La paradoja del universo simulado

La paradoja del universo simulado

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Nuestro universo, podría ser una simulación que se reajusta en función de las herramientas de medición y observación que se utilicen. Debemos plantearnos que nuestros sentidos biológicos, solo nos muestran una fracción de la simulación (la que se ajusta a nuestros sentidos perceptivos). Pero no son todos los posibles (ni siquiera, sabemos cuántos se pueden llegar a acumular con el tiempo).
En cada momento (dependiendo de los sentidos que se usen), la simulación probablemente se  reconfigura en función de las herramientas perceptivas que se tengan en cada instante.
No sabemos realmente lo que hay. No sabemos qué es realmente el universo. Desconocemos el verdadero sustrato por el que se recrea un universo y no otro (porque somos esclavos, de nuestros sentidos).



Es más, hace poco estamos añadiendo mucha información que mediante nuestros sentidos biológicos, nos sería desconocida. Me refiero a todos aquellos datos que proceden de herramientas y conocimiento tecnológico.
Gracias a las máquinas, vamos agrandando la visión conocida de nuestro universo (tanto en lo macro, como en lo micro); y nuestro anclaje existencial, fluctúa por ello.
La evolución humana, no hace más que incorporar el conocimiento tecnológico. La inteligencia biológica, no hace más que comunicarse con una inteligencia artificial, que permite nuestro encaje existencial actual.

El ser humano nunca crea algo de la nada, simplemente, se percata de algo que ya está ahí.
No inventamos la bomba atómica, la energía nuclear; las estrellas son fábricas nucleares. Y provenimos de ellas. Si existimos, es gracia a la energía nuclear.
No inventamos las ondas de radio: ya existían.
Rayos infrarojos, gamma… todo estaba mucho antes que nos enteráramos de su existencia.
Y si hemos tenido conocimiento de todo esto, es porque hemos incorporado herramientas artificiales en nuestro saber.
Ese conocimiento universal preexistente, sería un poco el concepto del mundo de las ideas que planteó Platón en el siglo III AC. Por cierto, me resulta curioso que este hombre viviera 80 años, en unos tiempos donde la esperanza de vida era de unos 35 (pero esto ya es otro tema).

Algunos piensan que cuando la tecnología nos ofrece una foto de Júpiter, ésta nos muestra solo una fracción representativa del planeta (una especie de croquis). Que en verdad, no existe como tal (no mientras no se confirme con nuestra presencia), y que la simulación, solo nos enseña lo que necesitamos saber. Es una cuestión de ahorro energético.
Enseñarnos pedacitos cosmológicos convenientemente mostrados gracias a herramientas artificiales, nos está mostrando un universo distinto al que vivíamos cuando solo teníamos un par de sentidos.  Pero al mismo tiempo, nos resulta tan lejano y falto de verificación biológica, que podríamos ser fácilmente engañados. A medida que conquistemos el espacio, la recreación se irá ajustando y complementando. Un cartelito que ponga “en construcción”, probablemente sería muy adecuado dada nuestra condiciónl...

Pero la idea de que la realidad se configura en función de una observación, tiene algunos problemas…
En primer lugar, ¿quiénes son los observadores que la simulación debe tener en cuenta, para mostrar simulaciones? ¿Solo los humanos o todos los seres vivos?
Vamos a partir de una base poco antropocéntrica, y consideremos la misma valía para todos los seres vivos. Las observaciones acaecidas en la Tierra, serían muchas… Quizá un árbol cae y ningún humano lo ve (la simulación se perdería esa parte), pero otros bichos sí se darían cuenta.
Está claro que en este planeta, las observaciones son muchas, y por tanto, la simulación gasta mucha energía. Contrariamente al sentido común, no sería como simular una estrella gigante roja (que en realidad pocos  datos bastan ya que nadie la ve). Solo debería ser mostrada toscamente, a trabes de un telescopio que ofrece una burda imagen pixelada de paupérrima resolución.

Pero mirémoslo de otro modo...
Sabemos que todo, procesa información; hasta una piedra. Luego quizá no solamente baste con ejercer simulaciones basándonos en observaciones de seres vivos. Quizá las interacciones entre materia inerte, sean igualmente válidas a la hora de considerar simulaciones.
En este punto, todo parecería tener valor. Todo tiene el poder y virtud de propiciar simulaciones.  Las estrellas lejanas, serían estructuradas en su soberbio esplendor, por el poder simulador de partículas, nebulosas y demás. Los cuásares y agujeros negros, serían igualmente recreados por causa de la materia… Etc.
En este punto, el argumento central de la teoría de la simulación (se simula para economizar recursos), dejaría de tener sentido.

Sea como sea, no deja de resultar abrumador, que realmente todo lo que teóricamente conocemos del universo y los componentes que lo forman, en realidad existen y se articulan existencialmente en toda su magnificencia; que realmente eso está allí, aunque nadie llegue y solo lo veamos a través de información artificial sesgada.
La teoría de la simulación nos plantea un existir económicamente viable a tener en cuenta, pero también, nos produce el inquietante planteamiento de que quizás, las máquinas nos engañen. O puede que no nos mientan exactamente, sino que solo nos muestren lo que actualmente, necesitamos saber.

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