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  1. #1
    Moderador StarWars Avatar de DeadSpace
    Fecha de Ingreso
    26-October-2009
    Ubicación
    ExtraSolar
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    Los Oscuros Rincones de la Tierra


    Mi nombre es Jack P. Walters, y esta es la historia que me llevó a una locura más allá de cualquier conocimiento humano. Una locura visceral que me consumió hasta que ya no me quedaron energías para seguir intentado racionalizarla… una locura derivada de mis viajes y descubrimientos por las esquinas más oscuras de la Tierra….

    6 Septiembre 1915. Massachussets.

    Les preguntare cómo una persona como yo, un detective acostumbrado a todo tipo de casos en una sociedad llena de violencia, pudo acabar de este modo. Todo empezó una noche de 1915, con la llamada del inspector Robert Armstrong. Un grupo de tarados armados se había atrincherado en su casa y se negaban a salir. Llevaban tiempo asustando a los habitantes del lugar con sus conductas y extraños ritos. Según el inspector, el líder de la secta, Victor Holt, quería hablar conmigo y se negaba a negociar con cualquier otra persona. ¿Quién demonios era ese tipo y qué quería de mí? Yo jamás había oído hablar de él.

    Seguí al inspector hasta las escaleras, subí y hablé con el agente Nichols, mi viejo amigo Henry, que me indicó que entrase a la casa por la derecha, donde me esperaba el agente Victor. Pero en cuanto fui hacia allí… ¡Mierda! Comenzó un salvaje tiroteo que me estresó de tal manera que casi no podía ni andar y me nubló la vista. Por una puerta en la parte derecha de la casa accedí a su interior. Tenía que darme prisa en actuar porque los agentes del exterior iban cayendo heridos con una rapidez pasmosa. Aquella casa era de todo menos acogedora, y su atmósfera invitada a salir por donde había venido. Entré por la primera puerta a la derecha a una especie de comedor con un atrio. Allí arriba, en el podio, localicé un curioso escrito y fue la primera vez que oía hablar de esos “Maestros Yithianos” y de los fragmentos de “Pnakotica”. Ojala no hubiese entrado nunca en aquella maldita casa…



    Los disparos y gritos se sucedían a través de las paredes de madera y en cualquier momento podría salir uno de esos chiflados armados y volarme la cabeza. Salí del comedor y atravesé la puerta al final del pasillo para llegar a una especie de hall. Subí por las escaleras al primer piso y giré a la izquierda. La primera y única puerta a la derecha me llevó a descubrir un espectáculo dantesco… dios santo, ¿cuánta gente se habría suicidado allí dentro? Quería salir cuanto antes de aquella estancia que olía a muerte. En la segunda mesa de aquel dormitorio localicé algo que quizá fuese útil: el diario de uno de los ocultistas. Curiosamente hacía referencia a que “Él por fin ha llegado”, y la fecha era la de hoy. Salí de nuevo al pasillo y entré a la segunda puerta del lado izquierdo. ¡¡Joder!! Ese disparo estuvo cerca… ¿y por qué esos chalados me reconocían? Recogí las llaves de la silla al lado de la ventan y regresé al hall del piso inferior. Allí mismo había dos puertas y pude abrir una con las llaves. No sé por qué no salí de allí corriendo ahora que podía. Sentí un ataque de ansiedad al descubrir fotografías y artículos sobre mí por todas partes, pegados en las paredes, en las mesas, en dos pizarras,…. ¡¡¡Esa gente llevaba años siguiéndome e investigándome!!! Cogí otras llaves de encima del escritorio y, al mismo tiempo, me hice con un ejemplar del Boston Globe que hablaba precisamente de esa secta.

    Con estas llaves pude abrir la otra puerta del hall, al lado de la pintada del ojo. En aquella tétrica biblioteca giré a la derecha y me agaché delante de un escritorio para hacerme con unos documentos que resultaron ser aquella “Pnakotica”. Me levanté, me di la vuelta y giré dos veces a la derecha hasta verme reflejado en un espejo roto. Sentí pánico al imaginar que alguien se me acercase por la espalda. No sé por qué, pero decidí saltar hacia delante y… ¡entré en un pequeño pasillo camuflado! Abrí la trampilla de la derecha y os aseguro que tuve ganas de salir corriendo como un loco en busca de la protección de la policía. ¿Había sido humano aquel grito de terror y dolor?

