¿DUENDE, ENANO O DEMONIO?

Muchos lo habían visto… “Él” andaba merodeando cerca del panteón, oculto en la oscuridad, acechando a las personas solitarias que osaran pasar por ese lugar. Algunos decían que era un enano, otros que se trataba de un duende, y no faltaron los que juraban que se trataba de un demonio…

Walter iba silencioso. Caminaba envuelto en el suave sopor que le había provocado ese par de tragos y sonrió al pensar acerca del temor supersticioso que sus compañeros tenían hacia ese lugar.
Sus pasos resonaban en el asfalto y lo llevaron a lo largo de la interminable barda alta que rodeaba el panteón.
En su mente todavía resonaba la voz de sus amigos que le suplicaron que se fuera por otro lado, para que no pasara por la solitaria calle del cementerio… ¡Y menos a esas avanzadas horas de la noche!...


Llevaba las dos manos fuera de sus bolsillos… Las dejó que estuvieran libres y relajadas a ambos lados de su cuerpo. Solo pensaba en la mullida cama que lo esperaba.
Iba sumido en sus pensamientos, cuando de pronto sintió cómo unos minúsculos y rugosos dedos lo sujetaron de la punta de su mano izquierda.


Sorprendido, miró hacia abajo y vio a un hombrecillo del tamaño de un niño de 5 o 6 años de edad. Era un tipo horrible, andrajoso, sucio, despeinado, sus ojos estaban enrojecidos y su boca sonreía con una mueca horrible.
Con un movimiento brusco separó su mano de la de él y le dijo:
- ¿Quién eres tú? ¡Vete de aquí…!


Siguió caminando y el enano se quedó atrás. Pronto lo perdió de vista. Volvió a sus pensamientos cuando de repente sintió de nuevo aquellos deditos que le volvieron a sujetar la mano.
Asustado, lo aventó a un lado. Lo amenazó que si no lo dejaba en paz, lo iba a patear. El tipo retrocedió.
Walter siguió su camino apresuradamente. La barda parecía no tener fin. Volvió a dejarlo atrás.
En breve, volvió a sentir esos deditos en su mano…


Con una mezcla de terror y de coraje, lo arrojó contra la pared. El enano no dijo ni una sola palabra y se limitó a verlo con esos ojos enrojecidos, esbozando una sonrisa macabra.
Siguió su andar y por cuarta vez sintió esos deditos. Lo tomó fuera de si y lo azotó contra la pared. El pánico se apoderó de él y tomándolo de los tobillos lo golpeó una y otra vez contra la barda hasta que le deshizo la cabeza y los sesos salpicaron el entorno.


Soltó el cadáver y comenzó a correr. Pronto, vio a lo lejos la finalización de la barda y aminoró sus pasos. Su andar se hizo rápido y su mente daba de vueltas de manera vertiginosa, tratando de explicarse qué cosa había sido ese enano.
¡Una descarga eléctrica recorrió su cuerpo cuando volvió a sentir esos deditos que le sujetaban su mano! Con mucho miedo miró hacia abajo y vio al enano que andaba a su lado como en las otras ocasiones, pero ya no tenía su cabeza, solo un fragmento de cráneo y de él brotaban los sesos y un chorro de sangre.


Eso fue todo lo que pudo observar, ya que en ese momento, Walter perdió el conocimiento. ¡El pequeño demonio lo empezó a arrastrar de los tobillos hasta lo más profundo, obscuro e impenetrable del cementerio!…