barón en la sala de armas. Al oír el aviso, el líder del grupo se levantó de un salto del sillón de la cabina de psicoaudio, diciendo con una extraña sonrisa: —¡Yeahhhh, tenemos trabajo!

    Sixx vio a Barón sacar de la sala su cuerpo de espagueti de dos metros de altura. Ignorando qué demonios era una Alerta Omega, el inexperto grumete se descolgó la guitarra del hombro y la dejó en un soporte vertical junto a otra decena de ellas.

    —¡Ey, Barón, espera! —gritó Sixx corriendo tras él.

    Lo alcanzó en el corredor de acceso a la cubierta superior, justo al comienzo de la escalera. Barón habló sin girarse, sin dejar de ascender escalones con su peculiar forma de andar de hombros balanceantes.

    —Saca a Obús de la nevera y subid los dos al puente. Lo quiero presto. —chasqueó dos dedos en la última palabra.

    La nevera no era un frigorífico, solo era la palabra que usaban para referirse a las extrañas cámaras con forma de féretro donde a veces dormían los tres mercenarios. Sixx había entrado una vez en una, pero él prefería dormir en la litera que había en el almacén de electrónica de la bodega de carga. Cuando entrabas en la nevera y cerrabas la tapa, te aislabas de todo sonido externo. Sixx no había llegado a acostumbrarse todavía a eso.

    La sala de las neveras estaba cerca de las escaleras, en la cubierta inferior. Sixx entró corriendo y fue derecho a la nevera de Obús. Abrió la tapa. El roquero de cara pintada en blanco y negro se incorporó como un vampiro a punto de atacar.

    —¡BUH! —le gritó a Sixx.

    Sixx dio un brinco y, en el sobresalto, casi le soltó a Obús la tapa de la cámara en la cara. El mercenario, aún tumbado, abrió mucho los ojos y dio una gutural carcajada, sacando su larga lengua rosada, como si el rostro de pavor que acababa de presenciar fuese la cosa más graciosa del universo.

    Sixx giró la tapa hasta apoyarla abierta en un lado y dijo, molesto. —Venga, déjate de bromas. Barón dice que hay reunión en el puente.

    —Ji ji ji, tenías que haberte visto la jeta. —Obús sacó los brazos y las piernas y se impulsó para salir de la cámara.

    El cuerpo de Obús era igual de delgado que el de Barón, pero no era tan alto. Obús era el más bajo de los tres. Barón le sacaba dos cabezas a él y una cabeza a Jedningarna.

    —¿Qué significa Alerta Omega? —preguntó Sixx mientras se aprestaba por el corredor para seguir el ritmo del roquero.

    —¿Una Alerta Omega? —Obús apretó el paso frotándose las manos y sonrió sacando la lengua. —Jajá, significa... —y cantó con esa voz quebrada que a Sixx le parecía siempre fascinante. —Alza tu ojos del suelo y pronto verás la lluvia y el destello púrpura del cielo. Porque somos el relámpago eléctrico antes de la tormenta que va hacerte libre: ¡Oh... Ciudad Isla!

    Llegaron al puente de mando. Barón y Jedningarna estaban de pie mirando una pantalla estelar con una ruta de navegación marcada. El destino era un planeta. Obús se unió entre ellos posando un brazo sobre los hombros de cada uno.

    —Bueno, ¿dónde es la fiesta? —dijo Obús.

    Sixx los observaba desde atrás. Esos cuerpos parecían más caricaturas humanoides que cuerpos reales. El uniforme del trío era bastante simple. Botas negras con adorno de cadenita holgada en el talón. Ajustados pantalones negros de lona. Ajustadas camisas negras, a veces eran blancas, bajo chaquetas o abrigos de satinada fibra negra. Siempre llevaban las caras pintadas del mismo modo: base blanca con estrellas, círculos o triángulos en negro, pero cada uno con su eterno diseño. Los tres cuidaban con frecuencia de sus leoninas melenas azabache, largas hasta los hombros.

    Sixx había empezado a dejarse crecer su propia melena. También vestía como ellos, aunque su cuerpo no era tan delgado y había tenido que conseguir las ropas por su cuenta en las estaciones de paso y espaciopuertos pirata. Su altura era casi pareja con la de Obús.