    Bajé por las escalerillas y seguí el pasillo de madera. En la pared a la izquierda del cadáver de uno de los sectarios descubrí ¡¡un cuerpo dentro de la misma pared!! Tuve ganas de vomitar y decidí no volver a mirar en aquellas paredes. Llegué hasta una puerta y accedí a una especie de enfermería plagada, una vez más, de cadáveres. El olor era nauseabundo. Salí de allí por la única puerta que había al fondo y llegué a un sitio que no sabría explicar… Bajé por las escaleras y vi aquel tipo enganchado a esa extraña máquina ensangrentada. ¿Qué había pasado en aquella casa y qué tenía YO que ver? Buscando la manera de descolgar de allí el cuerpo, presioné el panel de control frente la máquina. Tras las chispas pude coger, a la derecha del cuerpo, un cristal verde fluorescente. Era un mineral que nunca antes había visto. Salí de esa sala infernal por la puerta a la izquierda del cuerpo hasta llegar a una compuerta que, puedo aseguraros, no sabía quién demonios la había podido diseñar. Activé el panel de la izquierda y entré. Si la sala anterior era difícil de describir, esta era simplemente inefable.

    7 Febrero 1922.
    Primera parte: Mi llegada.


    Cuando los agentes entraron en la casa hace seis años, me encontraron tirado en el suelo, temblando, hablando sin sentido y aterrorizado. Los médicos diagnosticaron amnesia por estrés mental post-traumático. Ahora he rehecho, con mucha dificultad, mi vida. He vuelto a la vida normal, aunque sigo sufriendo extrañas pesadillas.

    Cuando sonó el teléfono y aquel tipo, Arthur Anderson, me contrató para un nuevo caso, algo me dijo que la tranquilidad había desaparecido. Un tal Brian Burnham había desaparecido en un pueblecito costero llamado Innsmouth. Anderson quería saber qué había sido de él. Incluso me había enviado un paquete, que tiré directamente a la basura, con un par de cosas sobre el caso. Lo recogí y acepté. ¿Por qué no?

    El pueblecito era el último lugar del mundo al que iría de vacaciones. Según me acercaba en el autobús de mala muerte que había tenido que coger, me extrañó la ausencia de gente por sus calles, teniendo en cuenta que supuestamente, en un pueblo costero dedicado a la pesca, su puerto sería un ajetreo de negocios. ¿O no?

    El autobús me dejó en la plaza principal, frente al único hotel del pueblo, y pude comprobar el concepto de “hospitalidad” que tenían allí, tras hablar con el primer ciudadano que me encontré. Curiosa la estatua decapitada.



    Mirando la puerta del hotel junto al vehículo que me había traído, giré a la derecha dejando el autobús a mis espaldas y me acerqué a la barricada de la policía en la “Primera Tienda Nacional de Ultramarinos”, donde trabajaba Burnham. Aquel policía enorme, con aquella pinta tan inhumana, me impidió el paso. Esperé a que se diese la vuelta para entrar por la puerta y le seguí despacio hasta ver unos barriles a mi izquierda. Me oculté tras ellos y esperé agachado a que volviese a pasar en dirección contraria, para salir y avanzar rápidamente hacia la izquierda. Giré a la derecha, subiendo unas escaleras, y entré por la puerta. Sin perder tiempo empujé la estantería vacía para atrancar la puerta y sentirme más seguro. Ya estaba dentro.

    Salí de aquel cuartucho por la única puerta, accediendo a la tienda en sí. entré por la puerta forzada al despacho del gerente. Cogí de la caja fuera una botella de vino y una manivela y salí rápidamente. El policía debía haberme descubierto e intentaba derribar la puerta atrancada. No tenía tiempo que perder. No quería acabar mi primera visita, y espero que la última, a ese pueblo en una de sus celdas. Saliendo del despacho me metí por el segundo mostrador. A la derecha del mostrador había una trampilla que abrí usando la recién adquirida manivela. Con el pulso acelerado por la cercanía del policía entré y me caí por la podrida escalera. ¡¡Ouch!! Ese agente cerró la trampilla dejándome atrapado en la bodega…

    Sobre unos barriles encontré algo que me alegró el penoso día. Era el diario del propio Burhnam, una pista esencial. Con él en mi poder me fijé en la escalera móvil y en el muro a su izquierda. Empujé la escalera hasta que derribó el decrépito muro abriendo una salida. Salté por la brecha y llegué a ¿una celda? ¿O qué era eso? Los restos humanos del suelo fueron la mejor invitación a salir de allí sin pararme a pensar en nada. Subí las escaleras y llegué a un cuarto oscuro de revelado, lleno de fotografías de la ciudad. Me fijé en unas maderas a mi izquierda y, bajo ellas, encontré un ejemplar del periódico Innsmouth Courier, fechado el 19 de Junio de 1886…¿Qué sucedió ese día como para que alguien escondiese un ejemplar en un cuarto oscuro? Salí de allí subiendo más escaleras hasta una nueva habitación que olía a rancio. Entré por la primera puerta y… ¡¡¡Santo cielo!!! .. casi me da un infarto. Ya sabía de dónde provenía ese olor…¿Cuánto tiempo llevaría colgada del cuello esa mujer? Salí de allí con la vista nublada y abrí el pestillo de la otra puerta.

