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Blasero1
13-Sep-2015, 02:19
El mirador, ofrece unas magníficas vistas del entorno espacial. El astronauta, lleva varias horas sentado en el banco metálico, no muy lejos de la base minera que fue abandonada años atrás. Abre la boca hasta casi desencajar la mandíbula e inhala oxígeno, bosteza, exhalando el aliento que por un momento empaña el interior del cristal del casco. Se estira. Seguidamente, cruza las piernas para recostarse en el respao, apoyando los brazos. Mira a lados y sólo encuentra más bancos vacíos. Después de orinar en el traje, se levanta y camina despacio hasta llegar a la barandilla que resguarda del infinito precipicio rocoso. A través de las pantallas del casco que protegen los ojos de la radiación, a simple vista, puede observar las turbulencias atmosféricas del volátil planeta, así como distinguir las tormentas eléctricas e incluso los resplandecientes anillos interiores de asteroides. Por el audio escucha los sonidos del exterior; ecos, cual cantos de ballenas con las que surca el cosmos. En absoluto se siente afortunado por tan magnífica ocasión.

-¡Serás imbécil! -susurra- ¿Pero qué has hecho?

Se le escapan risas nerviosas. Se atraganta y tose con fuerza repetidas veces. El nudo del estómago sube imparable. Se le acelera el corazón, ahoga la garganta e inundan los ojos de lágrimas. Cuando los labios empiezan a temblar, respira despacio y hondo hasta que consigue calmarse. La desazón ahora no le estrangula, sino el rugir de tripas y fuerte dolor estomacal, pues no ingiere alimentos desde hace tres días.

“Vas a morir”

-¿Cómo?

Al dar la media vuelta, la vista se pierde en los anillos exteriores. Resalta el cinturón lejano de pequeñas lunas. Y más cercanos, los satélites pastores produciendo huecos en los anillos o fijando sus bordes. Los surcos de fragmentos cristalinos y mar de rocas de color rojizo, gira con él, al compás del campo magnético del planeta. Los destellos repentinos del próximo asteroide, llaman su atención. El astronauta se exalta, pues entre los resplandores solares de la superficie, cree ver algo, quizás, una sombra.

-¿Qué demonios?

Camina hasta que llega a uno de los telescopios de columna, busca en los bolsillos del traje y echa la moneda. Sostiene entre sus manos el instrumento óptico y se acerca, golpeando el casco en el visor. Con la respiración entrecortada, la impresión le eriza el bello cuando distingue una silueta humana en el terreno que agita las manos al espacio.

-¡No puede ser!

Cierra los ojos y al abrirlos, el espejismo sombrío ha desaparecido.

“Va a morir”

Lo escucha perfectamente al lado. Gira rápidamente para encontrar otro astronauta enfrente suya.

-¡Gracias a Dios! -grita a pleno pulmón por el micrófono- Empezaba a perder la razón ¿eres del equipo de salvamento del Buque estelar, verdad? ¿Cuándo habéis llegado? No he visto aterrizar la nave auxiliar.

-Llegamos hace un momento, por la otra cara del grandioso asteroide -escucha por los auriculares y acto seguido, recibe un golpe en el casco-. ¿Pero a quién se le ocurre viajar de polizón? ¡A estas alturas de siglo! Joder, muchacho ¿no puedes trabajar como los demás para costear el viaje del crucero galáctico, o pedir el dinero a tus padres? Anda, vamos a la base minera que nos están esperando.

-Lo siento, de verdad -responde angustiado-. Además, el sistema primario del soporte vital ya me estaba alertando del nivel de reserva de oxígeno y agua.

-Has tenido mucha suerte, chaval, porque el próximo Crucero estelar no llega a esta escala turística hasta el mes que viene ¿por qué no se regresaste con tu grupo de excursión?

-Fui a echar un vistazo a las instalaciones de la mina...

-¡Pero si sólo es un montón de chatarra con módulos lunares inutilizados y abandonados! Hace años que terminaron las prospecciones mineras, se llevaron todos los aparatos y maquinaria de valor ¿mejor un pozo oscuro que las soberbias vistas del mirador? *

-Quería hacer una foto del lugar para enseñarla a mis amigos del barrio -su guante palpaba el bolsillo de utensilios, donde llevaba la cámara- Sabe... cuando regresemos a la Tierra, no pienso hacer más locuras. En estos días he pensado mucho, incluso llegué a creer que moriría aquí.

-¿Cómo llegaste a la mina? -comunicó el acompañante, caminando la estrecha pasarela metálica del desfiladero profundo del paraje lunar-. ¡Algo que está expresamente prohibido!