    Jedningarna informó sobre las novedades: —La colonia Antecesor envió un SOS clase Omega hace cuatro años. Están en el planeta Kade-426. Si agotamos las reservas de combustible podemos llegar allí en tres días.

    —Pon rumbo al planeta, —dijo Barón—. Acto seguido giró a medias el torso y miró hacia Sixx con la cabeza inclinada, con una oreja casi paralela al suelo. Una sonrisa llena de dientes le dijo: —Tendrás que ensayar a tope, Sixx, o no saldrás de esta.

    * * *

    La nave corsaria surcaba el espacio de la pista supralumínica rumbo a Kade-426 mientras sus cuatro tripulantes se hallaban reunidos en la sala de armas. Barón ajustaba los controles y lecturas en la cabina de psicoaudio. Jedningarna, Obús y Sixx llevaban colgadas al hombro sendas guitarras psicoeléctricas.

    Jedningarna probaba una sencilla escala ascendente de dos octavas mientras Sixx observaba atento.

    Las manos del trío eran maravillas de admirar. Parecían pequeños jamones colgando de brazos del grosor de tubos de aspiradora. De unas anchas palmas nacían dedos larguísimos, fuertes y de una destreza sobrehumana.

    Los dedos de Jedningarna recorrieron el mástil del arma con una velocidad prodigiosa, pero Sixx la había visto tocar otras veces mucho más rápido.

    —¿Ves el nivel de psicoergios, Sixx? —Barón le señaló un indicador en el panel de control del amplificador de Jedningarna.

    Sixx vio cómo giraba la aguja. —Ajá.

    La aguja se había detenido en 810 pse.

    —¿Puedes superar eso? —retó Barón.

    Obús soltó una muda risita y miró al suelo.

    Sixx miró a Barón sonriendo: —¿Estás de broma?

    Luego apretó la púa entre los dedos de la mano derecha y se lanzó a ello para darlo todo. Imitó la escala con una ágil mano izquierda y añadió un adorno extra para acabar en una nota una octava más alta. Sostuvo la nota ahí, la hizo vibrar durante dos segundos antes de matarla con un rápido rasgado descendente.

    Jedningarna y Obús sonreían y asentían hacia su líder. El grumete había tenido buenos maestros.

    Barón comprobaba la calidad del sonido en el osciloscopio de la mesa de pistas.

    La aguja del amplificador de Sixx se detuvo en 2.230 pse.

    Sixx miró su aguja y se llenó de orgullo. —¿Cuándo vamos a ensayar en serio?

    —No te lo creas tanto, —dijo Barón haciendo una seña a Obús. —La habilidad no solo está en la técnica.

    Obús tocó un acompañamiento con el psicobajo de dos lentos compases con cuatro y cinco notas respectivamente.

    La aguja de Obús marcó 15.530 pse.

    Jedningarna rasgó entonces un simple acorde de tres notas. El sonido fue muriendo en la sala mientras la aguja llegaba hasta 18.600 pse.

    Sixx no podía creerlo. —Pero ¿cómo... cómo es posible?

    Jedningarna respondió. —No te preocupes, tu técnica es alta. Eso lo consigues practicando con las manos.

    Obús prosiguió mostrándole su psicobajo. —Pero estas armas necesitan más que eso.

    Barón habló ahora. —Necesitan tu energía interna para funcionar. Y eso es lo que tienes que aprender a liberar. Tienes que aprender a sentir cuando tocas, Sixx.

    —¿Sentir? ¿Sentir qué?

    Jedningarna intentó explicarlo: —No sé cómo llamarlo, sentir el rollo, el fluir. El dejarte llevar cuando tocas una canción. Como si no fueses parte de ella.

    Obús objetó mirando de soslayo a Jedningarna: —O haciendo todo lo contrario. Estando atento, como cuando improvisas.

    Jedningarna asintió, concediendo también eso. Barón concluyó: —No hay una sola respuesta. Nosotros podemos guiarte en el camino, pero debes encontrar tú mismo tu propio modo de hacerlo.

    —Entiendo, —dijo Sixx.

    —Si no alcanzas un nivel mínimo, estas armas no funcionarán en tus manos, —dijo el líder.