    Por fin llegué a la calle y me encontré con la primera cara amistosa. Estaba claro que el atuendo de aquel hombre no tenía nada que ver con el tipo de ropa usada por los ciudadanos del pueblo. El tal Lucas Mackey me regaló un periódico del día y me dio cierta información. Resultó ser un inspector industrial del gobierno que iba a revisar la refinería de oro Marsh. Me despedí agradecido por el trato cívico y giré a la derecha. Seguí la calle hasta girar a la izquierda y luego otra vez a la derecha. Caminé hasta una nueva bifurcación a mi izquierda y la seguí hasta ver a la izquierda un callejón con una barricada al final. Entré hasta el final del todo y llegué frente al bar El Jardín, donde un borracho estaba orinando en la calle. Se presento como un tal Zadok y en seguida supe que podría tener información valiosa para mi investigación. El hombre me contó una escalofriante historia sobre un tal capitán Obed Marsh, que trajo “algo” de un viaje marítimo y reactivó la maltrecha economía del pueblo de la mano de un desconocido culto religioso que también convirtió la ciudad en el agujero negro que era hoy en día… quizá no era la información que creía que iba a ayudarme, pero conseguí una llave para la “Poorhouse”, cerca del hotel.

    Al intentar salir del callejón por donde había venido tuve una nueva sorpresa. Una señorita que se presento como Rebecca Lawrence me llevó a un rincón para hablarme de una chica llamada Ruth que podría ayudarme a encontrar al desaparecido. También me habló de investigaciones místicas de su padre, el antiguo sacerdote del pueblo, y me enseño una pintada en forma de estrella de cinco puntas. El caso se iba complicando con historias que parecían que poco, o nada, tenían que ver conmigo. Me dijo que un tal Thomas Waite podría ayudarme, y se despidió. Después regresé al hotel donde me había dejado el autobús, giré a la izquierda hasta una puerta con el rótulo “Poorhouse” y entré con la llave de Zadok.



    Mi legada Segunda Parte.

    Al final del callejón escuché como un tipo amenazaba a una mujer. Además, le decía que si veía al extranjero (¿yo o el del gobierno?) avisase inmediatamente a la Orden...

    Cuando el sujeto se marchó no dudé en hablar con la asustada mujer, pero no logré sacarle ni una palabra. Seguí por el callejón hasta la puerta de la “PoorHouse” y entré. Subí las escaleras del albergue que, por cierto, estaba más que descuidado. ¿Quién en su sano juicio iría allí a hospedarse? La calle parecía incluso mejor sitio para dormir. Dejé atrás al hombre que miraba por la ventana y entré al dormitorio, donde me hice con otro botiquín. Salí por la puerta de la derecha subiendo otras escaleras y encontrándome con el cuerpo sin vida de una anciana rodeada de cucarachas. Debería llamar a servicios sociales en cuanto saliese de allí. Por el pasillo abrí la primera puerta a la derecha para llegar a una terraza. Menudo vértigo sentí entonces. Usé las escalerillas de incendio para llegar a la calle, donde otra hospitalaria ciudadana me lanzó su apestoso aliento.



    Siguiendo la calle encontré la casa que buscaba, la segunda puerta a la derecha. Subí las escaleras y me recibió la pequeña Ramona Waite. Su padre Thomas no estaba aún en casa y su madre… ¿mordía? Decidí esperar a Thomas en la casa, pero la curiosidad por conocer a esa madre fue superior a mi paciencia. Subí por las escaleras hasta el primer piso donde encontré una foto familiar en la que faltaba la parte donde debía estar la mujer. Quité el pestillo de la tercera puerta. Llegué al ático y me acerqué a la puerta con el candado. ¡¡Dios mio!! ¿Qué había sido eso? Desde luego no era nada humano y estuvo muy cerca de acabar conmigo… Herido y sangrando, me desmayé….

    En cuanto desperté escuché los lamentos que provenían del piso inferior. Entré a la celda de la que había salido aquel bicharraco y recogí el diario de Thomas Waite.

