Hasta el siglo XX, la teoría predominante en la física era la mecánica de Newton.
Básicamente, esta teoría nos dice que si alguien supiera la posición y la velocidad de todas las partículas del mundo con total precisión, podría saber su configuración en cualquier momento del presente, futuro, o del pasado.
Es una idea que planteó por primera vez el astrónomo, físico y matemático francés, Pierre-Simon Laplace, y significa que todo está determinado desde el mismo instante de creación del universo (cuando dio lugar el big bang). En ese preciso momento, toda la materia y energía, leyes y valores existentes, determinaron indefectiblemente el posterior devenir de los sucesos en el universo, en esa cadena causa-consecuencia de la que hablaba Merovingio en Matrix.
Alguien con capacidades para saberlo todo, conocería el devenir de todo lo que existe, y conocería el más leve movimiento de cualquier cosa o persona que viviera en el universo hasta el fin del mismo.
Bien. La pregunta ahora, es obvia: ¿si todo es determinista, qué es el azar? ¿existe? Podemos diferenciar dos tipos de azar:

El azar ontológico es aquel en el que la aleatoriedad forma parte del ser. Se considera esta situación cuando existen procesos que son irreductibles, independientemente del conocimiento que tengamos del propio sistema, de forma que no se podrá reducir a causas deterministas. Es decir: Existe el azar, para que nos entendamos.

Y por otro lado, está el azar epistemológico (que casaría con el determinismo), y es aquel que se produce por el desconocimiento, bien sea por ignorancia o por incapacidad. Es decir, el azar no existe, sino solo desconocimiento por nuestra parte.