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Nuestro comportamiento es científicamente explicable

Escrito por Admin el . Posteado en CIENCIA

Según Stephen Downes, lo que llamamos conocimiento es el reconocimiento de un patrón de relaciones en un conjunto de eventos neuronales. Nuestros pensamientos pudieran ser explicables empíricamente, y pudiera no existir el yo humano (la impronta místico-espiritual que nos hace ser seres con alma religiosa; únicos es esencia por la gracia de Dios). Si nuestro pensamiento y aprendizaje responde a un reconocimiento automático de patrones en la red neuronal, nuestro pensamiento tiene entonces una razón materialista, es producto físico, reside en algo biológico, en nuestra red neuronal, no existe propiamente el yo humano; somos robots, robots biológicos, autómatas biológicos… (Pues respondemos a interacciones causales y explicables) En mi opinión, todas estas cuestiones nos llevan a un punto crítico, que es el considerar que somos como “biorobots”; porque no somos dueños de nosotros mismos, sino que funcionamos dependiendo de las condiciones y mecanismos de activación de nuestra estructura. Uno mismo, no llena su base de datos con lo que quiere (y lo que quieres no es elegible; los gustos no se cambian a voluntad), ni conecta y desconecta sus circuitos neuronales a conveniencia (ni ha decidido heredar semejante estructura). Somos pues, como robots biológicos que nos autoprogramamos mediante «educación» y permanentes actualizaciones, no más libres que un androide (porque somos piezas y circuitos que articulan un organismo complejo, en base a descodificaciones de datos), que actúan según sus necesidades de perpetuación. Un cerebro no programado, sería incapaz de leer este texto, por ejemplo. No reconocer eso, sería como decir que el funcionamiento humano es algo inescrutable, inexplicable, sobrenatural, y arbitrario (y no tendría ningún sentido avanzar en investigaciones para descubrir lo que somos y cómo funcionamos). Si el conocimiento médico avanza, es porque implícitamente reconocemos que respondemos a causas medibles y procesos concretos explicables. Considerarnos como robots biológicos, pone los pelos de punta a la mayoría, pero veamos; Un ser humano no se ha auto-programa. Hereda una estructura y funcionalidad automatizada por un código de programación genético que evoluciona (varía), mediante selección natural (tampoco elegible e igualmente programada por la naturaleza; mediante leyes físico-químicas). La falta de libertad está muy asociada a los robots… ¿Y si al igual que ellos, no fuéramos tampoco libres? ¿Y si elegimos simplemente lo que nuestras circunstancias contextuales y estructurales nos hacen poner de manifiesto? ¿Podremos cambiar de personalidad algún día? Y la elección de cambiarla, será una elección libre o condicionada por nuestras carencias y necesidades? (Condicionada por unos gustos y preferencias que están programadas genéticamente y lubricadas meméticamente en nuestras redes neuronales)

Escalofriante vídeo que da lugar a grandes consideraciones… ¿Somos meramente piezas interconectadas que con el debido conocimiento, pueden funcionar distinto?