    Fui corriendo y encontré a Thomas con el cuerpo sin vida de su hija. Aquella cosa la había destrozado, y lo peor fue la llegada de los dos policías que arrestaron al pobre hombre. Antes de ser detenido Thomas me entregó las llaves de su tienda y me reveló que debía sacar del pueblo el objeto que él guardaba en la caja fuerte del negocio. La Orden no debía hacerse con él. La Orden… se repetía el nombre del culto único en el pueblo.

    Tras quedarme solo en la casa recogí el cuaderno de dibujos de Ramona y salí a la calle. Caminé recto bajando las escaleras y me encontré con la asustada Rebecca. No había salvación para el señor Waite… la Orden le mataría. La relación Orden-Policia había quedado confirmada en mi cerebro. Fuese quienes fuesen, eran los de la Orden quienes controlaban todo el pueblo, y habían sido ellos los responsables de la desaparición de Burnham.

    Cuando Rebecca se fue me curé la herida de la cabeza con el botiquín y seguí recto hasta el final del callejón

    Mi Llegada: Tercera Parte.

    Salí del callejón subiendo las escaleras hasta la calle. Allí bajé por las escaleras justo a mi izquierda, abriendo la puerta y atravesando el subterráneo. Abrí sin problemas una puerta enrejada y subí hasta la tienda de Thomas. Allí me encontré con una chica que intentaba abrir la caja fuerte. Resultó ser Ruth Billingham, de quien me había hablado Rebecca. Logré que confiara en mí y no sólo me reveló que Burnham seguía vivo, sino que me entregó una fotografía para que él confiase en mí cuando le encontrase. Cuando se fue abrí la caja fuerte usando la combinación correcta: 2-6-1-2.

    Me fue útil recordar cómo se usaban aquellos sistemas. Empecé rotando el dial en la dirección contraria a las agujas del reloj hasta el primer número. Luego roté al contrario hasta el siguiente. Cambié la rotación para el tercer número e hice lo mismo para el último. De no conocer este procedimiento, me serviría de poco conocer las combinaciones.

    Allí dentro estaba el objeto que no debía encontrar la Orden… Un Libro. Me había metido de lleno en un asunto mucho más oscuro y sucio de lo que yo creía.



    Regresé al exterior por donde había venido y entré en el hotel. Llegué a la recepción y hable con el sujeto tras el mostrador. En ese momento tuve una extraña visión… y al rato el conserje se fue a hablar con otro lugareño. Crucé el mostrador, me hice con la llave y abrí la puerta justo a la derecha del mismo mostrador. Entré por la única puerta que había en la oficina y recogí un documento que parecía importante: Post Mortem Records. Salí de allí dentro a tiempo de que el conserje regresase y me guiase a mi habitación.

    Antes de acostarme cerré el pestillo de la puerta, entré en el cuarto de al lado y cerré también el pestillo de la puerta que daba al pasillo. Sintiéndome un poco más seguro, me acosté a intentar descansar y olvidar la extraña jornada plagada de muerte.


    El ataque de los hombres.

    Ya dormido despierto! observo por la ventana y venían hacia mi, Se había acabado la apatía de los lugareños hacia mí, pero en un sentido todavía peor. Ahora querían matarme, y eso significaba que yo iba por el camino correcto, me llevase a donde me llevase.

    Menos mal que había cerrado los pestillos del cuarto, porque si no estaría ya muerto. Dos hombres armados intentaban derribar la puerta para acribillarme a balazos. En estos momentos uno se pregunta por qué no dedicó su vida al circo en lugar de hacerse detective. Corrí hasta la habitación contigua y cerré con pestillo la puerta que comunicaba un cuarto con otro. Me fijé en una estantería al lado de la ventana y la empujé hacia la derecha. Allí había otra puerta. Entré y cerré una vez más con pestillo. También cerré la puerta del pasillo y entré por la que quedaba, cerrándola con pestillo. Los asesinos seguían derribando puertas y acercándose a mí, y mi única salida era la ventana. Antes que nada empujé la estantería para bloquear la puerta que daba al pasillo, que no tenía pestillo. Sin perder el tiempo quité la otra estantería que bloqueaba esta salida, abrí la venta y salté al exterior. No era la primera vez que me perseguían en la vida, pero el miedo que sentía no lo había notado nunca antes. Salté hasta la terraza de la casa de enfrente y me metí por la puerta de la izquierda. Agachado atravesé el pasillo mientras los disparos hacían añicos las ventanas. Al final me levanté y corrí hacia la izquierda, atravesando una puerta y bajando un primer tramo de escaleras.