-Le comenté al guía que me encontraba indispuesto y quería volver al puerto con otro grupo de astronautas que había terminado la excursión. Aprovechando el angosto camino de vuelta, me separé discretamente de los demás para visitar la mina fuera del itinerario turístico. Anduve por las instalaciones, observando por las ventanillas de los módulos lunares. Todos vacíos. Después de aquello, fui a la torre de prospección, ya que la entrada de la mina está cerrada. Rodeé el vallado de metal sin encontrar el acceso. Me decidí entonces a escalar. Con mucho esfuerzo pude sobrepasar la valla, pero justo al descender, un saliente de metal me desenganchó el sistema de depuración de oxígeno. Me solté sobresaltado por el cordón umbilical que se agitaba a causa del escape presurizado. Caí al suelo y perdí el conocimiento por asfixia en el momento preciso en que conseguía conectar de nuevo el dichoso tubo.

-Bueno, chaval, ya casi llegamos -señaló a la susodicha torre e instalaciones tras el valle desértico.

-Al despertar y escalar otra vez la valla, con sumo cuidado, descubro que el Buque espacial ha zarpado del puerto. Desde entonces, llevo días esperando a que regresen por mí.

-Chaval -se detuvo a puertas de los módulos mineros abandonados-, la nave auxiliar está ahí detrás, en la antigua plataforma de carga ¿sabes que te van a arrestar? ¿Y que la multa, más los gastos del pasaje y ocasionados por el rescate, correrán por cuenta de tus padres, verdad?

-¡Lo sé, pero pienso pagarlo con mi trabajo! A partir de ahora se acabaron las tonterías. He aprendido la lección -se veía reflejado en el visor extravehicular del astronauta de salvamento-. Jamás me debí ir al aeropuerto espacial de Madrid, como tampoco esconder en el transporte automatizado del equipaje y colarme en las bodegas del Buque galáctico.

-Chaval ¿sabes cuál el aparato más importante del traje que llevas puesto?

-Pues… el soporte vital, claro.

-¡No, chaval! ¡Es la baliza de emergencia!

-¡Por supuesto! -reía y daban una palmada sus guantes- Era la única forma de escapar a este lugar. Sabe, soy maestro en pasar desapercibido. Sí, tuve que manipular el cordón de seguridad del dispositivo para soltarlo del traje espacial. Lo coloqué hábilmente en la mochila del último excursionista de regreso al buque, poco antes de tomar el sendero a la mina abandonada ¿porque sirve para contabilizar de forma automática a los pasajeros en la pasarela de embarque, a puertas de la cámara de descompresión, verdad?

-¡Verdad, chaval!

-Durante la travesía -proseguía el polizón-, de la Tierra hasta llegar aquí, he asistido a todas las fiestas de música electrónica del ciclo nocturno, por supuesto, sin relacionarme con los otros pasajeros para no levantar sospechas. He dedicado buena parte de las horas diurnas a dormir a pierna suelta en las cómodas tumbonas de cubierta. Fíjese, incluso mis padres piensan que estoy en el viaje de fin de curso con los amigos universitarios. Y a mis amigos, les dije lo contrario.

-La I.A que gestiona tanto las condiciones ambientales como el sistema de luminotecnia y pantallas que protegen al Barco estelar, es de última generación -transmitía con orgullo el astronauta de salvamento.

-He deleitado el buffet libre. Visto las películas del cine. Y disfrutado como un niño del magnífico parque acuático de a bordo, por cierto ¿mi equipaje todavía está en las taquillas de los vestuarios, no? La más cercana a las duchas -puntualizó.

-No lo sé... -comunicó.

-Menos mal que se han percatado de mi ausencia, porque intenté avisar por la radio, pero está limitada por el campo magnético del planeta ¿lo sabe, verdad?

-Chaval -transmitía-, a la empresa naviera espacial le importa bien poco el traje desechable de astronauta que llevas puesto, es más, ya cuentan con la pérdida por robo de una cantidad de ellos al año. Todo lo contrario que la baliza, un dispositivo carísimo.

-No entiendo…

El astronauta de salvamento se agarró el casco con los dos guantes y lo giró. Escapando el oxígeno presurizado al vacío, se lo quitaba despacio.

El chaval entonces se vio a sí mismo, diciendo; “Vas a morir”, una y otra vez.

Blasero1
13-Sep-2015, 02:22
El relato ya lo envié anteriormente. Siento repetir porque no me gusta hacerlo. Pero reconozco que ando escaso de inspiración. Saludos y mucho ánimo.