Este cuadrante parece no tener fin y lo peor de todo es que se acaban las provisiones y el combustible...
El silencio es lo único que obtengo como respuesta. Respiro persignado mirando el tablero buscando una señal.
Activo el navegador automático y me desperezo en mi silla. Camino pesadamente hasta el habitáculo continuo y me sirvo una taza de café. Al tomar el primer sorbo, el sabor de aquella bebida me recuerda desagradablemente que no tengo café verdadero, tan sólo una emulación horrible traía de algún lugar perdido. Tiro lo que resta de la bebida.
Abro la compuerta hacia el módulo de carga, enciendo las luces que tintineando se encienden de a una. Dos kilómetros de bodega repleta de mercadería. Camino pesadamente hasta el sector G8 y me paro frente al embalaje que hay ahí. Al igual que muchas otras veces me acerco a la pequeña ventana de la cápsula de metal y observo a la bella mujer que hay adentro. Tan tranquila, tan apacible... tan muerta.
Pero no lo está. Al decir verdad, no acostumbro a llevar pasajeros en mi nave. Soy un huidizo solitario. Pero el precio por llevar esa mujer era demasiado alto como para despreciarlo. Allí domida, hibernada, imperturbable, espera el momento de su despertar. Siempre que la avizoro, me pregunto que secretos esconde… Y por qué me pagaron tan alto precio por llevarla a un satelite marginal como Ethar.
¿Qué demonios ira a hacer una chica como ella en una colonia minera perdida de la mano de Dios y con tan mala fama? Los sucesos de hace setenta años, a pesar de estar plagados de rumores, aun colean en el espacio civilizado haciendo que muchos procuren evitar las rutas de salto cercanas, dándole a toda la zona una extraña fama de estar encantada o, peor aún, maldita; de hecho, se rumorea que los mineros que trabajan en las instalaciones son o bien criminales o bien mano de obra esclava procedente del espacio salvaje.
En cualquier caso, me da exactamente igual, no voy a aterrizar en la zona, no solo porque con mi “nena” no podría ni aunque lo intentase –hay muy pocos espacio-puertos planetarios capaces de albergar a un carguero clase Olimpic plenamente cargado– si no porque, según mi empleador que tan generosamente me pagó, cuando llegue a la zona debo de ponerme en contacto con un tal Riker Hoffman, quien se encargara de todo así como de activar la transferencia del resto de mi dinero.
Sin embargo, cuando me alejo a comprobar el estado de carga de los campos repulsores, no puedo evitar sentir un sudor frio en mi nuca; este instinto mío me está avisando de algo, pero no se dé que…
Ni un segundo después, la alarma se enciende en la cabina y como una ola se esparce por toda la carga. Entre dientes maldigo mi suerte ya que sólo hay algo que active esa condenada chicharra.
- Piratas...
Corro desesperado hacia los controles, antes que los corsarios estén demasiado cerca y sea tarde. Estoy terminando de recorrer la bodega cuando una explosión me lanza por los aires, golpeándome dolorosamente en la caída. Intento no perder el conocimiento aunque mi vista se nubla.
En un último parpadeo antes de caer desmayado la puerta de la bodega vuela en mil pedazos y veo que ingresa en la nave la peor abominación de toda la galaxia.
Un Nekor está entrando hábilmente de entre los escombros de la compuerta que se descompone. No usa traje espacial ya que estas criaturas pueden soportar las condiciones del espacio exterior sin problemas, y además, son unos cazadores excelentes y muy resistentes desprovistos de tecnología; usan una telequinesis muy avanzada para sus propósitos.
La nave se está despresurizando por momentos. Me agarro como puedo para no salir volando por los aires y pasa por mi mente dirigirme al módulo de escape… Todo parece perdido y quizá esa sea la mejor solución, pero abandonar mi nave y la carga es demasiado doloroso. De repente, me acuerdo de la chica… A duras penas me pongo en pié y me dirijo titubeante a su cápsula.
-Muchacha, mejor será que guardes algún as en la manga porque de lo contrario estamos perdidos-, digo entre mis adentros mientras realizo las necesarias operaciones para despertarla…

Jake tenía razón, en el momento de la verdad sólo nos acordamos de aquellas mujeres con las que no nos acostamos. Estoy jugandome el pellejo y sin embargo no puedo evitar pensar en ello. Sólo la cutrez de mis equipos parece traerme a la realidad. no puedo liberarla de la invernación sin antes golpear sin contemplaciones el panel de control de su capsula. Casi puedo notar en mi nuca cómo llegan esos malditos, ni siquiera la despertaré, la arrastraré al compartimento secreto que tantas vecez he tenido que usar. Allí en silencio, si se dan por satisfecho despues de desvalijar mi nave, quizás tengamos una oportunidad y decidan irse sin malgastar un misil para enviar mi nave al infierno.

Pero debo darme prisa porque con seguridad el Nekor ha leído mi mente.-

Si la compuerta de la cabina de mando no ha logrado detenerle, mucho menos podrán hacerlo las débiles entradas de cristalito genético de las cabinas de hibernación.

¡Maldición! La cápsula está atrancada y es imposible moverla. Si la despierto sin más, morirá sin remedio.
Podía meterse el sólo en el compartimento secreto a prueba de escapes de los mortales gases de las cabinas pero... ¿y ella? ¿acaso soy un cobarde?

Pero ¡un momento! El nekor está mirando desconcertado el cristalito genético, dónde se refleja su propia imagen...

Nótese que he cambiado algunos verbos de la intervención de oriafontan porque estaban en pasado y la acción transcurre en presente. Disculpas.