    Me metí en la puerta abierta a mi izquierda. ¡¡Joder!! Ya no eran sólo dos tipos. Un grupo entero de lugareños me perseguía para hacerme pedacitos.

    Corrí y crucé la puerta de la derecha, abrí la ventana y salté hasta otra casa, subiendo por las escalerillas de incendio.

    En el tejado caminé con cuidado por las planchas de madera, sin pararme a mirar el paisaje desde lo alto, y corrí a través del tejado hasta llegar a otra escalerilla y descender por ella hasta el interior de un almacén. Ahora, en lugar de ir recto por una pasarela, me agaché y salté por mi izquierda hasta un símbolo pintado en el suelo.

    Había más lugareños armados allí dentro, y tuve que avanzar despacio y agachado para esquivarles, por la izquierda, hasta llegar al final del almacén. Allí salté a unas cajas y luego salté de nuevo a la plataforma. Corrí recto, saltando hasta más cajas y saltando luego por la ventana. Me habían visto ya y volvían a dispararme a discreción. Llegué corriendo hasta un conducto de ventilación a la derecha, me agaché y entré.

    Los enemigos me habían perdido pero no se rendían. Por el conducto llegué hasta otro almacén con un nuevo comité de bienvenida.

    Esperé a que ningún lugareño mirase y salí del conducto, cayendo sobre más cajas. El olor a pescado me recordaba dónde estaba. Agachado avancé y bajé por unas escaleras. Era el momento de armarse de valor. Me levanté y corrí hacia la izquierda y luego a la derecha, esquivando nuevos disparos y evitando que me atrapasen, hasta llegar a un agujero en el suelo por el que entré agachado y me alejé del campo de visión enemigo.

    Un pequeño momento para respirar un poco y tratar de tranquilizarme… La cosa estaba siendo demasiado movidita para mi gusto. Agachado continué hacia la derecha hasta llegar a una escalera que subía hasta un cuarto que parecía seguro.

    Empujando un estante encontré otro símbolo en una pizarra. Maldito pueblo, maldita gente y maldito yo por aceptar el trabajo.
    Quité la caja que bloqueaba la salida y salí de allí dentro. Salté a las cajas frente a mí, luego a las de mi derecha y después me agaché para pasar por debajo de las escaleras. Allí ya había estado antes, pero parecía la única salida. Agachado me escondí tras un montón de cajas hasta que el camino hacia la puerta quedaba despejado. Abandoné el almacén pero los callejones estaban plagados de tipos con linternas, escopetas y hachas. Fue por la derecha y luego por la izquierda hasta esconderme tras unas cajas en un rincón. Esperé a que un lugareño apareciese y fuese por donde yo había venido y luego regresase sobre sus propios pasos para seguirle, pegado a la derecha, a una distancia prudente. A mi derecha entonces descubrí un escondite medianamente decente, saltando detrás de unas cajas y un carro. Esperé allí a que el tipo anterior regresase y continuase su ronda para salir y meterme por el callejón. Al final del todo me metí por una puerta iluminada y me encontré de cara con un accidente laboral. Por lo menos el superviviente no tenía intención de matarme, o eso parecía. Suficiente tenía con la muerte de su compañero, supongo. Incluso me indicó el camino hacia las alcantarillas, mi único escape de aquellas calles.

    Salí por la única puerta hasta la calle y corrí por la derecha rumbo a un camión aparcado. Era mi momento. Quité la cuña de la rueda delantera y, rápidamente, corrí a la plataforma tras el vehículo para saltar a su interior. El camión descontrolado fue tomando velocidad embistiendo a los incautos asesinos que se ponían en su camino, hasta caer al fondo de una piscina residual. Iba acostumbrándome al olor a podrido…

    Antes de impactarse contra el muro salte del vehículo y me metí en el hueco iluminado de la derecha que vi antes del choque, entre al hueco y pude hacerme con un trozo de tubería y luego me acerqué al interior donde me encontré con un ventilador gigante. Usé la tubería para romper una de sus aspas y, en un momento que redujo su velocidad, me metí por el túnel huyendo de los disparos.

    Avancé hasta el final y llegué a las alcantarillas.



    El ataque de los hombres: Segunda Parte.

    Había algo en esos lugareños que no era del todo normal… a parte de su interés por quitarme de en medio. Ese olor nauseabundo y constante a pescado…esas miradas perturbadas…esos rostros desencajados…¿qué estaba sucediendo en ese pueblecito perdido, en todos los sentidos, de la mano de Dios? Decidí llamarles hombres-pescado, por muy ridículo que parezca, pero haber estado allí y haber buscado otro nombre más apropiado.

