El último cuásar

La oscuridad cobijaba absoluta desolación, y el firmamento nunca había estado tan desierto como en ese extraño momento.

Un escalofrío transitó por todo su ser. Su vida se prolongaba hasta donde la conciencia puede permitir los recuerdos. No tenía constancia alguna de su nacimiento y, tantísima información ya imposible de recordar, era el legado extraviado de una existencia que se prolongaba hasta el infinito. En realidad, la infinitud cobraba ahora otro apremiante significado. Nunca se había planteado con anterioridad que todo empieza y termina en algún momento, pues la inmortalidad había sido considerada desde que tenía memoria, como algo ineludible e intrínseco de su ser.

Antes, el universo rebosaba información. Civilizaciones enteras se rendían a su paso, y sus iguales eran indefectiblemente asimilados aportando nuevos datos que reprogramaban su hambriento ser. Eran tiempos ociosos y vibrantes, cuando su mente se reconfiguraba habitualmente y cobraba mayor conciencia paulatinamente, sin descanso.

Con inusitada dilación, sació su voraz apetito con el último cuásar a la vista que quedaba. Saboreando el momento, pues era el último...