A finales del 2008, saltó la alarma; según confirmaban las últimas investigaciones sobre neurociencias, “La libertad es una ficción cerebral. Estamos determinados, como el resto del Universo, por las leyes naturales”. Ese fue el resultado de experimentos realizados que indicaban que la actividad cerebral previa a un movimiento, realizado por el sujeto en un tiempo por él elegido, es muy anterior a la impresión subjetiva del propio sujeto de que va a realizar ese movimiento. Esto quiere decir, sencillamente, que la impresión subjetiva de la voluntad no es la causa del movimiento, sino que, junto con éste, es una de las consecuencias de una actividad cerebral que es inconsciente (y es anterior a la misma). El libre albedrío, defendido por una serie de doctrinas filosóficas, señala que los humanos tenemos el poder de elegir y tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, en un artículo titulado “Free will versus the programmed brain”, el filósofo de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, Shaun Nichols, afirmaba que las posturas contra la existencia del libre albedrío se han acrecentado y extendido a través de libros y revistas de ciencia divulgativa. La mayoría confunde lo que en biología se llama ‘grados de libertad’ con la libertad propiamente dicha. Todos los animales poseen diferentes grados de libertad, es decir, posibilidades de elegir entre varias opciones. El número de opciones depende del grado de encefalización del animal en cuestión y del elenco de posibilidades circunstanciales que el contexto ofrece. Nosotros tenemos muchos más grados de elección que un perro, y éste más que un lagarto, y éste, a su vez, más que una ameba. Pero la posibilidad de escoger entre varias opciones no nos dice por qué elegimos la que elegimos, o, con otras palabras, si esta elección es voluntaria, inconsciente, o determinada por la situación en la que nos encontramos. En suma, poseer grados de “libertad” no significa ser libres. El problema de la libertad es que está íntimamente ligada a la responsabilidad, la culpabilidad, la imputabilidad y el pecado. Este último es la base de las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islamismo. El concepto de culpabilidad es también la base del derecho penal internacional. Francis Crick, considerado uno de los científicos más importantes del siglo XX por su descubrimiento, junto a James Watson, de la estructura molecular del ADN, en su obra “La búsqueda científica del alma: una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI”, defiende la inexistencia del libro albedrío, así como la reducción de todo lo que consideramos la identidad humana a un simple paquete de neuronas y de conexiones entre éstas. Según este enfoque, ¿cómo podrían juzgarse las acciones humanas? Esto explica por qué en Alemania, algunos especialistas en derecho penal están reclamando la revisión del código penal para adecuarlo a los resultados de la neurociencia. Evidentemente seguiremos encarcelando a aquéllos que violen las reglas, pero lo que sí va a cambiar, será la imagen que tenemos tanto de esos criminales, como de nosotros mismos. La idea sería tomar conciencia que las personas no pueden por ellas mismas cambiar su condición (y por tanto, esas crispadas reacciones de odio a lo “linchamiento”, no proceden). Es decir, constatado el desequilibrio social que pueda manifestar un individuo, por mera perpetuación armónica de la especie, tiene que ser tratado (mediante aislamiento y reinserción, en caso que se pueda). Lamentablemente, hay personas que por su genética, fisiología cerebral, y experiencias vividas, no parece que puedan ser reeducadas (y este es el gran problema). Por si esto no fuera poco, los neurólogos han determinado que nuestra química cerebral determina en gran medida nuestro comportamiento; Somos nobles, agradecidos, y generosos, cuando tenemos altos niveles de endovalium, endorfina, y ácido gamamino-butírico. Somos envidiosos, odiosos, y agresivos, cuando tenemos altos niveles de adrenalina, y mínimos niveles de oxitocina y endorfina. Reflexionando sobre estas cosas, uno acaba perguntándose; Entonces ¿Qué sentido tiene todo? ¿Qué es lo que hacemos aquí? Yo diría que simplemente, pasamos el rato perpetuándonos; Y cómo lo pasamos (y lo que hagamos), dependerá y es relativo a preferencias, contextos, y circunstancias. En este planteamiento aparentemente deprimente, subyace un valor práctico. Y es que, si en verdad lo que hacemos no depende de nosotros (ni nadie puede elegir quien es, simplemente tenemos que aceptarnos), deberíamos empezar a plantearnos el valor que tiene la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas (los que funcionan de distinto modo al nuestro), e intentar convivir pese a las diferencias. Nunca antes podríamos decir con mayor propiedad que; “En el fondo, todos somos iguales” (estamos igualmente condicionados) De todo esto podríamos concluir que efectivamente, veremos en el futuro robots tan humanos que no notemos la diferencia.

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Admin

Víctor Vila Muñoz: Administrador de Portalcienciayficcion.com. Diseñador de páginas web y programador de videojuegos. Músico y escritor ocasional (con algunos relatos publicados). Youtuber. Mi otra web: Mejormetalgratis.com.

Comentarios (4)

  • proteo

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    Interesante tema. Parece que sabemos explicar muchas cosas ^^’.
    Pero si suponemos que el conocimiento actual es suficiente para explicar cómo nos comportamos,¿Qué sucederá dentro de 500 años?
    Quiero decir, para entonces tendremos más respuestas,más variables,habrán más cosas a tener en cuenta… Luego lo que creemos saber ahora,no es suficiente para explicarlo todo convincentemente. Todavía podríamos ser mucho más que eso..(redes neuronales y circuitos).
    Todavía nos falta mucho por aprender, aunque esquemáticamente nos hagamos una idea… ¿Y si para entonces se demuestra la existencioa del alma? Todo lo que comenta el artículo quedaría en entredicho… !Quizá no somos robots biológicos! (aunque por el momento pueda parecer que sí)

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  • Admin

    |

    En mi opinión, los descubrimientos venideros no harán más que subrayar y reforzar la idea que somos como biorobots. :P
    Piénsalo; Si vamos desenmarañando los entresijos del funcionamiento humano es porque todo es explicable y responde a causas físicas…
    Entonces, la posibilidad de la existencia del alma cada vez pierde más credibilidad. :)

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  • victor olegario

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    El alma no existe, es un invento para poder justificar » otra vida » y
    asi mitigar el miedo al final inevitable ( por ahora ), hasta que
    aprendamos a copiar la conciencia y pasarla a otro envase.

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  • Eduardo

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    Este es un tema muy interesante. ¿Existe el libre albedrío o todo es simplemente una ilusión de que elegimos o decidimos hacer algo? Cada vez estoy más inclinado a pensar que no decidimos nada. Parece duro, pero para mi es claro que cuando se «toma» una decisión, la misma se hace en base a una condición mental de la cual nunca tuvimos poder de cambiar.

    Hace poco inicié un blog de ciencia y salud. Se los dejo por si hay interés.
    eduardosetti.wordpress.com

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