    Subí a una plataforma para evitar los ríos de porquería de las alcantarillas y escuché ese llanto infantil... Casi me muero del infarto al ver a la niña de Thomas, Ramona, llorando tras una verja. Al intentar acercarme a ella salió corriendo y empecé a escuchar voces… ¿estaban en mi cabeza o eran reales? Intenté no pensar en ello pero las voces no dejaban de atormentarme…y esa niña…¡¡había muerto!! Yo mismo había visto su cadáver. Avancé por el único camino de la derecha y salí a una zona invadida por una especie de moho verde ¡¡corrosivo!!. Algún tipo de infección o plaga producida quizá por la contaminación o la inmensa suciedad lo había invadido todo… Subí por unas escaleras siguiendo un rastro de sangre y encontré un cadáver en avanzado estado de descomposición. ¿Cuántos muertos habré visto ya en esta ciudad salida del mismísimo infierno? Imaginar que yo podría acabar como uno de esos me revolvía las tripas.

    Dejé atrás el cuerpo y entre en una sala con dos tuberías y dos manivelas. Activé ambas por mera curiosidad y entré a otra sala, sin saber que acababa de abrirme un nuevo camino. Las voces proseguían y me estaban volviendo loco…. Allí había un pequeño pozo. subí corriendo al pozo. Me tiré dentro, me agaché y entré por el conducto. El olor a podrido era mayor que en cualquier otra parte y se oían ruiditos de insectos… El conducto desembocaba en una enorme fosa común plagada de cuerpos desmembrados, huesos, restos humanos, insectos y todo tipo de desperdicios. ¿Cuántos cadáveres habría allí dentro? Era imposible de contabilizar. Mi estómago no podía más. Evité vomitar y contemplé cómo un cuerpo caía de alguna parte de arriba hasta golpear brutalmente con la enorme trampilla central. No se me ocurrió ni acercarme a ese agujero y use una escalera para subir y huir de aquel cementerio. Escuché un ruido y miré al cuerpo recién llegado. ¿¿Qué había sido eso?? Alguna…cosa…se lo había llevado hacia la oscuridad de aquel conducto. Había algo en las entrañas del pueblo…y parecía gustarle la carne humana… ¿Algún animal salvaje? ¿El ser huido de casa de Waite?...

    Llegué hasta el final de la escalera y escapé por la única puerta que había, que daba a una pequeña bodega. Allí dentro encontré otro camino por una nueva escotilla que me volvía a enviar hacia abajo. No hacía más que subir y bajar, y sólo deseaba respirar un poco de aire de la calle y ver el cielo de nuevo.

    En el pasillo intenté ir por la derecha y me encontré de frente con la aparición de la niña. ¡¡Joooder!! Di media vuelta pasando bajo una reja rota y decidí dejarme caer por un agujero en el suelo. Estaba ahora sobre una plataforma de mantenimiento, y en el suelo descubrí una serie de bichos con aspecto amenazador. Algo así como un híbrido entre araña y cuchara. ¿Dónde estaba el insecticida cuándo uno lo necesitaba? Bajé por las escaleras al nivel del suelo y corrí esquivando a los bichos que captaron el olor de carne viva. Al final del pasillo salté al interior de un túnel oculto por algunas telarañas blancas. Los bichos no me siguieron…menos mal.

    Ahora necesitaba hacer algo, porque allí no había salida. levanté una caja del nivel inferior que, sin saberlo, estaba bloqueando mi salida. Ahora decidí bajar por las escaleras medio podridas que daban casi delante de un fuego. Esos lugareños me vieron y dispararon, pero logré escapar por una puerta que vi a mi derecha.

    Al final de un pasillo bien iluminado llegué a un patio y crucé dos puertas a la derecha hasta entrar a una iglesia. Me sentí a salvo una vez más.

    Caminé por el pasillo, dejando atrás la única puerta a mi izquierda, y subí por las escaleras que había en el recibidor. Entré por la puerta de la derecha y me hice con el diario del sacerdote, que me daría alguna pista más.

    Regresé sobre mis pasos y entré entonces en la puerta que había dejado atrás. Me dirigí sigilosamente hacia la casa de Rebecca, Me reveló que la Orden había capturado a Brian porque lo necesitaban para un sacrificio humano. Además, la Orden buscaba un Libro que yo tenía en mi poder, y harían cualquier cosa por recuperarlo. Rebecca me explicó dónde retenían a Brian y, antes de que pudiéramos trazar un plan, un disparo reventó una cristalera. ¡¡Me habían encontrado!!
    Seguí a Rebecca hasta la calle y de allí a la Iglesia, donde podríamos refugiarnos. No pude evitar su muerte cuando un disparo le acertó de lleno. Tampoco podía pararme a llorar su pérdida y atravesé las dos puertas hacia el interior.



