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Blasero1
31-Dec-2014, 01:14
LA PUESTA DE SOL

Diario de Paula, 19-9-2030.
Hoy es mi cumpleaños. Si. Voy al trabajo. Aprovecho el trayecto del metro para escribir, como de costumbre, y desear un regalo en este día especial. Si alguna vez despertara de esta pesadilla, me gustaría que fuera en una isla paradisíaca, perdida en el pacífico. Sin nadie más, porque la familia y amigos que tuve dejaron de ser humanos hace mucho tiempo atrás, unos diez años… más o menos… he perdido la cuenta… no importa ya, al igual que la sociedad actual en la que me escondo.
Miro alrededor y veo monstruos que ocupan los asientos de los vagones. De pie, también. Mutantes, horrendos, que no recuerdan que fueron humanos, realizando sus labores cotidianas como si nada hubiera cambiado. Han pasado muchos años del ataque biológico de los terroristas en las principales ciudades del mundo, Madrid entre ellas, llamados a la Guerra Santa. La población infectada por el virus vertido en el suministro de agua potable, atacó a otros humanos, hasta que después de un mes de locura no hubo nadie sano. Las pocas personas no infectadas, fueron perseguidas por la muchedumbre de bestias y devoradas vivas por las calles, cual suculento manjar. Otras, consiguieron escapar a las montañas. Yo, sobrevivo gracias a que llevo puesto un traje hecho con la piel curtida de un monstruo al que maté. Si ahora me descubrieran, sin duda, me devorarían aquí mismo.
Quizás, aquel engendro de tres cabezas, con grandes fauces, vestido de mujer. A lo mejor aquel amorfo de grandes manos con garras y piernas cortas que viste de vaqueros. Igual esa cosa, más parecido a un ciempiés gigante, con cara de niño y gorra. Sin embargo, esto no es nada comparado con lo que veré en el transcurso del día o intercambiador de Príncipe Pío. Incontables criaturas de pesadilla. Algunas, transitando hacia su destino. Otras, estarán esperando al autobús de línea, ajenas a la realidad que viven, olvidaron por completo su humanidad. Las neurotoxinas y mutágenos del virus que fabricaron los terroristas en los laboratorios, cumplieron perfectamente su cometido…

Diario de Paula, 20-9-2030.
Hoy tuve el día libre y fui a comer con mi familia. Después de tanto tiempo ya no me asustan o revuelven el estómago a la hora de comer carne cruda. Yo, me hice vegetariana. Sencillamente, me acostumbré a ellos. A su extraña presencia.
Al mes del ataque biológico, cuando se restablecieron las comunicaciones y el mundo de pesadilla volvió a la normalidad, apareciendo en los noticiarios presentadores deformes, sin hacer mención de lo ocurrido, salí de mi apartamento con el traje de piel del monstruo que maté en el edificio. No soy ningún héroe. No. Ocurrió por casualidad. Aquel, me sorprendió en el momento que abandoné mi piso en busca de alimentos y forcejeamos en el descansillo. Por fortuna para mí, ambos caímos por las escaleras y se partió el cuello antes de que me mordiera y pudiera infectarme. Otros vecinos no tuvieron tanta suerte, aún escucho sus gritos en las oscuras noches… por los pisos… resonando en el portal… por las calles…
Pero tuve claro qué hacer desde el principio, gracias a mi trabajo en la carnicería, la salmuera que preparé en la bañera y la tradición de modistas que hubo en mi familia.
Por la tarde, quedé con los amigos en el centro comercial para ir al cine. Sé que son mis amigos porque me llamaron al móvil tras restaurarse las comunicaciones. Los veo en sus ojos. Múltiples ojos humanos en la descomunal criatura arácnida. Su voz es una cacofonía. Mezcla de muchas voces que hablan al mismo tiempo. Las reconozco de un tiempo pasado. Entramos a la sala de los horrores, ocupada por seres de pesadilla, para ver la película de actores humanos ante la furia y gritos guturales de los espectadores malditos que ansiaron devorarlos a cada fotograma. Luego tomamos cervezas en el mesón del barrio, donde habitan los monstruos. Una vez que me despedí de la masa de cuerpos con patas de araña y diversos ojos humanos, regresé a mi piso. Me quité el traje de piel curtida y me duché. Veo a los engendros de la tele, concursos y noticiarios sin rastro de los humanos. Seguramente, se escondieron para siempre. Apuesto a que nadie en su sano juicio haría lo mismo que yo.