    —Y el mínimo generalmente no te garantiza la supervivencia, —añadió Jedningarna.

    —¿Cuánto es el mínimo?

    —Veinte ka pe eses, —dijo el líder.

    Sixx miró ojiplático al trío por turnos: —¡¡¿¿Veinte mil psicoergios??!!

    El trío rió ante la reacción de su pupilo.

    Obus le dio una palmada en el hombro: —Cuando le hayas pillado el truco un poco, te diré cuánto considero yo el verdadero mínimo.

    —¿Y qué pasa cuando llegue al mínimo? —preguntó Sixx.

    Jedningarna le dio otra palmada, riendo, y se descolgó el arma: —Entonces, chaval, es cuando cabalgas la tormenta.

    Barón le hizo una seña hacia los auriculares encima del amplificador. —Practica ahora sin oír lo que tocas. Solo acompaña lo que voy a ponerte.

    Sixx se colocó los cascos en la cabeza. y empezó a oír una canción que el trío tocaba a menudo. Pero algo iba mal. En lo que oía faltaba algo. No oía el sonido de la guitarra de Barón. La canción así no era la misma, estaba como coja.

    Sus dedos titubearon entonces por el mástil, intentando llenar ese hueco sonoro. Sixx notó que no necesitaba oír su propio sonido si lo cantaba en su mente, si lo tocaba por dentro. Unió su ritmo interno a la música y tocó la guitarra de ese nuevo modo silencioso y extraño. Llegó al estribillo y lo cantó en su mente con los ojos cerrados, sin notar que estaba cabeceando al compás. Sin notar que estaba siguiendo el ritmo con los pies.

    Pero un rato después tuvo que abrir los ojos al notar un calor en las manos. Había luz en las dos líneas amarillas que subían a ambos lados del mástil. Esas líneas estaban reluciendo y ahora se iluminaban también las ruedas de control en el cuerpo del arma. Mientras tocaba, la luz fluctuó y pasó de dorada a azulada.

    Se giró hacia su aguja. Marcaba 23.500 pse.

    Sixx estaba perplejo, pero no perdió el hilo. Miró al trio con una sonrisa antes de ver que la luz de la guitarra se tornaba poco a poco de color púrpura.

    Y cuando el color fue puro e intenso, comenzaron los relámpagos.

    Del cuerpo del arma surgieron rayos púrpura. Se disparaban en todas direcciones como ramitas de luz cristalizando en el aire a una velocidad asombrosa. La luz de los focos de la sala empezó a fluctuar entonces en tonos multicolor. Ora sumiendo el espacio en una tenue negrura, ora llenándolo de fogonazos verdes, turquesas y dorados.

    Sixx no había sentido nunca nada tan alucinante. Se sentía eufórico.

    El trío lo observaba con atención. Barón no dejaba de estudiar los diales e indicadores en la mesa de control. Obús y Jedningarna asentían al ritmo.

    Barón ajustó unos controles y cortó el sonido en los auriculares de Sixx.

    El joven dejó de tocar y la guitarra fue perdiendo rápidamente su ímpetu psicoeléctrico. Sixx se quitó los cascos con la sonrisa de quien termina el trayecto en una montaña rusa.

    —¡Ha sido increíble! ¿Lo habéis visto? Me sentía... sentía... —dio una breve carcajada pasándose una mano por la cara.

    Obús reía de brazos cruzados ante la reacción del grumete. Jedningarna inclinó el cuerpo y estiró un brazo para darle a su pupilo un afectivo puñetazo en el hombro.

    Barón le señaló la aguja en el amplificador.

    Sixx se giró entonces hacia el indicador.

    La aguja marcaba 45.600 pse.

    —No está mal para empezar, —dijo Barón. —Tienes leña de roquero. Pero tendrás que hacerlo mejor si quieres debutar con vida en Ciudad Isla.

    —¿Qué es esa Ciudad Isla? —preguntó Sixx mirando al trío.

    —Para entender lo que es Ciudad Isla, antes tienes que ver algo, —dijo el líder de la banda.

    [Fin cap. 1]
    Última edición por Artifacs; 19-Nov-2021 a las 13:33
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