    El ataque de los hombres: Tercera Parte.

    La Iglesia estaba patas arriba, con los bancos en forma de barricada. Por lo menos sus macizas puertas resistían el embiste de los lugareños que intentaban entrar. Malditos criminales asesinos… el cuerpo de Rebecca todavía estaría caliente allí fuera…

    No había tiempo que perder. Las puertas eran resistentes, pero yo no sabía cuánto. Subí por la escalera de mi izquierda hasta un balcón con tres cuerdas. Más adelante descubrí que eran el código para abrir un pasadizo en la pila bautismal al lado del altar. Toqué las campanas con la siguiente secuencia: centro, izquierda y derecha.

    Bajé atravesando las barricadas y subí al altar…¡¡¡Por todos los demonios!!! Había un hombre muerto clavado en la cruz….¿sería el padre de Rebecca?... La Orden se había apoderado de todo el pueblo hacía tiempo y había eliminado brutalmente cualquier competencia religiosa.

    La pila bautismal estaba a la derecha del altar. Entré por las escaleras que había revelado con la secuencia de campanas y accedí a la cripta subterránea.

    Estaba llena de pintadas con símbolos que no logré descifrar y que debían ser las investigaciones místicas que había realizado el sacerdote. Llegué hasta una sala de trabajo y me hice con el registro de nacimientos, bodas y fallecimientos. También descubrí una extraña placa de piedra grabada con varios números de ahi obtuve una pesada cruz de piedra blanca.

    No había más salida que un pasillo a un lado. Y en ese pasillo encontré una talla en la pared que respondía al perfil de la cruz. Una nueva simbiosis que abrió un pasaje secreto tras un ataúd. Entré agachado y otra vez escuché voces en mi cabeza… o reales. El canto de una niña provenía de todas partes. Intentando no perder la cordura, llegué hasta una escalera y salí a la superficie, una vez más...

    Al llegar a la superficie me percate, ¿Estaban quemando todo el pueblo para encontrarme? Me agaché para pasar bajo una columna caída y salté hacia la derecha para entrar por el marco de una puerta. Subí por la columna de madera y salté al final para entrar por una puerta cerrada que daba a la zona de la cámara acorazada. Subí por las escaleras de la izquierda y salté, pegado a la izquierda también, sobre un enorme agujero en el suelo.

    Atravesando otra puerta me encontré en un piso que casi había desaparecido. Algunos lugareños habían entrado y me buscaban con sus linternas. Al acercarme a unos tablones, éstos cayeron por mi peso. Debía tener cuidado con dónde pisaba. Salté hacia delante para llegar a un pequeño trozo de suelo. Luego volví a saltar de nuevo hacia delante y luego hacia la derecha. Una vez allí salté a la izquierda y subí por un tablón de madera. El vértigo jugaba en mi contra y deformaba la realidad. Debía tener cuidado y extremar todas las precauciones. Desde allí arriba fui caminando, poco a poco, por los tablones más sólidos hasta llegar a la puerta de la izquierda. Volvía a estar aparentemente atrapado, pero decidí continuar con mis saltos. Fui hasta el muro del fondo y salté hacia la izquierda, por un hueco, para caer sobre un tramo de escalera. Tras otra puerta llegué al exterior y bajé por una escalera de incendio a mi izquierda. Esta vez el salto iba a ser más grande. Tenía que llegar hasta las escaleras que había en la torre de agua. Lo logré casi sin creérmelo, ascendí y llegué a la pasarela de la torre. Fui hacia la izquierda y salté a un balcón con la puerta cerrada. Entré al edificio y atravesé un pasillo para bajar por unas escaleras. Abrí otra puerta y, de nuevo, el exterior en las altas alturas. Salté al tejado de mi izquierda, el de las dos ventanas abiertas, y me metí por una de ellas antes de que me alcanzasen los disparos de los hombres que me descubrieron.



    Allí dentro salí por la única puerta que había y luego volví al exterior por una ventana. Salté hacia el balcón con la caja y la polea, subí a la caja y salté hacia los tablones de la torre de agua. Empezaba a sentirme trapecista más que detective, pero prefería eso a caer en manos del grupo sin escrúpulos que acechaba en la calle. Seguí de frente por los tablones y salté al balcón con la puerta abierta.