Diario de Paula, 21-9-2030
Hoy estoy especialmente nerviosa, no sé por qué. Quizás, no empecé bien la mañana al quedarme atascada en el ascensor del edifico con otro vecino. Una señora obesa, lo supe por su vestimenta. Se puso muy nerviosa al poco de la avería y por más que la hablé intentado calmarla no sirvió de nada, todo lo contrario, sus grandes bocas, con enormes dientes amarillos, empezaron a gritar de forma histérica. Perdió los nervios, escupiendo saliva, hasta que el secretario con las llaves pudo desbloquear las puertas y salimos, tras interminables minutos de chillidos y sonoras dentelladas al aire del monstruo enloquecido a mi lado.
En el metro no fue mejor. Hubo peleas entre los pasajeros, yo me aparté y me mantuve al margen, algunas multitudinarias, derramando vísceras, intestinos y sangre por el vagón. Cuando llegué a mi parada, salí despavorido sin mirar atrás, cruzándome con la policía y servicio de emergencia de criaturas tentaculares. Estuve esperando en la marquesina hasta que llegó el autobús.
Más de una vez pensé en poner fin a todo esto… ya que no veo escapatoria. El miedo a huir supera mi razón, no puedo evitar pensar que si lo intentara, al final, alguna cosa me descubriría y me comería viva. Pero el instinto de supervivencia me ayuda cada día a seguir adelante, esperando un milagro. El viaje transcurrió con normalidad, entre vehículos y pasajeros, cuando empecé a distinguir algo que sobresalía del perfil de la ciudad, camino del intercambiador de Príncipe Pío.
De repente, escuché un grito atronador que hizo vibrar los cristales del autobús. Los coches entonces se fueron parando en la carretera y sus ocupantes los dejaron abandonados. El autobús se detuvo a causa del tráfico atascado. Pronto me di cuenta de que los no-humano caminaban con los ojos velados, hacia el gigante… cíclope… deambulando entre los edificios cercanos a la boca de metro de Alto de Extremadura. Ante mi estupor, se fue haciendo más grande.
Los pasajeros golpearon de forma violenta las puertas hasta derribarlas. Tras bajarse el último monstruo, también dejé del vehículo. Pude ver en aquel momento más gigantes, creciendo en otros lugares de la cuidad. Descubrí otro muy cercano. Observé como atrapaba a la población que acudían a la llamada por medio de las protuberancias de las piernas, semejante a enormes serpientes, agitándose sin cesar en el tejido muscular, que los fue engullendo de un bocado.
La muchedumbre de pesadilla pasó a mi lado sin prestarme atención, ignorándome por completo, descubrí entonces la oportunidad de ser libre. Salí corriendo y salté la mediana al carril contrario. Me subí a uno de los coches que estaban abandonados. Aceleré e intenté no atropellar a las criaturas caminando por la carretera, asimismo, de no chocar a otros vehículos parados. A la altura de San José de Valderas, un coloso se erguía en el municipio del sur. La población lo escalaba, como una marabunta de bichos, para llegar a la descomunal boca abierta y saltar a la garganta. Se hizo cada vez más grande mientras estiraba los brazos al cielo.
La carretera estuvo algo más despejada de coches enfrente del hospital Rey Juan Carlos y pude aumentar la velocidad, sin tiempo de ver al gigante formado por infinidad de cuerpos que caminó torpe, derrumbando edificios. La radio no funcionó, de hecho, ninguna emisora informaba lo sucedido, sólo hubo silencio. Súbitamente, un pensamiento me hizo estremecer y detener el coche ¿Cómo pude pensar en abandonar a mis seres queridos y amigos? ¿No debería volver e intentar ayudarles antes de que los sintetice algún coloso de cuerpos?
Regresé a Fuenlabrada.
Las calles estaban desiertas, sin alguien que las transitara. Sólo se movía el titán formado por cuerpos, sobresaliendo y derribando los bloques de pisos a su paso. Dejé el coche en mitad de la calle y nada más salir me despojé de mi disfraz maldito. Ya no necesitaba esconderme. Después de abrir el portal, subí al piso para encontrarlo vació. De nuevo me puse al volante del vehículo y fui en persecución de la única criatura viva.
Lo alcancé a la altura del Hospital, por el barrio del Molino. Sucedió entonces lo imprevisto. El gigante empezó a dar traspiés hasta que se desplomó, rígido, en el suelo. Cuando se terminaron los espasmos convulsivos, agonizó y murió ante mis ojos. Me acerqué, caminando despacio, a la cabeza del cíclope. El norme ojo, inyectado en sangre, permanecía abierto. Descubrí que en el globo ocular había atrapados humanos mutantes. Los miré. Durante las horas siguientes busqué entre los miles de cuerpos sintetizados con la esperanza de encontrar a mis seres queridos; en los brazos, torso y piernas, para terminar en los descomunales pies, sin fortuna.
Una idea descabellada cruzó mi mente. Utilicé el móvil. Increíblemente, escuché el sonido de otro celular cercano. Llegué a la mano. Allí, encontré un rostro conocido en la masa gelatinosa. Si. Era ella… sin duda… Su expresión de serenidad… Mi padre junto a mi hermano pequeño atrapados por las oscuras venas… Por fin, descansaban en paz. Eran tan libres como yo. Volví al coche y emprendí camino a la costa.

Diario de… qué más da, fecha… poco importa…
Ahora, estoy sentada en la orilla del mar y concluyo este diario con la puesta de sol. Dormiré al calor del fuego que crepita y el amparo de las estrellas. Mañana será un nuevo día y buscaré a otras personas. Si no las encuentro, empezaré a vivir de verdad. Si. Cultivaré la tierra…

Blasero1
31-Dec-2014, 01:14
Aquí va una historia extraña...

herreiere
05-Jan-2015, 22:50
:03: A mi me gusta y mucho :03:

Blasero1
07-Jan-2015, 02:02
Muchas gracias. Es algo raro. Pero cuando veo un telediario, me pregunto dónde dejaron los humanos su humanidad. Saludos y abrazos!!!!!

incursora
13-Jan-2015, 12:59
Sí que es verdad. Esa una historia extrañísima y por tanto original.

Saludos y gracias. :gracias:

Blasero1
13-Jan-2015, 13:21
Si, muy extraña. Abrazos!!!!