    Sorpresa…allí estaba Lucas Mackey, el supuesto inspector industrial. No pude sacarle nada en claro pero deduje que sus objetivos no eran tan inocentes como hacer una rutinaria inspección de inventario. Me repitió con ironía que trabajaba para el gobierno e intentó convencerme de que buscar a Brian sería sinónimo de muerte. Creo que Mackey era la única persona que no quería matarme en aquel pueblucho. Al final accedió a ayudarme y me explicó cómo llegar a las celdas donde tenían preso a Burnham. También me confirmó que la Orden controlaba todos y cada uno de los aspectos del pueblo, y que su líder era un tal Robert Marsh, hermano de Sebastián Marsh, propietario de la refinería Marsh, que oficialmente dirigía el hijo de éste, Jacob. Mackey me dejó todavía más intranquilo al decirme que muy pocas personas habían visto en persona a Robert, acentuando el mito en torno a su figura de líder supremo de aquella secta asesina.

    Tras la charla me despedí de él, que parecía no estar alterado por la situación. Ese hombre tenía una sangre fría envidiable…

    Las celdas.

    De repente se acercaban dos policías al verlos subí por unas escaleras de incendio hasta el balcón. Allí esperé a que ese engendro de policía se marchase, y entonces pegué un salto hacia la calle.

    Avancé hasta la ventana y esperé a que los policías dejasen de hablar. Qué gente tan simpática… Seguí hasta la esquina y allí me hice con una barra de hierro. ¿Por qué demonios no había cogido antes algo así como arma? Por la primera ventana vi por fin a Brian Burnham dentro de su celda. No había tiempo que perder. En la segunda ventana un preso completamente ido intentó cogerme, y en la tercera ventana creí ver a otro preso durmiendo.

    Giré a la derecha pasando un coche en llamas y entré a la comisaria. Allí estaba la entrada a las celdas. Abrí al puerta y entré decidido a cumplir con mi cometido.

    Mi objetivo no era ni mucho menos acabar con esa Orden ni con esos asesinos, pero después de lo de Rebecca, su padre y el resto de cadáveres…el odio empezaba a sustituir al miedo. Me encontre con dos policias y decidi acabar con ellos con la barra de hierro, fue una liberación acabar con ellos y todavía me sentí más reforzado al hacerme con una pistola y la escopeta que tome de ellos. Preparaos para conocer a Jack Walters cabreado…

    Accedí a la zona de celdas y me percaté de que necesitaba las llaves para liberar a Brian. Allí encontré también el cuerpo sin vida del pobre Thomas Waite, el preso que creía que estaba durmiendo…y ese loco llamado Henry que no dejaba de hablar de ratas y de murmurar palabras sin sentido para mí. Subí las escaleras y me metí en la puerta justo encima de las escaleras. Entré por la puerta del cuartito y llegué a un insalubre cuarto de aseo. Me agaché, superando el apestoso olor, y avance hasta el lavabo. Cerré las dos llaves de agua y esperé a que apareciese el policía para descerrarle un disparo en la cabeza. ¿Cómo se siente pasando de cazador a presa, maldito híbrido humano?



    Salí del aseo y giré por el pasillo de la derecha hasta el dormitorio. Me hice con la munición sobre la cama y las llaves en la cabecera. Regresé corriendo para sacar a Brian, pero ante su desconfianza le enseñe la fotografía que Ruth me había dado. Por fin le cambió la magullada cara. Le saqué de su cautiverio y me explicó dónde podríamos encontrar un medio de huída. De “posible” huída, me dijo dejándome poco esperanzado. Salimos de la comisaría a tiro limpio y avanzamos por el callejón a la izquierda del coche de policía aparcado, frente la entrada.

    CONTINUARA...
    Última edición por DeadSpace; 12-Aug-2010 a las 04:40

  2. #2
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    Respuesta: Los Oscuros Rincones de la Tierra

    Deadspace: ¿Lo escribiste vos?

    Me gusta mucho la ambientación y como invita a seguir leyendo. Personalmente creo que la secuencia pasa demasiado rápido, estaría bueno extender más los reslatos para que no parezca una seguidilla de cosas en las que no sabes como el protagonista supo como desenvolverse.

    ¿Son dos historias separadas, no? Porque sino no entiendo la conección, o sea, como pasa de la primera a la segunda.

    Y una última cosa: El segundo relato tiene como fecha 7 de Febrero de 1922 y el ejemplar del periódico Innsmouth Courier que encuentra el protagonista es del 19 de Junio de 1986...

    Espero que no tomes a mal todo lo que dije, son muy buenos puntos de partida

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